El cantante panameño Rubén Blades (74) estuvo este miércoles 31 de mayo por Buenos Aires para presentar su último trabajo discográfico, Salswing (2021) y de paso festejar los 45 años de un álbum emblemático de lo que se conoció en su momento como “salsa con conciencia social” o de protesta, Siembra (1978).
Apañado por una orquesta de veinte excelentes músicos y dentro de ella una sección de vientos que se sopló la vida, el autor de Pedro Navaja repasó algunos de sus clásicos y presentó los temas nuevos en un show que duró casi tres horas.
Desde temprano las inmediaciones del Estadio Luna Park fueron literalmente tomadas por asalto por una horda de fans latinos, con predominancia de venezolanos, colombianos y, por supuesto, argentinos. Todos queriendo participar del regreso de Blades a la Argentina luego de nueve años de ausencia.
Su última presentación había sido en este mismo recinto en 2014 para presentar Tangos, un excelente trabajo junto a Carlos Franzetti (figura imprescindible en buena parte de su carrera) y Leopoldo Federico como bandoneonista y director de orquesta.
Una verdadera orquesta de salsa
En el extremo sur del continente no hay muchas posibilidades de presenciar hoy en vivo una orquesta de salsa (todos panameños, como el Jefe) con veinte integrantes, una línea de vientos que incluyen cuatro trombones, cuatro trompetas y cinco saxos, tres percusiones, dos teclados, bajo y batería.
Por eso fue una verdadera lástima el desbalanceo de un volumen que en todo momento fue excesivo para el recinto y que incluso tapaba las hermosas letras del Poeta de la Salsa. El Luna Park fue hecho como sala de boxeo y siempre lo será. Vence por knock out a cualquier sonidista.
El comienzo no pudo ser más prometedor, con una emotiva rendición de Plástico entonada a coro por todos los presentes.
Es increíble cómo la letra de esta canción, casi medio siglo después, no solamente no ha perdido un ápice de su contundencia crítica hacia un sistema social hiper consumista, sino que se erige con todo su despliegue literario en un documento inapelable de un modo de vida perfectamente descripto por Zigmunt Baumann en su libro La vida líquida.
Aunque basta entrar a Tik Tok para darse cuenta de ello. Blades la cantó anoche, precisamente, “en una ciudad donde –cada vez más- en vez de un sol amanece un dólar”.
Vocalmente en muy buena forma, el ex socio de Willie Colón recordó distintos momentos que lo llevaron a componer cerca de 300 canciones a lo largo de su brillante carrera.
Por ejemplo los trabajos del más reciente tramo de su trayectoria difícilmente se hayan escuchado en la radio aquí en los últimos años. Esto incluye por supuesto a Salswing, un homenaje a las Big Bands estadounidenses de los años ’30 y ’40, que anoche no movió la aguja de un público que en líneas generales quizás no llegó a consumir la música de orquestas como las de Glenn Miller, Artie Shaw, Benny Goodman o los hermanos Dorsey.
Su set de anoche tuvo incluso un pequeño homenaje a Frank Sinatra con el tema The Way You Look Tonight, respetando los arreglos originales que oportunamente hicieron en distintas etapas de La Voz los directores Nelson Riddle, Don Costa y Billy May.
La extensión conspiró contra el show
Otro detalle que conspiró para que la fiesta fuera perfecta estuvo dado por la extensión del recital. Tres horas de show, con canciones que exceden en algunos casos largamente los cuatro minutos de duración, con un sonido empastado que tapaba la voz y los versos del artista hicieron que un público más que entusiasta se sentara sobre sus manos en buena parte del espectáculo.
Sólo la solvencia vocal de Blades, su histrionismo (el hombre es además actor, lo hemos visto hacer buenos papeles en producciones como Depredador 2, en siete temporadas de The Walking Dead e incluso en algún capítulo de Los expedientes secretos X), una gran simpatía y las historias que contaba entre tema y tema (sí, está bien, con algún rasgo de megalomania, pero se le perdona porque todo lo que hizo !lo hizo!) salvaron esos segmentos.
La salsa es hija natural del son montuno cubano y el jazz de los Estados Unidos. El primer género fue llevado a Nueva York ya por las primeras tandas de emigrantes de la isla (y también de Puerto Rico y países aledaños) en las décadas del ’30 y el ’40.
La mayoría de aquellos músicos latinos se especializaban en tocar vientos o percusiones. Y así fue como en 1947 el gran Dizzy Gillespie incluyó en su orquesta al ingenioso conguero cubano Chano Pozo. Este úiltimo, con la ayuda del talentoso Chico O´Farrill, compuso una canción basada en un riff muy pegadizo y la llamó Manteca. Fue un éxito descomunal.
Más adelante vino el tiempo de las orquestas latinas que incluso llegaron hasta Hollywood: Dámaso Pérez Prado, Xavier Cougat (aparecía siempre en escena con sus dos caniches) y el habilidoso timbalero Tito Puente, autor entre otros éxitos de Oye cómo va. Y al que Santana poco menos que le debe su carrera.
Desde Cuba asomaban mientras tanto orquestas como La Sonora Matancera con su línea de cantantes que incluía a Celia Cruz y luego a Carlos Argentino. Y así más adelante el planeta se fue enterando de que existía una música vibrante e irresistible que comenzaban a llamar salsa.
Irresistible para casi todo el continente, aunque muy poco para nuestro país, donde por aquella época (ya fines de los ’50 y comienzos de los ’60) la cumbia le ganó la pulseada en la radiofonía local. Recién con las primeros desembarcos de inmigrantes latinos a nuestro país, ya en los ’80 y más fuerte en la década siguiente, la salsa vivió una especie de apogeo, aunque más con su baile que con la música propiamente dicha.
Dentro de este panorama aparece en 1970 un joven Rubén Blades.
En el Luna Park, Blades le dedicó un espacio a este último cantando un tema que le pertenece y que en 1978 rescató la carrera de un devastado Lavoe. El cantante, que de ella se trata, es además el título de la película biográfica que en 2006 protagonizaron el por entonces matrimonio de Marc Anthony y Jennifer López. Y es también el título de un disco de Andrés Calamaro, que versiona el tema.
Y llegó Pedro Navaja
También es verdad que anoche las expectativas de las almas congregadas en el Luna Park no fueron para nada defraudadas, hay que aclararlo.
Porque Rubén los paseó por algunos de sus títulos más populares y reconocidos: Pablo Pueblo, Decisiones, El Padre Antonio y el monaguillo Andrés, Todos vuelven, Ligia Elena, Maestra vida y desde ya varios que integran su ultimo disco. Pero el público estaba esperando la cereza de la torta y aunque se tardó en aparecer, ya en el cierre fue el turno de Pedro Navaja. Y la gente volvió a encenderse.