El número 79° del ranking selló el triunfo tras cinco horas y 26 minutos de una durísima batalla ante uno de los mejores jugadores de la Next Gen.
Un grito de guerra que le salió del alma y resonó en el aire del Court Suzanne Lenglen. Un llanto desconsolado, después de quebrarse ante el reconocimiento y la ovación que le regaló el público. Y una victoria con algo de sabor argentino, que Daniel Altmaier no olvidará jamás. El alemán, entrenado por Alberto Mancini, fue el gran protagonista de un jueves de segunda ronda en Roland Garros, en el que bajó al italiano Jannik Sinner, octavo cabeza de serie, y firmó el segundo mayor batacazo en lo que va del torneo (tras la eliminación de Daniil Medvedev, segundo favorito).
El número 79° del ranking selló el triunfo por 6-7 (0-7), 7-6 (9-7), 1-6, 7-6 (7-4) y 7-5 tras cinco horas y 26 minutos de una durísima batalla ante uno de los mejores jugadores de la Next Gen y metió su nombre en libros grandes del Grand Slam francés. Porque el partido se convirtió en el quinto más largo de la historia del certamen.
«Amo el polvo de ladrillo y amo al público de París. Las emociones en este partido fueron una locura», comentó el germano con los ojos húmedos, mientras en su box, el propio Mancini también intentaba contener las lágrimas.
El argentino de 54 años -que como jugador ganó Montecarlo y Roma y llegó a ser número ocho del mundo; y tras su retiro fue capitán de Copa Davis y entrenador de reconocidos jugadores, como Guillermo Coria y Fabio Fognini- se unió al equipo de Altmaier a fines del año pasado. Y en poco tiempo, tuvo un fuerte impacto en la carrera de su nuevo pupilo.
«Hemos creado un grupo fuerte, tenemos muy buena conexión. Alberto está moviendo muchas cosas en mi equipo y estructurándolo mejor, y eso se está reflejando en la pista», contó el alemán, de 24 años.
«Yo sabía quién era y es muy interesante su historia, terminando tan pronto su carrera y ganando dos Masters 1000. Esa experiencia me puede ayudar mucho. Él me pide consistencia y variedad. Estoy empezando a ver más espacios en la pista, me muevo mejor y hago una mejor elección de los golpes. Me siento más cómodo en canchas lentas. Es hermoso que el trabajo duro se note a corto plazo», agregó.
Casi un desconocido para el público general, Altmaier ya había sorprendido hace unos años sobre el polvo de ladrillo parisino. En la edición de 2020 del torneo, superó la qualy y se metió por primera vez el main draw de un Grand Slam. Y terminó alcanzando los octavos de final, bajando en tercera ronda al italiano Matteo Berrettini (8°), en la que fue su primera victoria ante un top 10.
Tras ese paso por la capital francesa, no volvió a ganar ningún partido en el cuadro principal de Major (perdió en el primera ronda en los últimos cinco jugados), hasta esta semana.
El alemán -que aún no jugó ninguna final ATP, pero sí conquistó siete Challengers (el último, en abril, en Sarasota)- arrancó en París con un triunfo por 6-3, 6-4 y 6-4 frente al suizo Marc-Andrea Huesler (84°). Y ayer bajó a Sinner, en un duelo en el que llegó a estar 5-3 arriba, pero tuvo que aguantar un envión final del italiano antes de sellar la victoria. Fue su segundo festejo ante un rival ubicado entre los 10 mejores del mundo.
«Soy un mejor jugador, por supuesto. No puedo compararme con lo que era en Roland Garros hace 3 años porque crecí mucho como jugador. Pasé por mucho fuera y dentro de la pista y pienso que ahora tengo más experiencia y puedo manejar mejor las situaciones», reflexionó hace unas semanas.
Este jueves, aseguró: “Mi camino siempre se basó en el espíritu de lucha. Pasé por momentos complicados, pero siempre pude salir adelante. Hace dos años que estoy en el circuito. Probablemente no tenga los mejores resultados, pero veo el progreso. No persigo los puntos ni el dinero. Mi objetivo es jugar consistentemente».
Con el envión anímico de un festejo épico ante Sinner, Altmaier no se achica. Por el contrario, ya avisó: «Este torneo empieza ahora para mí».