Guillermo Vilas dijo alguna vez «El pasto es para las vacas». Fue a mediados de 1974, poco después de quedar eliminado en tercera ronda de Wimbledon, un torneo en el que hasta esa edición no había ganado ningún partido. A fines de ese año, se retractó. «Es un poco para las vacas y un poco para el tenis», comentó la mejor raqueta argentina de todos los tiempos luego de conquistar el Trofeo de Maestros sobre el césped de Kooyong, en Melbourne. Así, el marplatense se amigó un poco con esa superficie, en la que años más tarde conquistó dos veces el Australian Open (1978 y 1979). Sin embargo, nunca pudo mostrar su mejor nivel sobre las canchas verdes del All England, donde sus mejores resultados fueron los cuartos de final de 1975 y 1976.
La historia de desamor entre el enorme Willy y el Grand Slam británico es un ejemplo de la relación que siempre vinculó al tenis albiceleste con ese certamen, en el que los jugadores de nuestro país -si no todos, la inmensa mayoría- nunca se sintieron demasiado a gusto ni consiguieron muchos resultados resonantes. Y basta revisar las últimas 20 ediciones del Major londinense para comprobarlo. Desde la de 2002 hasta la del año pasado -en 2020 no se jugó por la pandemia-, apenas cinco argentinos lograron llegar a la segunda semana de competencia (octavos) del main draw masculino. Y solo dos, David Nalbandian y Juan Martín Del Potro, alcanzaron al menos las semis.
El Rey David es el único finalista celeste y blanco en la historia del torneo. Alcanzó esa instancia justamente en 2002, tres años después de haber llegado a semis del torneo de juniors en Londres (y de ganar el dobles de esa categoría junto a Guillermo Coria) y en su primera participación como profesional. El cordobés tenía 20 años y estaba 32° en el ranking mundial. En el encuentro decisivo, cayó por 6-1, 6-3 y 6-2 ante el australiano Lleyton Hewitt, por entonces número uno del mundo. Fue su mejor actuación en el césped inglés.
Esa edición fue la única de las últimas veinte que tuvo más de un argentino entre los 16 mejores. Guillermo Coria también llegó a la segunda semana y, en su último Wimbledon, perdió en octavos ante el estadounidense Andy Roddick, segundo favorito.
El historial de Coria en este torneo es otro reflejo de lo mucho que les costó siempre a los tenistas albicelestes jugar en Londres. El Mago, uno de los más talentosos de aquella Legión que marcó una era (fue tres del mundo, ganó nueve títulos y jugó la final de Roland Garros 2004), se retiró con un récord de 4-4 en el Grand Slam inglés: primera ronda en 2001 y 2003, segunda en 2004 y esos octavos en 2005.
Coria no fue el único argentino que, a pesar de su gran nivel, no lograba rendir en el «grande» de la capital inglesa. Gastón Gaudio, por ejemplo, quien le había ganado al rosarino aquella inolvidable definición en París, jamás pudo superar la segunda ronda y apenas consiguió dos triunfos (2002 y 2006) en seis participaciones.
Esa actuación no fue casualidad: el campeón del US Open 2009 venía de jugar los octavos en 2011 (fue eliminado por Nadal, máximo favorito) y 2012 (por Ferrer). Y volvió a firmar un buen torneo en 2018, poco antes de sufrir esa lesión de rodilla que terminaría por «retirarlo», cuando alcanzó los cuartos y perdió también con Rafa.
Los otros dos argentinos que supieron meterse entre los mejores 16 del cuadro desde 2002 hasta hoy fueron Leonardo Mayer y Guido Pella.
El correntino llegó a octavos en 2014, cuando venció a Andreas Seppi, Marcos Baghdatis y Andrey Kuznetsov y se despidió ante Grigor Dimitrov, 13° de la ATP. En esa edición sumó tres de las ocho victorias que consiguió en sus diez participaciones en Wimbledon.
En las dos últimas ediciones, ningún argentino pudo avanzar más allá de la primera semana. En 2021, lo mejor fue la tercera ronda de Diego Schwartzman, que como 11° del mundo se despidió ante el húngaro Marton Fucsovics, 48°. A pesar de que siempre dijo que se siente cómodo y competitivo en césped, el Peque no tiene en su palmarés buenos resultados en Wimbledon, donde nunca llegó a octavos.
Y el año pasado, en el bautismo en césped de la Next Gen albiceleste, Sebastián Báez y Schwartzman alcanzaron la segunda ronda; mientras que Francisco Cerúndolo, Tomás Etcheverry, Federico Delbonis, Facundo Bagnis y Federico Coria no superaron el debut.
En este 2023, por ejemplo, en las tres semanas entre Roland Garros y Wimbledon se jugaron seis torneos y solo tres tuvieron presencia nacional: Queen’s (el mayor de los Cerúndolo y el Peque); Mallorca (Cachín y Pella) y Eastbourne (Etcheverry, Báez y Francisco).
Cualquiera sea la causa, lo cierto es que los argentinos no suelen ser protagonistas en el Grand Slam inglés. ¿Podrán este año cambiar esa historia de pocas alegrías? El presente de Cerúndolo, al menos, ilusiona. El número 19 del mundo alcanzó por primera vez las semifinales de un torneo jugado en pasto Eastbourne y se convirtió en el primer argentino en llegar a esas instancia en un ATP de esta superficie desde Del Potro en Stuttgart 2016. Y encendió una luz de esperanza.
Sabatini, la única campeona del profesionalismo
Tres años más tarde, Gaby, segunda preclasificada, se dio el gusto de jugar la final de singles en el All England, en la que perdió por 6-4, 3-6 y 8-6 con Graf, máxima favorita, quien además de ser su gran compañera en dobles fue su mayor rival. En su carrera, además, alcanzó las semis en 1986, 1990 y 1992.
En las últimas 20 ediciones del certamen, lo más destacado en el cuadro femenino fue la actuación de Paola Suárez en 2004, cuando la oriunda de Pergamino perdió en cuartos con la francesa Amelie Mauresmo.
Además de Sabatini, hubo otros argentinos que se coronaron en el Major británico. Gustavo Fernández conquistó el singles de silla de ruedas en 2019 y el dobles en 2015 y 2022. En juniors, Emilia Salerni fue campeona en singles (2000) y dobles femenino (1999), disciplina en la que también ganó Gisela Dulko en 2001; y Axel Geller se coronó en el torneo de parejas masculino en 2017.