A los goleadores se los presenta por lo que son, por su esencia. Y la tarjeta de presentación de Alex Arce tiene un dato que ya captó la atención de todo el fútbol argentino: lleva 15 goles en 16 partidos de la Primera Nacional, el dificilísimo torneo que disputan 37 equipos y en el que solo dos ascienden a la A.
Con la camiseta número 9 de Independiente Rivadavia de Mendoza, uno de los animadores del certamen, este paraguayo de 27 años cosecha un promedio de casi un gol por partido, 0,93, y va camino a igualar los registros de Erling Haaland en la Premier League (36 en 38, 0,94). Pero no hace falta cruzar el océano y compararlo con el noruego.
Si se observa la tabla de la Liga Profesional, impacta ver que Arce lleva más goles que varios equipos de la A: Unión de Santa Fe (10), Banfield (12), Arsenal, Atlético Tucumán, Central Córdoba e Instituto (14), y la misma cantidad que Belgrano y Huracán (15), con el agregado que casi todos llevan jugados 18 partidos, dos más que el paraguayo.
¿Más datos sobre Arce y el espejo con la Liga Profesional? Los cuatro nombres que lideran la tabla de goleadores de la A (Martín Cauteruccio, Mateo Retegui, Michael Santos y Pablo Vegetti) marcaron 10 goles cada uno de ellos, 5 menos que el 9 que sueña con el ascenso.
Y si se suman los goles del que más la metió en River (Beltrán, con 6) y el de Boca (Merentiel, con 5), todavía faltarían sumarle los del que más mojó en San Lorenzo (Vombergar, con 5) para llegar a 16 y superar los registros del «paragua» de la lepra mendocina. Una verdadera bestia del gol.
Arce es la gran figura del equipo que dirige Alfredo Berti, que marcha segundo en la Zona B de la Primera Nacional y este sábado desde las 19.30 buscará la punta cuando reciba al líder, Deportivo Maipú, en una nueva edición de un clásico provincial que, de tanta expectativa, promete tener a reventar las 20 mil ubicaciones del estadio Bautista Gargantini.
Goles son amores… y millones
La Primera Nacional mantiene una tendencia en los últimos años: el equipo que tiene al goleador, asciende. Lo logró el año pasado Belgrano, con una gran campaña gracias a los gritos de Vegetti, que metió «apenas» 17 en 34 partidos. Lo mismo pasó una temporada antes, con Pablo Magnín en Tigre (hizo 22 en 30). Por eso, si se sueña en grande, contar con una buena cuota de gol parece fundamental, casi una obligación a la hora del armado de un plantel. Sin embargo, la llegada de Arce a Mendoza fue un regalito para la lepra.
El romperredes paraguayo apareció por tierra cuyana en enero pasado proveniente del Sportivo Ameliano del fútbol guaraní, un equipo no muy conocido fronteras afuera de Paraguay pero que figura en el Libro Guinness de los Records por protagonizar el partido con mayor cantidad de expulsados (en 1993, dos años antes del nacimiento de Arce), con 20 tarjetas rojas revoleadas por el aire.
Arce llegó a Mendoza casi en silencio y sin generar demasiada expectativa, por la módica suma de 300 mil dólares por el 100% de su pase, un precio «outlet» si se lo compara con lo que gastaron algunos grandes de la categoría. Sin embargo, la apuesta le viene saliendo redonda a los cuyanos ya que al presente goleador se le agrega la promesa de un negoción: firmó por cuatro años y dicen que su pase ahora vale no menos de 3 millones de dólares.
Arce no fantasea con el futuro, vive el día a día, sabe que lo suyo es gol a gol. Siempre fue así. Cuando empezó a destacarse en su país y le hablaban de algún pase millonario a Europa, él respondía que tenía un solo objetivo a nivel profesional: juntar dinero para comprarle una casa a su mamá. Ya lo logró.
Una historia de lucha y sueños
Alex Adrián Arce Barrios, tal es su nombre completo, nació en Carapeguá, una ciudad paraguaya que está tristemente conectada con un crimen que sacudió a la sociedad argentina. De esta pequeña ciudad de 36 mil habitantes son los padres de Fernando Báez Sosa, el chico de 18 años asesinado en Villa Gesell, a la salida de un boliche, por un grupo de jóvenes. «Fue una pena lo que pasó, nos dolió mucho a todos; creo que tenemos familiares en común con los papás», cuenta el futbolista vía telefónica, desde Mendoza.
El origen humilde del 9 de Independiente Rivadavia lleva como postal los viajes de casi dos horas por trayecto que hacía en micro hasta Asunción para entrenar en las divisiones formativas de Cerro Porteño. Le costó ganarse un lugar en el Ciclón de Barrio Obrero y se fue libre a Rubio Ñú, un club del ascenso. La idea era dar un paso hacia atrás y dos hacia adelante, romperla y volver con todo. Pero en el medio sufrió una lesión y apareció la pandemia.
Había que parar la olla y la mejor alternativa se la dio un amigo, que le propuso subirse a una moto y salir juntos a vender hamacas (las famosas «hamacas paraguayas») por el interior del país. Sí, el «Haaland» del fútbol argentino tiene un pasado reciente como vendedor ambulante, o «macatero», como dicen los hermanos guaraníes.
«Nos iba bastante bien, me sirvió para ayudar en casa», cuenta Arce, un muchacho que no se destaca precisamente por ser muy locuaz en sus palabras. «El que hablaba era mi amigo, yo acompañaba», acepta hoy con una sonrisa tímida.
Su novia también fue fundamental en todo este proceso que hoy lo tiene ganándose la vida como futbolista. Con Clarissa se conocen desde el colegio secundario y hace poco ella viajó por unos días a Mendoza para visitarlo: el goleador subió una foto a su Instagram desde el Cerro de la Gloria.
Porque no todo es fútbol en la vida de Arce. Mientras sigue sumando goles y partidos con la camiseta de Independiente, tacha los días para la llegada del invierno. Es que apenas tenga unos días libres aprovechará para hacerse una escapada junto a su mamá hacia algún centro de esquí cercano para vivir una experiencia inédita en sus vidas: conocer la nieve.