En Argentina, el fantasma de descenso aterra, paraliza. Todos le temen, incluso aquellos que no deberían temerle. Alcanza con pensarlo para que los miedos se disparen, aún cuando quedan 21 partidos por disputarse (63 puntos). Y en esa bolsa conviene meter a hinchas, dirigentes, jugadores, periodistas y más. El orgullo y el ego se mezclan con los negocios y por eso nadie puede permitirse bajar de categoría. No sorprende entonces la histeria en la que está inmersa la Liga Profesional, con equipos que no pueden salir de perdedores, con amenazas para dirigentes, con hinchas al borde del colapso y con una AFA dispuesta a dar un volantazo a mitad de temporada. Claro, no hay desprolijidades cuando se trata de combatir al fantasma del descenso.
En los grupos de hinchas de la mayoría de los clubes no se habla de otra cosa: el fantasma del descenso. En mayor o menor escala, todos lo sufren. Ahí está el caso de Ricardo Gareca, ese entrenador laureado y con una espalda difícil de igualar. Volvió a su Vélez amado el Tigre, a dar la mano que necesitaba el elenco de Liniers. Pero el fantasma se lo comió en 12 partidos (un triunfo, 4 derrotas y 7 empates) y le debilitó la salud. “Estamos en una etapa en la que necesitamos pastillas para dormir”, soltó Gareca días antes de renunciar.
El caso de Vélez es uno de los tantos. La crisis del conjunto velezano parece no encontrar fondo y sería injusto adjudicarle todo a la posibilidad de descender. Pero pesa como nada. Por eso los hinchas se manifiestan cada vez que se juega en el José Amalfitani pidiendo elecciones anticipadas. Bastante más: una simpatizante atacó una de las inmobiliaria del presidente Sergio Rapisarda. “La gente está disgustada por la crisis futbolística que atraviesa el club. Puede no estar de acuerdo con nuestra dirigencia, pero no pensé en renunciar porque los mandatos hay que terminarlos”, explicó Rapisarda.
Los insultos contra la dirigencia se acumulan cada vez que Banfield (complicado por promedios y por tabla general) juega en el Florencio Sola. El presente y el miedo provocaron el regreso de Julio César Falcioni, un entrenador con pergaminos y con personalidad para atravesar tormentas. Pero el Emperador sacó 3 de los 15 puntos que disputó y las aguas no lograron calmarse ni mucho menos.
De los denominados grandes, Independiente es quien juega con la tensión en los músculos. A la presión no la soportó el presidente Fabián Doman y renunció a pocos meses de asumir. El periodista apostó por el ignoto Leandro Stillitano, que duró apenas 8 jornadas. El sustituto en la presidencia, Néstor Grindetti, llamó a Ricardo Zielinski, que se pudo acomodar tras un arranque adverso. “La presión la teníamos siempre y bienvenida sea la presión. Independiente es un club grande que juega permanentemente con presión”, avisó el Ruso al asumir. Un dato: el Rojo terminó penúltimo la fecha 13 penúltimo y a sólo dos puntos del colista Unión. El cuadro de Santa Fe, en tanto, salió de la asfixia con la racha de 3 triunfos y un empate que encadenó Sebastián Méndez, el reemplazante de Munúa.
Arsenal parece condenado, mientras que el humor de Instituto, Atlético Tucumán, Sarmiento, Central Córdoba, Platense, Tigre, Barracas Central y Godoy Cruz va variando jornada tras jornada producto de los triunfos o las derrotas, y de los desempeños de los árbitros, cada vez más señalados por los dirigentes e hinchas.
Y la AFA acompaña el sentir de los dirigentes por la simple razón de que son lo mismo. Claudio Tapia, ahora en Indonesia con la Scaloneta, hace saber que no está de acuerdo con la posibilidad de suprimir uno de los tres descensos que estaban estipulados. El próximo jueves, a las 16, se realizará una Asamblea Extraordinaria en el predio de Ezeiza y ahí el Comité Ejecutivo aprobará la reforma del estatuto. Quedará por determinar si los dos descensos se producirán por la tabla de promedios o será uno por la de promedios y la restante por la tabla anual.
¿Cuál es la explicación real del cambio? El temor al descenso, ni más ni menos. ¿La excusa? Aseguran que el campeonato de 28 equipos es más competitivo que cualquier otro, que la audiencia crece, que el calendario es más previsible, que prendió mucho el formato de playoff de las Copas, y que -acá no hay chiste- el Mundial de Qatar se logró por los futbolistas que crecieron y se desarrollaron en nuestro fútbol. “Pensamos que la Superliga no puede tener la cantidad de equipos que hoy tiene. No hay torneos de elite con la cantidad de equipos que tenemos nosotros. Es más, te digo, si hilamos fino, hasta tendría que tener 18 equipos”, supo confesar Chiqui en 2019.
Las cadenas que tienen los derechos de televisión no levantaron la voz en los últimos días, por lo que se presume que no están tan disconformes con mantener lo actual. Tal vez la histeria produce que todas las fechas haya partidos clave por la tabla de abajo, aún cuando quedan muchos puntos en juego. El morbo suele ser algo movilizante.
Seguirá girando la rueda, los partidos se sucederán con polémicas, los hinchas explotarán contra propios y extraños, que son casi siempre los árbitros en tiempos de VAR. La histeria, ni más ni menos, que provoca el potente fantasma del descenso.w