Cuando el 7 de octubre de 2023 miles de terroristas de Hamas ingresaron a territorio israelí y masacraron a unas 1200 personas en poblaciones cercanas a Gaza, los medios egipcios solo reportaron que habían existido enfrentamientos entre palestinos y el ejército israelí. No hubo mención a las ejecuciones sumarias, las casas incendiadas con familias adentro, los secuestros. Ni una palabra sobre las rutas del sur de Israel tomadas por vehículos con terroristas que disparaban contra las poblaciones civiles o la matanza de 364 jóvenes que bailaban en un festival musical cercano a Gaza. El mismo día de la masacre, el gobierno de Egipto pidió evitar una escalada bélica “producto de ataques israelíes contra ciudades palestinas” e instó a Israel “a frenar sus ataques y provocaciones contra el pueblo palestino”.
“La misión de mi vida es luchar contra el Islam radicalizado y por el entendimiento entre musulmanes y judíos”, dice Ziada
Desde su departamento en El Cairo, Dalia Ziada comprendió lo que en realidad había ocurrido ese día. Le alcanzó con mirar las filmaciones de los propios terroristas, subidas a internet para jactarse de sus matanzas. Esta escritora, investigadora y periodista egipcia no dudó en hacer lo que había hecho siempre, incluso como líder de la llamada Primavera Árabe, cuando miles de jóvenes llenaban plaza Tahrir demandando la liberalización de un sistema opresivo en su país: difundir la verdad por las redes.
“La misión de mi vida es luchar contra el Islam radicalizado y por el entendimiento entre musulmanes y judíos”, dice Ziada a este diario desde Estados Unidos, donde reside.
Durante ese fatídico día, además de recurrir a sus redes, Ziada dio entrevistas en las que denunció que lo que había ocurrido en Gaza era una matanza indiscriminada de civiles por parte de terroristas. Casi de inmediato, comenzó a recibir amenazas de muerte. Hombres armados fueron a buscarla a su hogar, pero ella ya había dejado su casa y no la encontraron. Había pedido protección al Estado egipcio, pues había comprendido que su vida corría serio peligro, pero las autoridades se le denegaron. Peor aún: abogados cercanos al gobierno presentaron denuncias contra ella por traición a la patria.
Los de mi generación, los que vivimos la Primavera Árabe, nos dimos cuenta que el enemigo no era Israel, sino el islamismo
Rápidamente se comunicó con una institución académica en Turquía, un país de mayoría musulmana, aunque no árabe, donde tenía una oferta de trabajo. Le anunciaron que la beca había sido revocada por su apoyo a Israel. Con la ayuda de amigos del mundo académico, Ziada pudo dejar Egipto y recaló en los Estados Unidos, donde hoy vive alejada de su familia y de su hogar, esperando que el gobierno decida si le extiende una visa como refugiada política.
Ziada sigue recibiendo amenazas de muerte que por supuesto le preocupan, pero dice que no tiene opción. “Yo creo en lo que estoy haciendo. Estoy convencida de estar del lado correcto de la historia. Y además, lo que he visto en los videos de las masacres me hace sentir responsable. Siento responsabilidad de defender al pueblo judío”, dice durante una entrevista por videoconferencia. Habla en un inglés fluido con fuerte acento árabe. Con mucha convicción, pero sin dureza. Más bien al contrario, es una persona que emana calidez y simpatía.
La pregunta obvia es cómo esta mujer egipcia, musulmana y religiosa, que publica en los principales medios del mundo y fue nombrada por CNN como uno de los ocho agentes de cambio de Medio Oriente, eligió este destino de lucha en defensa de un liberalismo político que no existe como tal en su país de origen.
Ella explica que toda su educación inicial, tal como les sucedió a la gran mayoría de niños y jóvenes egipcios de su generación, estuvo dirigida a construir prejuicios insalvables contra Israel, el pueblo judío y Occidente. Recuerda que en la escuela se festejaba el día en que Egipto invadió Israel en la llamada Guerra de Yom Kipur, en 1973. Nunca se mencionaba que Israel y Egipto tenían un histórico acuerdo de paz. Solo se referían a ese hito, logrado entre ambos países en 1979, como un “acuerdo de seguridad”.
Hay un crecimiento de las democracias iliberales y Turquía es un caso paradigmático. No respetan los derechos humanos
Todos los viernes en la mezquita se invocaba una maldición contra los judíos e Israel. Y en los hogares de las familias egipcias que frecuentaba, recuerda Ziada, era usual encontrar el Corán al lado del libro Mi lucha escrito por Adolf Hitler o el libelo antisemita Los protocolos de los sabios de Sión.
“Mi ingreso a la universidad, a los 18 años, cambió las cosas –cuenta–. Al principio participaba de manifestaciones antiisraelíes, pero allí me encontré con militantes de la Hermandad Musulmana, que quemaban banderas de Israel, de los Estados Unidos e incluso de Egipto, dado que estos grupos islamistas no creían en entidades civiles, sino solo en califatos regidos por la sharia, la ley musulmana. En un país de fuerte nacionalismo y respeto por los signos patrios, esas acciones crearon en mí una especie de disonancia cognitiva que me impulsó a estudiar y embarcarme en un camino de independencia ideológica. Con el tiempo, ese camino me llevó a abrazar las ideas democráticas y liberales que hoy defiendo y a reconciliarme con otras culturas y religiones. Como mujer de fe, creo que el judaísmo es una hermosa religión”.
Esto la condujo también a perder gran parte de sus amistades y muchas de sus relaciones familiares. No así el afecto y el respaldo de su padre. Ziada cuenta que este hombre, un ingeniero militar, se inscribía en una rama mística del islam, el sufismo, asociada a conceptos de amor y tolerancia, y que esto influyó mucho sus elecciones en la vida.
Tras su paso por la universidad Ain Shams, en El Cairo, Dalia completó un posgrado en Relaciones Internacionales en la Fletcher School of Law and Diplomacy en la Tufts University, una de las diez instituciones más prestigiosas de los Estados Unidos para esa disciplina. La universidad le ha dado el reconocimiento de “exalumna distinguida” por sus logros profesionales.
En sus dos décadas de carrera, Ziada trabajó en distintos think-tanks analizando los conflictos regionales de Medio Oriente, cofundó el Liberal Democracy Institute en El Cairo y fue directora del American Islamic Congress. Actualmente es senior fellow en el Jerusalem Center for Security and Foreign Affairs (JCFA) y speaker (presentadora) de Hillel International, la mayor organización judía en los campus norteamericanos.
En lo que va del año ya realizó más de 50 presentaciones en diversas universidades, en las que expuso ante los alumnos el peligro de la infiltración de ideologías totalitarias en los campus del país.
–¿Cómo le está yendo en los campus? ¿Le permiten terminar sus presentaciones y tener debates civilizados?
–El año último tuvimos muchos pedidos de grupos radicalizados islamistas que presionaban para impedir mis presentaciones. Son los mismos fundamentalistas que me cruzaba en mi universidad en Egipto. Me los reencontré ahora en los campus norteamericanos. Son activistas pagos que utilizan las mismas banderas, las mismas narrativas y hasta la misma dependencia del apoyo de la cadena Al Jazeera. Pero últimamente las cosas han cambiado. Soy optimista. Los grandes teatros macabros que armó Hamas mostrando rehenes y niños muertos en cajones, como los niños de la familia Bibas, confirman todo lo ocurrido, y eso causó mucho rechazo entre los estudiantes. Hoy vienen a escucharme estudiantes árabes, egipcios, marroquíes, y podemos tener debates civilizados. Existe la posibilidad de un intercambio, aunque siempre habrá militantes que se oponen al diálogo. Pero lo que hizo Hamas fue tan provocador que hasta los estudiantes musulmanes lo rechazaron. Y Hamas hoy está perdiendo apoyo en Gaza, donde hay manifestaciones en su contra. Es una oportunidad dorada para echarlos.
Hoy a las universidades vienen a escucharme estudiantes árabes, egipcios y marroquíes, y podemos tener un debate civilizado
–¿Cómo se deja atrás una ideología radicalizada que está dirigida a inculcar el odio a Occidente?
–Los de mi generación, que vivimos la Primavera Árabe, nos dimos cuenta rápidamente de que Israel no era el enemigo. El enemigo era el islamismo. Y ahí comenzó a declinar el antisemitismo, especialmente entre los jóvenes. Ahora sucede lo contrario, porque las redes sociales fueron nuevamente tomadas por los islamistas y otros personajes nefastos. Hay que contrarrestar las cosas que se dicen en las redes sobre la necesidad de eliminar a los judíos y tomar Occidente. Se necesita una enorme campaña de desradicalización en toda la región. Una campaña que debería ser coordinada por los mismos gobiernos. Pero lamentablemente los gobiernos no parecen dispuestos a ocuparse del tema. Por eso no creo que veamos grandes cambios en el futuro cercano. A pesar de eso, debemos seguir intentando.
–¿Percibe una mayor penetración del islamismo en Europa y Estados Unidos?
–Eso comenzó en la década de 1960, cuando el presidente Gamal Abdel Nasser echó de Egipto a la Hermandad Musulmana, que se refugió en Europa porque en Medio Oriente eran rechazados. Y en vez de adaptarse trabajaron siempre para expandir su ideología y captar nuevos seguidores. Tuvieron una estrategia que incluso tiene nombre. Se llamó “La misión islámica”. Hay documentos fácilmente ubicables online. Hablan de cómo los islamistas pueden destruir la civilización occidental. Para ello necesitaron unir a la comunidad musulmana en torno a un enemigo común y el elegido fue Israel. El 7 de octubre los habilitó a salir a la luz del día con consignas antisemitas que en el fondo buscan debilitar la cultura liberal de Occidente.
–Hoy preocupa el deterioro democrático en distintas partes del globo. ¿Percibe debilitamiento de la cultura democrática de Europa?
–Sí. Hay un crecimiento de las democracias iliberales del que Turquía es un caso paradigmático. No tienen un sistema judicial independiente, no respetan las instituciones, no respetan los derechos humanos, los derechos de las mujeres. No respetan las bases mismas de un sistema democrático. El hecho que tengan elecciones o tengan una Constitución no es garantía de democracia, obviamente. Es sólo un disfraz para lo que en el fondo es una dictadura. Turquía es exactamente eso. Es una tendencia muy problemática que se está viendo cada vez más en Europa Central y otros países de la región.
–El 7 de octubre fue un día bisagra para su vida y para muchos procesos políticos en la región. ¿Cómo ve hoy el panorama?
–Sí, el 7 de octubre dio al principio un envión importante al islamismo radicalizado en toda la región. Durante un tiempo, previo al 7 de octubre, los islamistas más duros se habían retraído y los Estados árabes los consideraban una amenaza. Vimos por ejemplo cómo Emiratos Árabes, Egipto, Arabia Saudita y Bahrein coordinaron la lucha contra la Hermandad Musulmana, por ejemplo. En años recientes vimos cómo Egipto e Israel coordinaron la lucha contra Hamas y otras organizaciones extremistas en el Sinaí. Y toda esa coordinación empujó a los islamistas más radicalizados a bajar el perfil. Pero lo que hizo Hamas el 7 de octubre permitió que estos grupos radicalizados retornaran a la superficie y recuperaran influencia en la opinión pública bajo el argumento de que están luchando en favor de la causa palestina. La causa palestina es utilizada desde hace años por dictadores e islamistas extremos. Los dictadores la utilizan para distraer a la gente de sus problemas internos, de sus fracasos económicos y políticos. Y ahora los dictadores de la región se están arrodillando ante los extremistas. Se niegan a enfrentarlos. Y por eso atacan a gente como yo, en Egipto y en toda la región.
–¿Usted pasó a ser la amenaza?
–Así es. Es increíble que hoy siga habiendo una posibilidad de disenso tan baja en un país como Egipto. Y fíjese la ironía, en mi país y en mi región yo soy un peligro para la seguridad nacional, mientras que los terroristas y muchos elementos radicalizados que circulan libremente por las calles no lo son. Países árabes que alientan el terrorismo no son vistos como una amenaza, pero una mujer que les señala pacíficamente una situación política sí lo es.
–¿Cuál es su situación personal en la actualidad?
–Para ser sincera, hoy tengo miedo en muchos niveles. Vivo en un estado de incertidumbre y falta de previsibilidad. Mi situación es de mucha vulnerabilidad. Y los islamistas violentos están en todos lados, lo cual es otro factor de cuidado. Pero yo creo de modo ferviente en lo que estoy haciendo. Estoy convencida de estar del lado correcto de la historia. Y además, lo que he visto en los videos de las masacres me hace sentir responsable. Siento responsabilidad de defender al pueblo judío.
–¿Está distanciada de sus colegas del mundo árabe por las posiciones que tomó?
–A los colegas árabes y musulmanes que están desatando esta ola de antisemitismo les diría que he visto lo que Hamas es capaz de hacer con mis propios ojos. Lo que hicieron con nuestros soldados egipcios en el Sinaí. Lo único que les interesa es su califato islámico. Así que no me vengan con historias. Yo sé lo malos que son estos islamistas.
–Se la ve más convencida que nunca sobre su camino.
–Sí, desde ya. Nadie puede tolerar lo sucedido. ¿Cómo aceptar la visión de mujeres violadas, de niños secuestrados y muertos? Seguiré luchando contra la retórica extremista hasta el último día de mi vida.
UNA DEFENSORA DE LOS DERECHOS HUMANOS Y EL DIÁLOGO
Perfil: Dalia Ziada
Dalia Ziada (El Cairo, 1982), activista, periodista y analista política egipcia, estudió relaciones internacionles en la Fletcher School of Law and Diplomacy de la Tufts University, en Estados Unidos.
Ocupó puestos de liderazgo en centros de investigación regionales e internacionales y ONGs, donde gestionó programas y publicó ensayos sobre los conflictos políticos y las relaciones de poder en Medio Oriente y el norte de África. Actuó como uno de los líderes de la Primavera Árabe en 2010/2011.
Fue directora del American Islamic Congress. Hoy es senior fellow en el Jerusalem Center for Security y speaker de Hillel International.
La CNN la nombró como uno de los ocho “agentes de cambio” más importantes en el mundo árabe y el medio norteamericano The Daily Beast la reconoció como uno de los 17 blogueros más valientes.
Publicó The Curious Case of The Three-Legged Wolf. Egypt: Military, Islamism and Liberal Democracy (“El curioso caso del lobo de tres patas. Egipto: ejército, islamismo y democracia liberal”).
Recibió amenazas por decir que Hamas es una organización terrorista y tuvo que huir de Egipto. Está acusada de alta traición y se pidió que se le retirara la ciudadanía egipcia. Reside en Washington DC.
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