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Empieza el US Open: Novak Djokovic como el último mohicano e Iga Swiatek no puede descuidarse


Javier Frana, columnista especial de Clarín, pone el foco en el arranque del último Grand Slam de la temporada, donde el serbio tiene la mesa servida para recuperar el 1 del ranking mundial.

Novak Djokovic podría ser un mohicano. Es que así como Unka en la famosa novela fue el que más pudo sobrevivir en su tribu, el serbio pasó lo mismo con Roger Federer y Rafael Nadal, sus compañeros de batalla -pero amigos generacionales- en búsqueda de perpetuar el trono y de mantener el reinado. Pudieron adueñarse de ese imperio, pero tanto el suizo como el mallorquín quedaron marginados porque no han vencido a un rival implacable como el tiempo. Los épicos duelos entre ellos, un Djokovic que logró con mucha audacia adueñarse de ese feudo que en algún momento solamente pasaba de mano en mano entre Roger y Rafa. Hoy el serbio es el que sigue sobreviviendo y peleando a nueva generación, que no es la inmediatamente posterior a ellos, sino que tuvo que recurrir a la siguiente para tratar de ver si ese cambio de manos se podía hacer de una manera forzada y no con la complicidad del reloj biológico.

Novak vuelve a mostrar su jerarquía, su capacidad, su espíritu guerrero y su inteligencia inigualable. Se habla de sus dietas, de sus prácticas y técnicas muy particulares. De algunos que otros procedimientos todavía no aprobados -recordarán cuando se puso ese parche en el pecho- en búsqueda de su máxima capacidad y potencial. Y uno podría decir que ese es el gran éxito de un atleta cuando se retira: no es cuánto ha podido ganar, si no cuánto ha podido sacar de sí mismo en esa búsqueda de evolución constante.

Foto: EFE/EPA/SARAH YENESEL

Foto: EFE/EPA/SARAH YENESEL
Pero decíamos que Djokovic, más allá de estar atento a poder utilizar todas las tecnologías y las ciencias para mantener su físico impecable, para mantener su tenis -que si bien en algunos momentos parece tener ciertas fisuras-, termina convirtiéndose siempre en un gladiador.

Cuando las circunstancias se ponen demasiado complicadas y cuando parece empezar a arrodillarse ante su rival, aparece la mejor versión de él. Y esto es algo que siempre ha ocurrido a lo largo de su historia. Recordarán aquellas viejas batallas, también tendrán presente la reciente final del Masters de Cincinnati frente a Carlos Alcaraz, en la que el español lo puso en jaque- y una vez más parecía que iba a caer. Resurgió casi mágicamente. Una batalla en que después, casi como teniendo una amnesia inducida a lo que habían sido viejas batallas, terminó felicitando a su adversario y haciéndole saber que había sido uno de los partidos más difíciles que había tenido en su carrera.

Foto: Matthew Stockman/Getty Images/AFP

Foto: Matthew Stockman/Getty Images/AFP
Pero al margen de todo, lo que queda demostrado es que cuando no Djokovic está en equilibrio, cuando su mente está en modo competitivo, es sencillamente imposible poder destronarlo, sobre todo en esos grandes escenarios.

Como buen gladiador, está aferrado, decidido y, por sobre todas las cosas, convencido que su vigencia es algo que está en su máximo esplendor.

En este Abierto de los Estados Unidos, probablemente el camino puede que no sea fácil. Hipotéticamente, Stefanos Tsitsipas puede estar en su camino, Holger Rune también, pero es muy probable que tenga una nueva oportunidad de estirar sus récords, de estirar sus marcas, de seguir construyendo este legado y este reinado.

Su determinación es una marca registrada. Su convicción también lo es. Y es por eso que es uno de los grandes favoritos a llevarse el US Open, porque también pudo tener un camino mucho más liviano en cuanto a las incertidumbres respecto de las prohibiciones de ingreso, de aquellas cuestiones protocolares de la pandemia. Djokovic está en Nueva York decidido otra vez a iluminar la ciudad que no descansa, la ciudad que no duerme.

Foto: Clive Brunskill/Getty Images/AFP

Foto: Clive Brunskill/Getty Images/AFP
Por otro lado, la campeona defensora, la polaca Iga Swiatek, tiene un panorama muy alentador para tratar de repetir y volver a coronarse en Nueva York, en un circuito femenino que está muy interesante, muy entretenido. Y justamente es porque es incierto.

Pero hablar de incertidumbres cuando a la vez se habla de un altísimo nivel, lo hace mucho más atractivo. Esa incógnita de saber quién es la que va a dar la sorpresa -porque ya hemos visto muchas veces y últimamente que a finales y a títulos de Grand Slam acceden nombres nuevos, caras jóvenes-, hace que el espectáculo se vuelva súper interesante.

Las cartas están echadas y, como siempre digo, en los torneos de Grand Slam siempre hay. Ilusiones en lo previo, muchos logran sus objetivos, otros masticarán bronca y frustración. Eso es parte de estar vivo.

El tenis hoy, de la mano de Novak Djokovic, sigue latiendo en esta Nueva York frenética que le da la bienvenida y también le exigirá el gran espectáculo. Porque así es el US Open, tiene que haber drama, tiene que haber emoción… y tiene que haber espectáculo.

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