El juego corría en la cancha de Independiente, pero el clima estaba muy pesado en las tribunas. Y en un momento, a los 2 minutos de un segundo tiempo que pareció no iba a empezar porque las cosas ya estaban mal, aparecieron espectadores en el campo de juego. Federico Mancuello trató de contenerlos, pero había gente cortada que quería que se parara con el fútbol. El Rojo y Universidad de Chile estaban 1-1 en Avellaneda por la Copa Sudamericana, pero a esa altura se miraba más lo que pasaba en las gradas que sobre el césped. El partido, finalmente, fue detenido por el árbitro uruguayo Gustavo Tejera.
Los reportes de heridos y detenidos varían en las cifras entre sí. Un informe señaló que el número de heridos registrados era de 177 hombres, cinco menores y tres mujeres, y el de detenidos, de 125 personas, pero otros hablan de 300 visitantes retenidos por la policía bonaerense y 10 lastimados graves. Interviene la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N°4 de Avellaneda, a cargo del fiscal Mariano Zitto.
¿Qué sucedió? Los simpatizantes chilenos, que cubrían toda una bandeja en una cabecera, habían arrojado hacia abajo pedazos de mampostería, escobas y partes de sanitarios. Y abajo había hinchas de Independiente, sin contención. La situación fue agravándose, los espectadores de la popular baja se abrieron y el hueco fue agrandándose, pero ya era tarde: había personas lastimadas.
Los problemas comenzaron en la primera etapa, pero el encuentro continuó normalmente, como si nada ocurriera. Pero la situación se hizo insostenible más tarde, cuando algunos espectadores pisaron la cancha. Entonces sí Tejera suspendió, provisionalmente, la acción, pero eso no calmó a las hinchadas.
Los simpatizantes de Universidad empezaron a ser desplazados de la popular, pero los problemas no terminaron. Y la organización abrió las puertas para que los ocupantes de la bandeja inferior de ese sector, hinchas del Rojo, pudieran pasar a la platea más cercana.
Después, por los altavoces se informó que la parcialidad de Universidad de Chile debía retirarse completamente del estadio, sin lo cual el partido no seguiría. Muchos espectadores visitantes se marcharon, en medio de corridas y pedradas, y se retiraron las banderas, pero no todos desalojaron esa tribuna alta. El operativo de seguridad estaba a cargo de 650 efectivos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que se encontraba mayormente fuera del estadio, e incluyó 150 agentes de seguridad privada.
Si bien gran parte de la parcialidad local se mantuvo en calma, tronaron cánticos contra Conmebol y el presidente de Independiente, Néstor Grindetti. Y luego de algunos minutos en los que fueron yéndose hinchas visitantes y desplazándose simpatizantes locales mientras un pequeño grupo continuaba lanzando cosas desde arriba, el ambiente fue calmándose en apariencia. Ahí, ambos equipos se marcharon a los vestuarios, con la idea de pasar unos 20 minutos allí hasta que fuera evacuado completamente el público visitante y que se reanudara el partido alrededor de las 23.25. Imposible. Todo empeoró.
Unos pocos vándalos permanecieron en la bandeja superior arrojando cosas. Y al tiempo, ingresaron a ese sector barrabravas de Independiente para ir al choque con los de Universidad de Chile. Justicia por mano propia. Hubo personas que cayeron desde el sector alto al de abajo, y otras que fueron tiradas. La situación, si bien comprendía a pocos individuos, se tornó gravísima.
Los vándalos de la barra del Rojo atacaron a golpes a los escasos ocupantes que quedaban e incluso comenzaron a ser reportado casos de personas desnudadas y golpeadas en ese sector, mientras otras, incluidas mujeres, se guarecían en pequeños grupos ante el avance de los violentos de Independiente.
Todo esto sucedía sin presencia policial en la zona de los problemas. Recién cuando el panorama se aquietó ingresaron efectivos a la tribuna, en la que quedaban muy pocos espectadores. Según reportes, dos estaban inmóviles. La televisación oficial, por su parte, evitó las imágenes del caos, mientras sus periodistas narraban acongojadamente lo que llegaban a ver desde la cabina.
Y a las 23.37, más de media hora después de la detención del encuentro, se conoció que, en principio, la suspensión era definitiva. Dos minutos más tarde, quedó oficializada la medida hasta ese momento: el partido quedaba suspendido, al menos por este miércoles. Pero no sería la determinación definitiva por parte de Conmebol. Más tarde difundió la decisión final: el encuentro deportivo fue “cancelado en función a la falta de garantías de seguridad por parte del club local y de las autoridades locales de seguridad”. Y la entidad derivó el caso a una comisión que investigará lo sucedido.
A todo esto, el 1-1 parcial en Avellaneda, tras el 1-0 para Universidad registrado en Santiago, favorecía al equipo chileno para clasificarse para la rueda de cuartos de final. Independiente necesitaba como mínimo ganar por un gol para desembocar en una definición por penales.
Tras la suspensión, una buena parte del público se metió en el campo de juego y la salida de la mayoría se daba en plena furia, con insultos y relatos escalofriantes de lo que los asistentes al espectáculo habían vivido. Las descripciones daban a entender que los esectadores habían sido testigos de una guerra. Lo que se observaba en aquella tribuna no sugería buenas perspectivas para con la gente agredida. Algunas heridos fueron trasladados al hospital Fiorito en estado de gravedad, según confiaron fuentes de ese centro de salud a TyCSports, que cuando llegó con las cámaras allí se encontró con que barrabravas de Independiente lo obligaban a irse sin filmar.
Y en medio de todo ello, hinchas eran llevados en camilla, otros sangraban y, casi de manera unánime, se reclamaba contra la desprotección, sobre todo de los chicos, las mujeres, los jubilados y aquellos que quedaron desguarnecidos en la tribuna debajo de los vándalos. Una noche salvaje, que tuvo decenas de detenidos y de heridos. Muy lejos de lo que convocaba a todos: el fútbol.