Ante la llegada de un grupo de religiosos judíos al país para una encuentro latinoamericano, el gobernador tucumano y ex jefe de Gabinete homenajeó a su amigo David Lau.
El lunes, en Puerto Madero, y bajo extremas medidas de seguridad, la comunidad judía de la Argentina homenajeó al Gran Rabino Azkenazi de Israel, David Lau.
Fue el lujoso hotel Alvear Icon donde se encontraron al menos cuatrocientas personas, incluyendo a las máximas autoridades de DAIA, AMIA y OSA, además de los embajadores de Israel, Eyal Sela, y de Estados Unidos, Marc Stanley, contó la Cadena Judía Vis a Vis. Por el gobierno estuvo el ministro de Educación Jaime Perczyck.
Al mismo tiempo, supo Clarín la gala fue organizada por el gobernador de Tucumán y ex jefe de Gabinete, Juan Manzur, quien tras alejarse de la gestión en la Casa Rosada junto a Alberto Fernández se recluyó en su territorio, donde al final la Corte Suprema no lo autorizó a presentarse con vice de Osvaldo Jaldo.
Es tan amigo Manzur de Lau que adoptaron la costumbre de que cada vez que se ven se saludan con “esta es su casa”, según donde esté uno y otro.
Manzur declaró al Gran Rabino de Israel, como al Embajador de Israel, huéspedes de Honor del Pueblo. Con ellos estaba el senador y amigo de Manzur Pablo Yedlin, preside el Grupo de Amistad con Israel en el Congreso.Yedlin estuvo el lunes en la cena del Icon.
Lau, máxima autoridad rabínica para el judaísmo en Israel, llegó a Tucumán con el embajador Sela; y con el rabino David Iosef (el director de la Academia talmúdica de Israel “Lejave Daat”); y el rabino de Mikdash Iosef, Ureil Husni, contó Vis a Vis que detalló la cantidad de religiosos y dirigentes comunitarios presentes.
Los oradores fueron el Gran Rabino David Lau, los embajadores de Israel y de Estados Unidos, rabinos de Panamá, México e Israel y Juan Manzur.
Según la crónica de Vis a Vis, Manzur contó historias de su viaje a Israel y remarcó que por su trabajo ( como político y gobernador), tuvo que dar discursos «ante 20, 30 o 50 mil personas, pero nunca me pasó lo que me sucedió frente al Muro (Kotel)». Se le doblaron las piernas de emoción, sostuvo. «Esa sensación no la tuve nunca».
Por cierto, en uno de esos viajes, Lau le dio a su amigo la posibilidad de encender la octava vela judaica, la última vela de Jánuca.
N.N