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El dólar sigue mandando a pesar de los intentos por desplazarlo

El indicador principal de la hegemonía del dólar estadounidense ha sido el porcentaje que ha logrado mantener de las reservas globales; y en este aspecto decisivo se ha producido una notoria disminución en los últimos 20 años: representaba 73% de las reservas globales en 2001 y ahora ha caído a 58%.

Esto no significa que exista una alternativa capaz de suplantar al dólar como la moneda global del capitalismo del siglo XXI.

El yuan, la moneda de la República Popular, solo representa en este momento 4% de las reservas globales; y aun no ha concluido su proceso de conversión.

La proliferación de los acuerdos de intercambio bilateral con monedas locales es la tendencia central de la época.

El punto de inflexión que ha llevado a la aparición de este nuevo fenómeno es el congelamiento decidido por EE.UU. de más de la mitad de los activos del Banco Central de Moscú (aproximadamente U$S330.000 millones) que ocurrió inmediatamente después de la invasión rusa a Ucrania el 22 de febrero de 2022.

En ese momento, el gobierno de Washington realizó un formidable ejercicio de poder hegemónico, y al mismo tiempo quebró para siempre la unificación del sistema surgida del colapso de la Unión Soviética en 1991.

Lo ocurrido con el congelamiento de los activos rusos solo encuentra un ejemplo semejante en la historia del capitalismo en el apoderamiento del petróleo iraní (entonces Persia) y el derrocamiento del primer ministro Mohammad Mosaddeq en 1953 por la acción conjunta de EE.UU. y Gran Bretaña a través de la CIA y del M16.

Las reservas rusas expropiadas en 2022 ascendieron a casi 2/3 del total de los activos del Banco Central de Moscú, y esto se infligió al mayor productor mundial de petróleo y gas y principal exportador de energía del mundo, que es Rusia.

Hay que agregar que la totalidad de los ingresos provenientes de las exportaciones de petróleo rusas se encontraban depositadas “offshore” en los mercados globales de dinero, al igual que el de todos los productores petroleros, y en primer lugar los de Medio Oriente.

Por eso, hasta el momento mismo de las sanciones de EE.UU. y el G-7 a Rusia por la invasión a Ucrania, casi 90% de las reservas globales en divisas extranjeras, y más de la mitad de los intercambios internacionales de crudo se encontraban líquidos en dólares estadounidenses; y todo esto ocurrió con una economía como la de Rusia de US$1,5 billones, que es la onceava en el mundo y está situada entre Brasil y Corea del Sur.

El sistema financiero internacional de esta época tiene dos rasgos característicos: el dólar norteamericano es la moneda global, que si bien ha reducido su relevancia se encuentra cada vez más arraigada como la base del sistema; y el segundo es que EE.UU. utiliza cada vez más el arma del dólar para castigar a sus adversarios en cualquier momento y lugar.

Esto implica que una tercera parte del mundo, especialmente en el ahora denominado “Sur Global”, experimenta sanciones norteamericanas en 2023.

El dólar, en suma, es un sistema global que tiene sus mayores centros de capital en Wall Street y la City de Londres, en tanto que la Euro Zona es una zona monetaria periférica.

Este sistema abarca prácticamente la totalidad del mercado mundial de dinero (denominado “offshore”); y que a través de su extensión en la forma de contratos derivativos se funda prácticamente en su totalidad en dólares estadounidenses.

Lo que ocurre es que Rusia tiene ahora una alternativa a las sanciones de EE.UU. y el G-7 que es China, que es ya la primera economía del mundo en términos de capacidad de compra doméstica (PPP), y también la mayor en términos de comercio internacional.

De ahí que el nuevo vínculo entre Rusia y China indique la emergencia de un sistema global multilateral y multipolar, que modifique irreversiblemente el equilibrio de poder en el mundo, y coloca al futuro en el núcleo mismo del presente.

La hegemonía del dólar revela todavía el papel central de EE.UU. en el sistema integrado transnacional de producción por el que transcurre más de 85% del intercambio global de la época. Estos son los fundamentos estructurales de la hegemonía de EE.UU. en el mundo, aunque están acompañados por un notorio anacronismo de sus fundamentos geopolíticos.

La regla de oro del capitalismo en su fase de globalización es la unidad del sistema, que permite su continua reproducción ampliada; lo que se ha logrado en las últimas tres décadas en forma instantánea a través de su continua digitalización.

El único desafío real que enfrenta EE.UU. en este momento – lo que sucede por primera vez en su historia – es la emergencia extraordinaria de China y el mundo emergente en el mercado mundial.

China no aspira a suplantar a EE.UU. en su papel hegemónico porque se guía por la concepción de Mao Tse Tung que sostuvo: “El mundo no puede ser dominado porque es un flujo constante de tendencias y corrientes profundas de la historia que nadie puede controlar”.

La hegemonía financiera de EE.UU., en suma, está a salvo, al menos por ahora, pero lo que está en crisis y de forma cada vez más aguda, es la utilización del dólar estadounidense como un arma de acción geopolítica, porque la respuesta es la des-dolarización de los intercambios bilaterales del mundo entero, ante todo el emergente.

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