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Y después de los misiles, ¿qué?

Los acontecimientos del último año en Oriente Medio nos han puesto en vilo y no somos capaces, a estas alturas, de descifrar cómo hemos llegado hasta aquí y por qué senda continuaremos.

Cuando Israel avanzaba y profundizaba en sus relaciones con el mundo musulmán moderado, Hamás cometió un crimen atroz combinado con una operación coordinada de cohetes y células terroristas contra Israel, el pasado siete de octubre desde norte y sur. La respuesta con una invasión militar de Gaza, no solo fue inesperada, sino que nadie anticipó que la operación por controlar un territorio del tamaño de la ciudad de Madrid resultara tan dolorosa y complicada. Todavía hoy se siguen lanzando cohetes desde Gaza, lo que demuestra que los resultados no han sido los esperados y lo peor, es que nadie sabe qué hacer con Gaza cuando cesen los ataques.

Los continuados ataques de Hezbolá en el norte, con decenas de cohetes lanzados a diario, han llevado a un éxodo de cien mil israelíes que han debido dejar sus casas y trabajos en el norte del país para quedar a salvo. La respuesta de Jerusalén, sorprendió también: el bombardeo israelí que mató a altos funcionarios iraníes en Damasco; la respuesta en este crescendo: el ataque con drones y misiles del 13 de abril. La réplica, la muerte del líder de Hamas en Teherán, de casi todos los cabecillas de las dos organizaciones terroristas y finalmente la operación de los buscas y la muerte del líder histórico del Partido de Dios, Nasrallah. Y en esta locura imparable, el ataque de Irán del pasado lunes con 180 misiles, el mayor ataque con este tipo de armas a otro país de la historia. A diferencia de abril, el lanzamiento de decenas de misiles en hora punta y a las principales ciudades, buscaba colapsar el sistema de defensa y alcanzar un veinte por ciento de efectividad, lo que hubiera sido una tragedia en vidas humanas; pero y después de todo esto, ahora ¿qué?

Se especula sobre la dimensión de la respuesta y qué efectos tendrá sobre todos. Lo que sí sabemos es que la acción será meditada y preparada adecuadamente; no digo que no tengan todos los planes hechos, pero Israel evaluará muy bien los objetivos y las consecuencias. Si la respuesta es comedida, podríamos hablar de una desescalada, pero si es desmesurada, entonces sí que nos encontraríamos con un escenario dantesco que a quién menos interesa en estos momentos es a Israel que tiene dos frentes abiertos que todavía le darán muchos disgustos. Pero todos entendemos que Israel debe enviar un mensaje que sea bien comprendido por todos los actores en la región, lo que descartaría acciones como ciberataques, por muy efectivos que fueran, o actuaciones en otros territorios.

De los cuatro potenciales objetivos del ataque de Israel contra Irán, podemos descartar las instalaciones nucleares, vista la claridad del mensaje de Biden. También el ataque a las instalaciones petroleras. Irán exporta el 90% de su petróleo a China, pero si hay una disrupción del suministro, el gigante asiático saldrá a los mercados a la desesperada y la crisis que se anticipaba de aterrizaje tranquilo se convertiría en un accidente catastrófico para las renqueantes economías occidentales. El descabezamiento del régimen, como ha ocurrido con Hamás y Hezbolá, tendría un resultado incierto y difícil de calibrar, así que solo quedan los objetivos militares e industriales y a estos debería dirigirse el ataque. Si esto fuera así, podríamos respirar, pero estos sujetos no dan muchas razones para ser positivos. Cuando pasen las fiestas judías veremos por dónde sale Netanyahu, pero algo sí hemos aprendido esta semana, Israel no puede ir contra los intereses de Estados Unidos, que son en definitiva los que han proporcionado los equipos para que los ataques iraníes hayan resultado hasta ahora en fiascos. Esperemos que escuche a la Casa Blanca y se pueda volver a una senda de cordura, aunque no soy muy optimista.

Sin embargo, hay una óptica más geoestratégica que no podemos perder de vista. Teherán, con sus socios de Yemen, Líbano y Siria, constituyen una alianza política y militar, de la que son mediopensionistas los rusos y los chinos, con intereses que van más allá de Israel, sino de control de una región crítica para el petróleo y el comercio mundial. A pesar de que Arabia Saudita sea un gigante militar como también lo son los países del Golfo, solo la resolución de Israel y Estados Unidos los mantiene con cierta buena salud, por eso es tan crítico para los intereses de Irán que Israel sea derrotada, porque abriría la puerta a la expansión chiita en toda la región.

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