No es una cuestión de empatía, preferencias o debilidad, sino numérica. Nole es eficiente y eficaz. Y, desde este domingo, el varón más ganador de «grandes».
La ciencia debería tratar de ayudarnos a descubrir por qué alguien puede ser el dueño de casi todos los récords en un deporte individual. ¿Cómo se logra eso? Porque desde lo terrenal, en muchos casos, suena increíble. Así como Ringo Bonavena que cuando sonaba la campana, le sacaban hasta el banquito, en el tenis no te sacan el banquito pero estás realmente en una clara disputa de uno contra otro. Y en ese sentido, Novak Djokovic sigue confirmando que es el mejor de todos los tiempos.
No es una cuestión de gustos. No es una cuestión de empatía. No es una cuestión de preferencias ni de debilidad. Es una cuestión estrictamente numérica. Djokovic es eficiente y es eficaz. Sobre todo en torneos de Grand Slam, donde siempre tuvo su foco, tanto que desde este domingo es el varón más ganador en estos “grandes”: 23 consagraciones. El mundo ya empieza a rendirse a sus pies, porque todo lo que ha conseguido lo ha hecho a base de una ingeniería y de una arquitectura propia de alguien súper especial. Y humildemente me gustaría entrar un poquito más en cómo y por qué ha conseguido tanto.
No es cuestión de destacarse por la potencia o simplemente por ser regular o porque físicamente uno tiene una diferencia con el resto. Todo lo que ha logrado Djokovic tiene que ver con que en un mismo envase se encuentran prácticamente todas las propiedades necesarias y más para convertirse en el imbatible, en el invencible. Sobre todo en aquellos encuentros a cinco sets, y más aún en partidos importantes. Ya superó a sus máximos rivales, Federer y Nadal, en enfrentamientos personales.
Sus principales virtudes tienen que ver claramente con lo físico, su coordinación, su velocidad, su resistencia realmente extraordinaria y su plasticidad en una cancha. Patinando en el cemento, como si fuese en el polvo de ladrillo, y manejándose en una superficie casi con indiferencia. Con esa enorme capacidad que lo hace único.
Solía decir años atrás que la mejor versión de Djokovic empieza en el peor momento del partido para él y eso es un enorme mérito. Su regularidad, lógicamente, hace que logre todos estos títulos, pero si uno analiza partido por partido, a veces en los torneos tiene sus altibajos, tiene momentos que juega muy por debajo y no sostiene el rendimiento. Pero siempre juega por arriba de su adversario. Siempre termina promediando por arriba. Y su diferencial es que en los momentos críticos se siente más seguro.
Novak sabe que sus golpes siempre están. Resiste en los momentos en que tal vez otros bajan los brazos y entiende que el partido muchas veces, como en esta gran final, se gana cuando está más difícil. Entonces es cuando hay que presentar batalla. Después de un set en el que Ruud se fue con las manos vacías, Djokovic sabía que la intensidad de la demanda física y mental iba a ser algo muy difícil de sostener. Y en ese momento en cuando Djokovic empieza a sacarte ventaja. Te empieza a ganar mentalmente y te empieza a desanimar y a que sientas que tus posibilidades caen drásticamente.
Entonces el partido se destraba, porque el adversario inevitablemente tiene que mirar hacia atrás y preguntarse cómo hará para jugar mejor. “¿Cómo hago para pensar de acá a tres o cuatro horas más y mantener la ilusión de ganarle?”, se puede haber preguntado Ruud. Por eso Nole es lo que es y tuvo siempre -y no la ocultó- esa clara disputa con Federer y con Nadal en ser mejor que ellos. Les tuvo mucho respeto pero nunca les tuvo miedo. Y eso habla de su carácter, que en muchos casos no termina de generar simpatía.
Pero estamos hablando de realidades y la realidad marca que Djokovic ha tenido esa capacidad de reponerse. Como dice el gran cantautor uruguayo Jorge Drexler, reponerse de un fracaso es relativamente fácil, pero con voluntad y con tenacidad es algo más habitual. Djokovic, como los grandes campeones, siempre fue por algo más luego de sus grandes éxitos. Eso es lo díficil.
Este domingo fue un día histórico para el serbio y para el tenis. Y lo que tiene mucho más sabor para que Novak Djokovic es que su futuro todavía le depara objetivos muchísimo más grandes.