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America’s Cup: ¿nace la Era Kiwi en el mar o viene una epopeya británica?

Zarpan los gigantes AC75 del bellísimo puerto catalán y la imagen de la despedida lo dice todo. Mientras en la base del INEOS Britannia el barco de Sir Ben Ainslie se despide entre aplausos tímidos y vítores emocionados, los kiwis atruenan la atmósfera a metros del monumento de Colón, al final de la Rambla, para despedir al “Taihoro”, el barco neozelandés con el que Emirates Team New Zealand planea aplastar el sueño británico de llevar, por primera vez en 173 años, la Jarra de las Cien Guineas, la America’s Cup, de regreso a la Isla de Wight.

En la base de los kiwis el haka de descendientes maoríes se repite en cada partida del Taihoro hacia el campo de regatas. Atemoriza y genera una energía indescriptible, una corriente de apoyo brutal hacia un equipo que ya ganó la America’s Cup cuatro veces y esta semana quiere festejar la quinta, tercera consecutiva, después de recuperarla frente a Estados Unidos en Bermuda (2017) y defenderla ante los italianos del Luna Rossa en Auckland (2021).

¿Es una Era Kiwi de dominio absoluto en el agua o hay chances de una epopeya británica? Apenas cuatro días atrás, cuando Emirates Team New Zealand aceptó formalmente como “defender” el desafío de INEOS Britannia por la 37° America´s Cup, los papeles mostraban -por primera vez en años- una batalla pareja de dos barcos y equipos muy afinados, con conocimientos similares del sofisticado velero volador, el AC75.

Pero pasaron las primeras cuatro regatas, carreras de vientos más bien flojos, y Nueva Zelanda transformó los análisis y las expectativas de igualdad en lo que parece ser una arrolladora marcha hacia las siete regatas ganadas, las necesarias para renovar el título de campeón. Aunque en las transmisiones de TV los relatores se esfuercen en mostrar la paridad de los dos equipos y eligen ver los pocos metros que INEOS Britannia corre detrás del Taihoro, en el agua el dominio kiwi es brutal. Navegan a la perfección, maniobran esa bestia que vuela a 100 kilómetros por hora como si fuera un caballo obediente y dócil y eligen siempre bien los mejores vientos del campo de regatas para apabullar a los ingleses.

Los match race de la America´s Cup son complejos por el escaso margen que deja el barco que controla el viento limpio al que va detrás. Ahora, en la era de los foils y los veleros voladores, cuando la diferencia de velocidad tiende a desaparecer, el control de la largada y luego la defensa de esa posición de dominio del viento claro hacen casi todo en la definición de una regata.

Por primera vez en 60 años, Gran Bretaña pelea por la America's Cup. Inglaterra organizó la primera copa en 1851, pero nunca la pudo ganar. Foto Ian Roman/America's CupPor primera vez en 60 años, Gran Bretaña pelea por la America’s Cup. Inglaterra organizó la primera copa en 1851, pero nunca la pudo ganar. Foto Ian Roman/America’s CupEl que larga bien tiene setenta por ciento o más de la carrera en el bolsillo. Y es lo que viene pasando en estos primeros match race de la 37° America´s Cup: Nueva Zelanda controla las partidas y luego todo es administrar, con maniobras perfectas y táctica demoledora, esa leve ventaja inicial hasta transformarla en triunfos que, con diferencias de 20 a 50 segundos entre la llegada del primero y el segundo, aparentan regatas parejas, aunque visualmente son distancias enormes, de 300 a 900 metros en la llegada a la boya final.

Desde las Regatas Preliminares de esta 37° America´s Cup, pasando por la Louis Vuitton Cup de la que surgió INEOS Britannia como challenger del equipo kiwi, y también en las primeras America´s Cup de jóvenes y mujeres, corridas en barcos más pequeños, pero también voladores, los AC40, la partitura es parecida: quien controla la partida y no comete errores en las maniobras (el peor es perder el vuelo en una virada y así caer de 60/80 kilómetros por hora a 10) gana la regata. Parece una obviedad, pero no lo es.

La America’s Cup se definió históricamente por las diferencias en las velocidades de los contendientes, algo que aquí no existe, y por tácticas brillantes que daban vuelta una regata o un conjunto de regatas por la elección de los mejores “bordes”, de los mejores rumbos en un campo de regata hasta derrotar al adversario por haber acertado con el mejor viento. Ahora, en la era de los AC75, la táctica definitoria es la de la largada; de allí en más las cartas están casi siempre echadas.

Ben Ainslie, el skipper británico, el mayor ganador de medallas olímpicas de la historia, tiene por delante una epopeya o quedarse con un título que no quiere ostentar, el de haber vuelto a disputar una America´s Cup después de 60 años. Ainslie quiere lo que siempre ha conseguido: el oro. Sabe que se anotará con el título de mejor navegante del yachting inglés de 200 años si regresa a la cuna de la America´s Cup, a Cowes, al Royal Yacht Squadron, a la Isla de Wight, con la Jarra de las Cien Guineas en sus manos. Y puede lograrlo.

Once años atrás, en la bahía de San Francisco, Oracle Team USA defendía la 33° America´s Cup ante los kiwis del Team New Zealand Aotearoa, que ganaban por goleada. Nada ni nadie podía impedir que la Jarra de las Cien Guineas partiera rumbo a Auckland una vez más. La copa se la quedaba el primero en ganar 9 regatas, y los kiwis llevaban -como ahora- cuatro regatas de ventaja sobre el barco norteamericano, timoneado por Jimmy Spithill.

Entonces, Spithill despidió a su táctico (John Kostecki) y sentó a su lado a la leyenda olímpica británica, a quien había ganado una plata y cuatro oros en cinco juegos consecutivos, Ben Ainslie, que hasta entonces jugaba un rol secundario en el equipo Oracle defensor del título.

En los nuevos barcos AC75 voladores, el que controla la largada tiene virtualmente ganada la regata. Y los kiwis vienen controlando todas las largadas. Foto Ian Roman/America's CupEn los nuevos barcos AC75 voladores, el que controla la largada tiene virtualmente ganada la regata. Y los kiwis vienen controlando todas las largadas. Foto Ian Roman/America’s CupOracle siguió perdiendo regatas hasta el 8-1 a favor de los kiwis, rumbo a un final demasiado cantado. Demasiado cantado hasta que Ben Aisnlie, el mismo que ahora timonea el barco británico, comenzó a acertar, regata tras regata, los mejores bordes y a empujar al equipo de Spithill a una remontada que terminó 9 a 8 a favor de los norteamericanos.

Desde entonces, no hay imposibles en la America´s Cup. Al menos no hay imposibles si es Sir Ben Ainslie el que timonea un barco, como ahora.

La cuarta regata de la 37° America´s Cup se corrió este lunes con algo más de viento y mucho más de ilusión por ver al equipo británico recuperarse para nivelar la tabla de posiciones. En la largada los del equipo de Ben Ainslie hicieron todo bien y por minutos se adelantaron a los kiwis. Minutos, solo minutos. Hasta que el timonel neozelandés, Peter Burling, doble campeón de la America´s Cup, apretó los dientes, viró hacia la derecha del campo de regatas y, apenas en tres o cuatro cruces, dejó en la estela de vientos sucios del Taihoro al Britannia, una sombra de allí en más y durante las seis legs o etapas de esta cuarta carrera.

INEOS Britannia tiene en sus filas a varias decenas de ingenieros del equipo Mercedes Benz de Fórmula 1. Cada día, durante y al final de las regatas, ese laboratorio de la F1 recibe cientos de miles de datos del barco británico y esos ingenieros ajustan detalles mínimos para intentar ganar segundos claves. Todo vale en este corto camino hacia la gloria o hacia una derrota que será doblemente dolorosa para los británicos si, como planean los neozelandeses, la 37° America´s Cup es la que definitivamente inaugure una Era Kiwi de dominio en el mar.

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