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Thomas Vinterberg: «El ministro de cultura danés ha guardado mi serie en una cápsula del tiempo»

Tras ganar el Oscar a mejor película internacional por ‘Otra ronda‘, el director danés Thomas Vinterbergfundador con Lars von Trier del movimiento Dogma 95 (en cuyo marco dirigió en 1998 la emblemática ‘Celebración’), prueba suerte en las series, como tantos otros grandes cineastas de nuestro tiempo. ‘Familias como la nuestra’, que Movistar Plus+ estrenará el 8 de noviembre, es un drama iniciático-distópico sobre una joven (Amaryllis August, la hija del director Belle August) que hace frente a la vez a su primer amor y a la evacuación de Dinamarca por la subida de las aguas. Entrevistamos al autor en el marco del Serializados Fest. 

-Después de ganar un Oscar por una película, se supone que has de hacer una película más grande. Pero acabamos de ver a Alfonso Cuarón saltando de ‘Roma’ a una serie de ‘streaming’ [‘Disclaimer’], igual que usted salta de ‘Otra ronda’ a ‘Familias como la nuestra’.

-Ganar premios es importante, es algo que crea atención y que te anima, pero no creo que deba ser algo que influya en tus decisiones artísticas. Eso reduciría lo que hacemos a puro arribismo. Bergman me enseñó un sistema en nuestra única conversación telefónica: escoger tu siguiente película antes de la noche de estreno de aquella en la que trabajas. De ese modo, tu decisión ya no es tan estratégica y resulta más pura. Dos cosas pueden pasar en un estreno, que fracases y te vuelvas conservador por conservar tu carrera, o que triunfes y eso te paralice. Decidí hacer esta serie antes de estrenarse ‘Otra ronda’; antes incluso de rodar aquella película, de hecho. 

-¿Desde cuándo viene pensando en esta Dinamarca amenazada por el aumento del nivel del mar?

-Empecé a dar vueltas al proyecto en 2017, desde antes de la pandemia, la guerra en Ucrania y las cosechas arruinadas por el clima extremo en Dinamarca y otros países europeos. El mundo era un lugar muy diferente por entonces. Ahora, nuestro ministro de cultura ha guardado la serie en una cápsula que se abrirá dentro de cien años para saber si mi predicción fue realmente acertada o no. 

-¿Se considera una persona eco-ansiosa?

-De algún modo, vengo siéndolo desde los años setenta. Crecí en un entorno hippie de izquierdas y cada día nos instruían sobre la polución en la escuela. Pero también me considero una persona optimista; con reservas, pero optimista. Es increíble lo poco que somos capaces de cambiar durante una vida como seres humanos y todavía menos como poblaciones. Estamos sentados en primera clase en el Titanic, y aunque vemos cómo entra el agua en los países del tercer mundo, en tercera clase, seguimos comiendo e intentando hacer ver que aquí no pasa nada. Los jóvenes de mi país quieren cambiar, pero no lo hacen; siguen volando y volando y comprando más y más ropa. Por otro lado, los seres humanos pueden inventar cosas increíbles y saben sacarse a sí mismos de las crisis. De modo que, a pesar de todo, mantengo el optimismo. 

-Es algo presente en la serie. Por ejemplo, que la pareja gay se decida a tener hijos justo en ese momento es una señal de esperanza. 

-Era muy importante para mí que la serie respirase ese espíritu. La esperanza ha sido un titular en mi vida durante los últimos cuatro años. Recuerdo haberle presentado una primera versión de la historia a mi esposa. Es sacerdote luterana, ¿sabe? En Dinamarca puedes ser esposa, mujer y sacerdote. La leyó y lloró. Esto fue un año después de perder a mi hija Ida. Me comentó que era una historia muy hermosa, pero también muy oscura. «Creo que tienes una depresión», me dijo. Yo le contesté: «No, solo estoy muy triste». Ella me animó a introducir algo de esperanza en la historia y en mi vida. Ha sido mi principal propósito en los últimos años y espero haberlo logrado. 

-Desde luego que lo ha logrado. Cuesta encontrar un ápice de cinismo en la serie. No es que usted fuera el director más sarcástico del mundo, pero la calidez lo inunda todo en esta ocasión. 

-Bueno, ‘Otra ronda’ tenía cierto sarcasmo. Igual esta serie se parece más a ‘La caza’. Lo que la hace más serena y también… quizás menos divertida [ríe]. ¡Tengo muchas ganas de volver a hacer algo con elementos de comedia! Pero gracias por decirme que lo he logrado. Gracias. Me parece un gran cumplido porque no es fácil introducir esperanza en el contexto de una Dinamarca que se desvanece. Sentí realmente que nosotros, como occidentales, seríamos capaces de reinventarnos. Somos unos malcriados, pero venimos de sociedades con buena educación, sentido de la solidaridad… Y, desde luego, creemos que tenemos derecho a existir, algo que no le sucede a otros. Eso nos daría fuerza, supongo. 

-¿Se sintió limitado como cineasta por el hecho de estar haciendo una serie de televisión? Algunos directores creen que en esa industria se debe escuchar a demasiadas voces.

-Tienen razón, pero en mi caso no fue así. Supongo que soy una rara excepción. Hay demasiadas voces, demasiados algoritmos y demasiadas decisiones que conducen a hacer algo que se convierte en genérico. Y como artista, lo más importante es evitar lo genérico. Se ha de promover lo especifico. Eso es lo que convierte una obra en personal y hace que la gente sienta cosas. 

-¿Hubo alguna serie en la que encontrara inspiración? Me recordó en cierto modo a ‘Years & years’, aunque su serie no tiene el ángulo de ciencia ficción. 

-La verdad es que no, no la conozco… Me inspiró ver una serie como ‘Babylon Berlin’, por ejemplo. Pero, sobre todo, estaba esa gran película llamada ‘Brooklyn’, o ‘Los emigrantes’, la película sueca de 1971. Es decir, me inspiraron las historias de los primeros emigrantes a Estados Unidos. Y las de aquellos judíos separados de su marco familiar. Viajé muy atrás en la historia para encontrar mi inspiración.

-Casi treinta años después de la fundación del Dogma 95, ¿cuáles diría que fueron las mejores consecuencias de ese movimiento de liberación cinematográfico? 

-En abril se cumplen treinta años de su creación. Y todos los periodistas me siguen preguntando por él. No me molesta, en realidad. Es algo que me da orgullo. Supongo que fue un hito del cine. Quienes lo hicimos acabamos abandonándolo porque el elemento de riesgo, el elemento de revuelta, el elemento de innovación y agresión, se evaporó en cuanto el Dogma se volvió moda. Pero hubo mucha gente que no se cansó, lo que me parece increíble. Hace poco un periodista británico me preguntaba cuál sería la próxima revolución… «¡No ha pasado nada en treinta años!», me decía. Y tiene razón. Pero es que ahora mismo el negocio del cine es cauto; nadie sabe hacia dónde se dirige. Está la IA, está el hecho de que la gente no va a los cines… Estamos en un momento de prudencia, algo que no parece suelo fértil para una revolución. 

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