Jorge Macri cree que el radicalismo de la CABA quiere que pierda las elecciones a jefe de gobierno del 22 de octubre. No lo dirá en público, pero sí lo dijo a quienes deben escucharlo en la cúpula del PRO del distrito.
Los radicales, cree, buscarán en las elecciones de 22 precipitar un derrota para asegurarle una sobrevida a dirigentes radicales de la ciudad que han estado asociados al PRO con Horacio Rodríguez Larreta, que no está de acuerdo con esa hipótesis y no está de acuerdo con el proyecto de división matrimonial en la CABA.
En el radicalismo el gesto de designar a Clara Muzzio como candidata a vicejefe de gobierno sin consulta previa ni explicación posterior, precipitó una crisis que esconde una fractura que va más allá de lo político.
Muzzio encabeza hasta ahora el ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, un área que maneja una de las cajas más importantes del distrito, que ha sido capturada por Macri como primera maniobra táctica. Pueden seguir en estas horas los cambios en oficinas en manos de radicales como Juan José Giusti, ministro de Desarrollo Económico y Producción, y de Guillermo Laje, titular del Banco Ciudad.
Maquiavelos y estafados
Propios y extraños se preguntan para qué fue candidato Jorge en estas PASO si creía que los radicales querían hundirlo. Debió no ser candidato.
Pero quienes leen los gestos de Mauricio y Jorge con crudeza de vestuario, imaginan que fue para verificar el recuento de adhesiones y precipitar el divorcio con el radicalismo antes de que les haga más daño – casi les empataron en votos en las PASO.
Seguramente entienden que la bronca radical por este desaire ponga en peligro un triunfo de Jorge. La mala elección en las PASO del radical-kirchnerista Leandro Santoro como candidato de Unión por la Patria, les parece irremontable en las generales.
Aun así, es arriesgado, porque Jorge necesita sacar 50% para no ir a un ballotage, algo que enfrentaron Mauricio y Larreta en 2007, 2011 y 2015, y que remontaron con el apoyo de los radicales.
Aún si el manotazo de Jorge anuncia un acercamiento a Ramiro Marra, candidato de Milei a jefe de gobierno, para asegurarse el cargo. Uno de los dirigentes del PRO porteño, de una jerarquía insoportablemente alta, me dijo «¿Te cabe alguna duda de que a Mauricio le convendría que Jorge fuera jefe de gobierno, aunque Kicillof fuera gobernador de Buenos Aires, con Milei de presidente haciendo el ajuste que Cambiemos no podría hacer?».
¿Dónde está Patricia?
La decisión pone en aprietos a Patricia Bullrich, que sigue haciendo gestos de amistad eterna con los radicales, como si manifestarse los cosquilleos en el miembro ausente que padecen los amputados.
Gerardo Morales no se le despega y ella le jura «Te necesito acá». Morales le aseguró que está para todo, pero le pidió que no lo obliguen a ir a actos junto a Mauricio.
Morales ha convocado a la mesa del Comité Nacional de la UCR para esta semana. Espera incorporar al candidato a vice Luis Petri a esa mesa, después de haber tenido con él un parlamento a solas, poco después de las PASO, en un almuerzo con Julio Cobos.
Este ex vicepresidente es amigo de Gerardo, y es uno de los padrinos de la exaltación de Petri a la candidatura más alta. En las rondas de café que siguieron a las PASO los dirigentes le reclamaron con crudeza a Patricia que tome posiciones. Usan la imagen de que en las marquesina de la calle Corrientes hay carteles de Milei con la motosierra y de Massa ofreciendo pases de magia. Falta que ella ponga su cartel.
Le dicen que un tercio del electorado votó por reventar todo, y otro por no cambiar nada. ¿Y nosotros dónde nos paramos? Patricia empieza a pagar el precio de la tutoría que ejerce Macri sobre ella. Responde que en 10 días tendrá los resultados de los focus groups, y que su asesor estratégico, Derek Hampton, les dirá dónde se paran.
Mirá Patricia, sigue el diálogo, hasta en Güer Aike, el departamento santacruceño donde está la mina de Río Turbio, la primera empresa que un gobierno de Milei cerraría, el candidato de Liberad Avanza salió primero, 28% a 22% frente a Massa, que la mantiene abierta a pérdida, dirigida por el actual ministro de Seguridad, Aníbal Fernández. Lo votaron igual.
Milei es menos donde le presentan pelea
Pocos admiten que acá hubo un colapso de la alianza Larreta-Morales, que alcanzó el 12% de los votos totales, tratándose de identificar con la consigna del cambio razonable y pactado. Hay radicales que se preguntan si no les hubiera convenido más ir solos a las elecciones, sin el lastre del debate interno en el PRO. ¿Cuánto menos hubieran sacado?
Tampoco el 17% de Patricia es para descorchar. Ninguno de las dos fórmulas llegó al 20% de los votos. Tampoco nadie da respuesta a otra verdad que no encuentra pruebas, sobre la seriedad de las PASO como resultado efectivo de lo que puede ocurrir, y que describe Jesús Rodríguez en el análisis que hace de las PASO en el escrito «Para Vencer, Convencer»: Milei salió 3° en Buenos Aires (24,5%) y en CABA (17,7%). En Capital, repitió el mismo por ciento de votos que en 2021, cuando sacó dos diputados. La otra observación plausible es que en los distritos en donde hubo competencia real para autoridades locales, el resultado de Milei es menor al promedio nacional. Ocurrió en Buenos Aires, CABA, Entre Ríos, Catamarca y Santa Cruz.
Mauricio aprendió a leer las PASO
El sistema de las PASO fue creado para jugar con las cartas marcadas. Obliga a los partidos a mostrar el juego, exhibir cuál el verdadero respaldo que tienen de los votantes. Esa gran encuesta que son las PASO les permite a los caudillos partidarios sacar de la cancha a sus verdaderos adversarios, que no son los opositores sino los propios que les ponen piedras en el camino, y agilizar la competencia. Para sacar provecho del sistema hay que tener olfato pampa, porque en algunos turnos puede facilitarles las cosas al oficialismo, como en 2011 (el triunfo casi sin competencia de Cristina para su reelección), y en otros a la oposición, como ocurrió con Cambiemos en 2021.
Venía de una derrota cataclísmica que le impidió un nuevo mandato a Macri. Pero en ese momento, después de dos años de mandato fernandista, las primarias de JxC permitieron, en distritos clave como Buenos Aires, una movilización partidaria que alimentó una victoria nacional.
Mauricio ha leído el resultado de las PASO del 13 de agosto y mueve las piezas que tiene a disposición para declarar el final de Cambiemos, la fuerza que le permitió ser presidente en 2015: le pidió el divorcio a la UCR de la sociedad que mantienen desde 2007, cuando apoyaron la elección de Macri como jefe de gobierno y contribuyeron a que ganase los dos ballotages, ese año y en 2011.
Desde 2017 formalizaron la alianza Juntos por el Cambio en el distrito y desde entonces han ejercido un cogobierno en el cual el radicalismo, que conduce Emiliano Yacobitti y que tiene como estandarte a Martín Lousteau, ha ocupado varios ministerios y la presidencia del Banco Ciudad.
La ira de los radicales
Jorge, ganador de las PASO frente a Lousteau, designó a la larretista Muzzio como candidata a vice, con el argumento de que representa los valores del PRO, en lo que fue una declaración de guerra a los radicales del distrito. Esta fuerza sacó casi el 49% de los votos de Juntos por el Cambio en las PASO con Lousteau a la cabeza y ganó en 10 de las 15 parroquias (comunas) en las que se divide el distrito.
Especulan que son víctimas de la elección con la maquinita y de los tropezones técnicos. “Con boleta de papel, salíamos arriba”, se quejan. Jorge no consultó el anuncio con ningún radical y en todo caso hablar de valores de la coalición, no sólo del PRO.
Sólo le comunicó a Horacio Rodríguez Larreta la decisión de no sostener más una alianza con los radicales. En los acuerdos previos a las PASO, el compromiso era que el perdedor ponía al vice.
Jorge eligió a Muzzio, una larretista de la primera hora. Cumplía con el perdedor, que era Larreta y no con el radicalismo. Mariela Coletta, presidenta del Comité Capital de la UCR saltó antes que nadie en un comunicado que distribuyó en el chat a la cúpula del partido y a los presidentes de comunas. «No pareciera haber una actitud de integración ni valoración del electorado que eligió por nosotros», sangró Coletta.
Algún acuerdo va a haber
El envión personalista de Jorge expresa, de forma tácita, el estilo que su primo y mandante Mauricio, suele ejercitar en este tipo de situaciones, que es golpear y después llamar a negociar.
Si se tratase de un divorcio estrictamente político, podría decirse que Jorge se pega un tiro en el pie en el peor momento, cuando necesita más que nunca la mayor cantidad de votos para asegurarse la elección del 22.
Pero como es un divorcio que también incluye compromisos económicos, es esperable que haya algún nivel de acuerdo con los socios.
Macri tiene como integrante de la mesa societaria al dirigente Daniel Angelici, que intermedia entre el macrismo y el yacobittismo, y que va a contener las aguas. “El Tano está ayudando a bajar los decibeles”, me dice uno de los boqueteros de JxC que intermedian de buena fe.
Desde que se conocieron los resultados de las PASO se cortaron muchas vías de financiamiento político que tenían como eje la CABA y que habían apostado a un triunfo del larretismo.
Hay escenas de síndrome de abstinencia, a medida que Jorge va cortando circuitos, y aparecen alternativas tóxicas de financiamiento como las que acerca el oficialismo, que sueña aún con una remontada de Massa.
Milei, etapa superior del macrismo
Jorge Macri, según quienes acceden a su pensamiento inconfesado, comparte la hipótesis de Mauricio de que los radicales y la coalición de Elisa Carrió le impidieron, cuando era presidente, hacer las reformas que él quería, y que eso hizo fracasar a su gobierno.
Esa idea la ha ido redondeando en los libros que llevan su firma – «Primer Tiempo» y «Para qué» – y en los movimientos públicos de distanciamiento del radicalismo.
La hipótesis retroactiva imagina que su gobierno fracasó por haberse hecho acompañar, ingenuo él, por aliados del radicalismo, partido que creó el populismo con Yrigoyen, y del peronismo.
En el último tramo de la campaña de las PASO acentuó el argumento de que sus ideas eran las mismas de Javier Milei. El mileísmo, en esa percepción, es una etapa superior del macrismo. Que le avisen a los votantes, pero que no lo hagan tarde.
¿Por qué Mauricio haría otra cosa?
En la noche del 13, conocidos los resultados de las PASO, blanqueó lo que propios y extraños creen que su plan: la suma de los votos de Milei (30,04%) y los de Patricia Bullrich (28,27%) les permitirían ganar las elecciones del 22 de octubre en primera vuelta.
Visto con frialdad, es difícil entender por qué Macri, ante este escenario, no se zambulliría haciendo palomita, si Milei y Bullrich se han disciplinado ante él. En el estilo de político que es él, no hay restricciones para nada que entorpezca el acceso al poder.
Su partido se mantiene en el estado gaseoso de un caudillismo que sacraliza resultados y adhiere, más que a ideas, a ocurrencias que cambian con el tiempo.
En 2015 el liderazgo de Cambiemos estaba apalancado en la fuerza del cristinismo, al que derrotaron y pusieron en capilla, desde la oposición, para impedirle a Cristina ser presidente en 2019.
Cuando Cristina se apartó de la pelea de 2023, para no ser arrollada en la desgracia del tercer puesto de Massa, quitó esa palanca, y abrió la puerta hacia lo desconocido, que para Macri ha sido el descubrimiento de Milei.
Este mensaje provocó la renuncia de Elisa Carrió a la candidatura a primera Parlasur nacional. También el llamado de Federico Storani a condicionar el apoyo de Bullrich a que tome expresa distancia de Milei. Agregó que él apoyará a Leandro Santoro en la ciudad, contra Jorge Macri.
En la convención de la UCR de Gualeguaychú, Fredi encabezó el bloque de convencionales que apoyó la alianza con Macri, pero no con Massa, como mocionaban Gerardo Morales, Cobos y otros.
El bloque de Fredi ganó la convención y abrió el camino a la presidencia de Macri, que ahora decreta la defunción de Cambiemos. Con menos frenos inhibitorios, Ricardo Alfonsín llamó a los radicales a votar por Massa.