“Estar ahí con Maradona, Goycochea en el arco y yo al costado… pensé: ‘Estos dos jugaron en la Selección, Goycochea sabe cómo patea Maradona y Maradona cómo ataja Goycochea, ¿quién ganará este duelo?’”, le contó Rubén Pacualino a Olé. Esa fue la sensación que lo atravesó aquel 14 de septiembre de 1997, un día que parecía común, pero que quedó marcado en la memoria del fútbol argentino. Diego Armando Maradona, en una Bombonera explotada, frente a Newell’s, marcaría el que sería su último grito de gol. Sí, hace 28 años. Y ahí estaba Rubén, el árbitro que cobró el penal y que convalidó ese histórico gol.
Y no terminó ahí. Ese día se llevó algo que todavía lo emociona: la camiseta firmada del 10. Se detiene un momento, la señala, y continúa: “No la vendo”. Un partido que no era cualquiera. Un día antes había perdido a su abuela, y encima coincidía con el cumpleaños de su papá. Rubén no iba a dirigir, pero por esas vueltas de la vida terminó ahí, y ahora, casi tres décadas después, recuerda cada detalle con la misma intensidad de aquel día. La camiseta, enmarcada y cuidada, permanece como un tesoro íntimo, lejos del sueño de cualquier coleccionista.
Maradona y Pascualino compartían algo más que un momento: la rebeldía. “Él era un rebelde, un tipo que luchaba por causas. Yo también soy así”, señala. Y esa rebeldía le costó caro: enfrentó a Julio Humberto Grondona para defender a los árbitros y, por eso, su carrera se detuvo abruptamente: “Me retiraron en 1999”. Y estuvo 17 años prohibido en el fútbol.
Pero la pasión no se apaga. Hoy, a los 65 años, Pascualino volvió al fútbol y hace 10 años pelea por refundar El Porvenir, el club de su vida. Porque hay historias que no se olvidan, momentos que te marcan y recuerdos que se quedan con uno para siempre…
-¿Cómo fue cobrar el último gol de Maradona?
-Fue un momento muy especial. Maradona y yo nacimos el mismo año, 1960, así que compartíamos edad. El partido fue el 14 de septiembre de 1997, Boca vs. Newell’s, y para mí fue muy intenso. Ese fin de semana, justo un día antes, falleció mi abuela y además coincidía con el cumpleaños de mi padre, así que emocionalmente era un combo enorme. Yo no iba a dirigir el partido, pero mi papá y mi abuelo me dijeron que fuera igual.
-¿Qué recordás del partido?
-Era un partido lleno de emociones. Goycochea debutaba en el arco de Newell’s. Hubo un penal que me señaló el asistente y lo cobré. El recuerdo que tengo, después de 28 años, es estar ahí con Maradona por patear, Goycochea en el arco y yo al costado pensando: “Estos dos jugaron en la Selección, Goycochea sabe cómo patea Maradona y Maradona cómo ataja Goycochea, ¿quién ganará este duelo?”. Maradona lo pateó de manera fantástica, un verdadero golazo. En el segundo tiempo, lo reemplazó Guillermo Barros Schelotto, que también debutaba en Boca y convirtió el segundo gol. El partido terminó 2 a 1 para Boca.
-¿Cómo fue tu encuentro con él al finalizar el partido?
-Al terminar el partido, Maradona vino al vestuario y me agradeció por haber dirigido en esas condiciones. Me regaló su camiseta firmada con una dedicatoria que dice: “Con cariño para Pascualino” y su firma. Ese gesto fue increíble para mí.
-¿Te la quisieron comprar?
-Sí, millones de veces, pero no la vendo. Para mí tiene un valor sentimental que no se mide en lo económico. El día que yo no esté, mi señora la va a vender a los dos minutos, ja.
-¿Lo volviste a ver? ¿Cómo te enteraste de su fallecimiento?
-No, nunca más. Quise acercarme cuando lo vi mal en su última etapa en Gimnasia, pero sabía que había un hermetismo que no me iba a permitir llegar. Siempre entendí que él tenía una enfermedad de la que no pudo salir y que quienes lo rodeaban no lo cuidaron. Me enteré de su fallecimiento por la radio, fue un dolor enorme y hasta el día de hoy me sigue doliendo. Yo soy maradoniano, y conmigo tuvo un gesto humano total siendo él Maradona y yo nadie. Ese gesto refleja lo que él era.
Rubén Pascualino en La Bombonera.
“Estuve 17 años prohibido en el fútbol”
-¿Cómo fueron tus inicios en el arbitraje?
-Ingresé al arbitraje por casualidad. Siempre me gustó el fútbol, además mi papá era dirigente de El Porvenir. Antes había intentado otras carreras: estudié un año de Medicina porque mi viejo quería que fuese “profesional”, pero no me gustó. Después me anoté en el profesorado de Matemática, Física y Química, también lo dejé. Mi padre me dijo: “O estudiás o te vas a trabajar”. Un día pasé por AFA y vi que ofrecían el curso de árbitros. Me interesó, le conté a mi papá y me apoyó. Entré con 20 años (cuando la edad mínima era 21), gracias a un permiso especial del gerente de AFA. Empecé en 1981 y me recibí en 1983.
-¿Por qué decidiste ser árbitro?
-El primer día de clase los profesores preguntaron por qué queríamos ser árbitros. La mayoría dijo que por plata o salida laboral. Yo respondí: “Para llegar a ser árbitro internacional”. Todos se rieron, incluso el profesor. Pero con el tiempo se cumplió: fui el único de ese curso que llegó a internacional.
-¿Cómo fue tu camino en el arbitraje y por qué tuviste que dejar?
-Llegué a ser árbitro internacional, pero me retiraron en 1999. En ese momento yo era secretario adjunto de la Asociación Argentina de Árbitros. La AFA había cambiado los contratos: ya no había relación de dependencia, eran contratos de dos años que nos dejaban sin derechos laborales. Como directivo, entendía que debía pelear por los árbitros. Mandé un telegrama reclamando, y al día siguiente me echaron. Con 39 años, cuando aún podía dirigir 11 más, quedé afuera. Mi viejo se enojó mucho, pero seguí la lucha. Después de cinco años de juicio, incluso en la Corte Suprema, le gané a AFA y a Julio Grondona. Ese fallo creó jurisprudencia: gracias a él, todos los árbitros volvieron a tener relación de dependencia.
-¿Qué significó esa pelea para vos?
-Fue durísimo. Me cerraron las canchas, no podía entrar ni como hincha, estuve 17 años prohibido en el fútbol. Además sufrí problemas de salud, incluso un ACV, y ataques de pánico cuando intentaba volver a las canchas. También me dolió que muchos colegas me dieran la espalda.
-¿Cómo fue tu regreso al fútbol?
-Con ayuda de psicólogos volví de a poco. Me formé como instructor y hoy doy clases en institutos y escuelas de árbitros, además de ser director de una escuela del municipio de Florencio Varela. También enseño arbitraje en escuelas de técnicos de fútbol.
-¿Cómo era ser árbitro en tu época?
-Ser árbitro siempre fue difícil. En mi época no había VAR ni tecnología, apenas “Fútbol de Primera” mostraba un resumen a la noche. Un error se amplificaba y te perseguía toda la semana. Recuerdo un Gimnasia–River donde cobré un penal inexistente al Burrito Ortega. Esa noche en TV me destrozaron, no dormí nada. Y al otro día en mi librería los vecinos me cargaban sin parar. Hoy los árbitros tienen psicólogos, preparadores físicos y el VAR que puede corregir errores. Nosotros estábamos solos: si te equivocabas, había que bancarla y esperar que te volvieran a designar.
-¿Recordás tu primer partido?
-Sí, era un partido de juveniles. Era un domingo a las 9 de la mañana en invierno, en la cancha de Argentino de Merlo. A esa hora no había prácticamente nadie. Los profesores nos indicaban llegar una hora antes, pero yo llegué dos horas antes. Me encontré con el canchero, totalmente dormido, que me reprochó estar ahí tan temprano. Le expliqué que venía a dirigir el partido y, al final, terminamos tomando mate juntos antes de empezar.
-¿Qué diferencia ves entre tu época y la actual?
-En mi época el árbitro recibía solo la designación y debía ir a la cancha sin preparación específica del partido. No había VAR, auriculares, ni comunicación constante entre árbitros. Hoy hay tecnología, lo que facilita mucho la labor. El cambio más importante empezó en 2006, cuando FIFA implementó la instrucción formal de posicionamiento y tácticas en el campo. Antes, todo se aprendía directamente dirigiendo.
Rubén Pascualino se postula a presidente del Porve.
El Porvenir, Merelas y las elecciones
-¿Creés que tu forma de pelear por tus convicciones se parece a la de Maradona?
-Sí, él era un rebelde, un tipo que siempre luchaba por causas. Yo también soy así. Dejé el arbitraje para defender a los árbitros, sabía que me iban a echar, pero no paré. Hace 10 años que lucho de manera constante contra Enrique Merelas. Una vez le dije: “No voy a parar hasta sacarte del club, y sabés que lo voy a hacer”.
-¿Cómo fue esta lucha por recuperar el club?
-He tenido que enfrentar un sistema blindado por políticos y otros factores. Durante 10 años fui a juzgados, presenté denuncias, golpeé puertas y seguí insistiendo hasta poder intervenir el club. Lo desafiliaron, incluso Chiqui Tapia intentó que negociáramos para que no lo intervengan, pero yo insistí en reempadronar a los socios y preparar elecciones democráticas. Aún hoy sigo proscrito por Merelas, que no me quiere asociar.
-¿Pudiste tener contacto con él recientemente?
-La última vez que hablamos fue hace años. Es un tipo violento y sin filtros. Durante el reempadronamiento de socios lo mantienen aislado para que no interfiera. Estoy preparado para cualquier situación el día de las elecciones. Estoy seguro de que voy a ganar las elecciones, estoy ansioso desde ahora.
-¿Cómo te imaginás el club si llegás a ser presidente?
-Lo imagino restaurado. Mejorar la infraestructura, trabajar en divisiones Inferiores, generar contención para los chicos. La meta es tener un club serio, activo y aspirar a competir en Nacional B en tres años. Mi objetivo es reconstruir y refundar El Porvenir, trayendo de vuelta a los socios expulsados injustamente.
-¿Qué te dice tu familia sobre toda esta lucha?
-Me apoyan plenamente. Mi señora, mi hijo, todos están contentos y confiados en que podemos lograr un club democrático y funcional.
-¿Qué pasa si no se realizan las elecciones?
-Si no hay elecciones democráticas, el club tendrá que ser intervenido, porque la intervención está suspendida hasta que se realicen elecciones. Esto garantizará que todos los socios puedan participar nuevamente y que el club recupere su funcionamiento normal.
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