Si hay algo que no quería el conductor desprovisto de casco era entrar al túnel. Por eso, precisamente, llevó el monopatín a la banquina. Las calles de Marsella cambian con una singularidad nunca vista.
Las marcas de pintura que le dan continuidad a la bicisenda son bastante respetadas en una ciudad caótica. Pero a ojo de un extranjero no tienen previsibilidad en su traza y de pronto desaparecen y es posible advertir, por el pedaleo de ciclistas locales, que siguen en otro lado.
Y así es que un argentino terminó con su rodado eléctrico en la vía rápida a Toulon, aunque 10 cuadras atrás transitara una calle normal que apenas comenzó a ensancharse. La misma aplicación que traslada a pasajeros en auto, tiene repartidos monopatines en la ciudad que la gente alquila.
Es un medio de transporte muy elegido sobre todo en las horas pico, cuando el tránsito se vuelve insoportable. En Paris los prohibieron por los accidentes que protagonizaban. Cada tanto hay un estacionamiento y se devuelven en el mas cercano al destino deseado. La mayoría de los franceses los dejan tirados.
Monopatines eléctricos en Marsella, un viaje de ida. Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial El argentino llegó a la banquina por instinto de preservación y porque el conductor de un auto se apiadó y aminoró para que lo lograra. Lógico, la agilidad de las dos ruedas se vivencia en el espacio entre dos carriles calculando a cuanto pasa el manubrio de los espejitos de los autos.
Adelante estaba el túnel y cualquiera sabe que no es buena idea cruzar uno en monopatín, fundamentalmente porque después continuará como autopista y no volverá a ser la calle de adoquines que fue. Argentino, no trastornado.
La solución para regresar a la ciudad era el carril contrario. Pero desde esa contra curva antes del túnel se apreciaba la dificultad: el tránsito caía como cascada y hacía peligroso el cruce. ¿De contramano, entonces? Hubiese difícil explicarle a las autoridades los motivos de la segunda imprudencia sin saber como fundamentar la primera.
De todos modos las excusas estaban al caer, porque a lo lejos apareció una camioneta de pintura refractaria y luces naranjas en el techo. Vialidad de Marsella, sí. ¿Con qué expresión en francés empezar a ofrecer explicaciones?
En el puerto, a veces se caen cosas al agua… también un monopatín. Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial Pero después de frenar y encender todas las balizas posibles, el conductor de la camioneta simplificó el dialogo. Con la mano izquierda tocó el botón para bajar la ventanilla apuesta al volante y con cara de francés moderadamente indignado apoyó los dedos de la derecha sobre el pulgar y los penduló con un movimiento suave de muñeca durante el tiempo que podría durar una expresión del tipo “¿Qué hacés, papá?
La respuesta desde la calzada rompió el silencio. “I am lost”, dijo el argentino a caballo de un inglés muy británico. El hombre de vialidad entonces rogó: “No tunnel, please, no tunnel”.
La cosa podría haber tenido una resolución de primer mundo, pero cuando el argentino advirtió que las intenciones del servidor público eran cortar el tránsito para que el monopatín -que seguramente había sido advertido desde algún centro de monitoreo-, pudiera cruzar al otro carril, el argentino encontró el hueco y como una liebre cruzó a la traza que devolvía el tránsito a Marsella. Porque una cosa es perderse y otra es ser auxiliado tan pomposamente.