Este jueves, la portavoz del FMI, Julie Kozack, dejó en claro el mensaje que le baja el organismo al gobierno de Milei: “Necesitaremos apoyar un camino más ambicioso de acumulación de reservas en Argentina. Esto ayudará a la Argentina abordar mejor los shocks, y también ayudará a facilitar un reacceso oportuno a los mercados internacionales de capital”. Traducido: el FMI exige que el Banco Central junte más dólares, no para mejorar el bienestar de la mayoría, sino para garantizar el pago de la deuda externa. El Fondo, con el respaldo de la Casa Blanca y los grandes banqueros de Wall Street, apoya el experimento de Milei y Caputo, pero advierte que la paciencia no es infinita.
Desde que Milei asumió, el plan económico de Caputo se apoyó en dos ejes: ajuste feroz y dólar planchado. El ajuste fiscal y la motosierra sobre el gasto público, el empleo y los salarios tienen su contracara en la decisión deliberada de no dejar subir el dólar oficial. ¿La razón? Sostener artificialmente una “ilusión” de baja de inflación, aunque eso implique rifar los pocos dólares que quedan y agravar la dependencia externa. La estrategia, celebrada con cautela por el FMI, genera una falsa estabilidad, pero deja al país sin reservas y a la deriva frente a la próxima tormenta.
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Las cifras hablan por sí solas: al 3 de diciembre, las reservas netas del Banco Central volvieron a su rojo histórico, con casi 17.000 millones de dólares negativos según la metodología del propio FMI, muy lejos de los objetivos comprometidos. El último pago a los tenedores del bono BOPREAL –creado por Caputo para que los importadores salden sus deudas– drenó todavía más los dólares. Hay sospechas fundadas de que esos pagos se hicieron con los depósitos en dólares de la gente, lo único disponible más allá del préstamo del FMI y el swap con China.
Las reservas brutas –esas que el Gobierno muestra para la tribuna– no reflejan la realidad: gran parte está comprometida o no se puede usar. Los consultores privados y hasta la propia Oficina de Presupuesto del Congreso reconocen que la situación es insostenible. En enero hay que afrontar un vencimiento de 4.200 millones de dólares, y los pagos en 2026 suman casi 20.000 millones. ¿De dónde piensa sacar Caputo esos dólares? De la misma receta de siempre: tomar más deuda para pagar deuda vieja.
La trampa de la deuda
El staff técnico del FMI ya asumió que Argentina no va a cumplir la meta de reservas, pero todo indica que le concederán un nuevo “waiver” (perdón) por pedido de Estados Unidos, que considera a Milei su aliado estratégico en la región. De todos modos, el mensaje es claro: la Argentina debe dejar de usar dólares para contener la inflación y empezar a acumularlos para los acreedores externos.
No es casual que los popes del capital financiero, como el JP Morgan y el Citi, salgan a marcarle la cancha al gobierno y aconsejen devaluar para juntar dólares con el argumento de fortalecer las “defensas” del país antes de las elecciones de 2027. En su último informe publicado el JP Morgan afirma que “la lección para 2026 es clara: aumentar las reservas debe ser una prioridad para fortalecer las defensas del país antes de las elecciones generales de 2027”, indicando que “el aval estadounidense debería utilizarse estratégicamente y con urgencia para construir colchones internos”.
Mientras tanto, Caputo y Bausili negocian a contrarreloj un préstamo “repo” por hasta 6.000 millones de dólares con bancos extranjeros tras fracasar el supuesto “blindaje” de 20.000 millones.
El “dólar barato”: espejismo para pocos, miseria para muchos
La apuesta de Caputo por el “dólar barato” es pan para hoy y hambre para mañana. El supuesto ancla de los precios no responde a una economía fortalecida, sino al endeudamiento y a un ajuste brutal que licúa salarios, destruye empleo y liquida el consumo. ¿Quién se beneficia? Los grandes especuladores, la banca y los grupos económicos que pueden aprovechar la estabilidad transitoria para seguir aumentando sus ganancias.
Para las grandes mayorías, la “estabilidad” se paga con más deuda, salarios de miseria y una economía cada vez más dependiente de los dictados del FMI. El ajuste, las paritarias congeladas y las jubilaciones de hambre son parte del paquete que exige el Fondo para garantizar el repago de una deuda que ni siquiera benefició al pueblo trabajador. El modelo económico de Milei y Caputo beneficia a los especuladores, a la banca y a los grandes grupos económicos, mientras ataca los salarios, jubilaciones y aumenta la miseria de los sectores populares.
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La deuda externa argentina es fraudulenta e ilegítima. Fue tomada en beneficio de los grandes bancos y especuladores, para financiar la fuga de capitales y consolidar la dependencia económica. El FMI, lejos de ser un actor neutral, fue cómplice de ese saqueo, avalando préstamos que solo sirvieron para enriquecer a una minoría y descargar el ajuste sobre las espaldas de los trabajadores. Pagar esta deuda no solo no resuelve los problemas de fondo, sino que condena al país a perpetuar el atraso, la miseria y la subordinación.
¿Hay alternativa? Sí, pero exige dejar de obedecer a los mismos de siempre. Nacionalizar el sistema bancario y el comercio exterior, bajo control de los trabajadores, permitiría cortar de raíz la fuga de capitales, el saqueo y la especulación. Si las divisas que ingresan por exportaciones, hoy en manos de un puñado de grandes empresas y bancos, fueran gestionadas en función de las necesidades sociales y no del lucro privado, se podría garantizar el abastecimiento y financiar la producción nacional.
