El paso de los toros no se detiene. ¿Que la cesantía de Jerome Powell al frente de la Fed es inminente? El presidente Trump convoca a un grupo numeroso de legisladores republicanos a la Casa Blanca para tratar un paquete de leyes sobre criptomonedas. Allí les anticipa su decisión drástica. “Confirmado”, señala Anna Paulina Luna, la ex modelo y veterana de las Fuerzas Armadas, representante de Florida, en un posteo explícito. ¿Que Trump no ceja en su empeño por retomar los elevados aranceles recíprocos que causaron zozobra en abril? Es cierto. La fecha límite que impone es urgente: 1 de agosto. Al mercado bull no le importó.
La saga continúa. No descansa. Es que los récords también son inminentes. Pero, antes que nada, y a diferencia de lo anterior, son una realidad palpable. En el S&P 500 y en el Nasdaq se suceden unos a otros. El S&P 500, que lleva nueve en el año, escaló 0,6% en la semana hilvanando tres en alza de las últimas cuatro. El Nasdaq fue el principal ariete con un potente avance semanal de 1,5%. La Bolsa conoce los peligros, pero no se arredra.
Trump -quien ya introdujo un gravamen universal de 10%- le exige a la Unión Europea el pago de un arancel de 30%. El Financial Times, el viernes, cita fuentes que dicen que las discusiones están al rojo vivo. Como mínimo, Washington pretende que Bruselas acepte un tributo unilateral de 15%-20%. Wall Street se incomoda con el recordatorio de la disputa. Corrige a primera hora, aunque se recompone después. ¿Corolario? El S&P 500 cierra 0,01% por debajo del récord del jueves. Por lo visto, con Trump se gana para sustos.
Con Powell, Trump quiere el oro y el moro
Si de sustos se trata, ninguno (en la semana) como el simulacro de cesantía de Powell. No fueron meros rumores. La Casa Blanca prendió el ventilador y los legisladores que escucharon la firme determinación de boca del propio Trump la esparcieron a los cuatro vientos. El New York Times apuntó que el presidente ya redactó la carta del despido. Nunca -a los ojos de los mercados- Powell estuvo tan afuera de la Fed desde que ingresó a la institución en 2012. El miércoles pasado, por la mañana, su destitución cotizó con una probabilidad de 54% en los mercados de apuestas. Y la plaza acusó recibo. Fue un cimbronazo fugaz. Y fue suficiente. Poco más tarde, suelto de cuerpo, también en la Casa Blanca, el presidente negó el plan. “No descarto nada, expresó, pero pienso que es altamente improbable, a menos que se tenga que ir por fraude”.
Esta es una guerra de atrición. Y, en efecto, Russell Vought, director de la Oficina de Administración y Presupuesto del gobierno, ya lanzó una investigación formal sobre la responsabilidad de Powell en posibles irregularidades cometidas en los trabajos de refacción de la sede central y un conjunto de edificios de la Fed. El presupuesto original era de u$s1.900 millones. Las obras se demoraron, y treparon a los u$s2.500 millones. Powell negó cualquier anomalía. Con igual contundencia, refuta dimisión. No, agotará su mandato al timón de la entidad en mayo de 2026. Trump lo ataca en todos los frentes en pos de un hachazo de las tasas de interés que retacea. Y pone a prueba sus nervios. De paso, con un simulacro de despido tan verosímil, también sondeó la reacción de los mercados en caso de ejecutar una salida intempestiva.
De no ser por los aranceles, Powell dixit, la Fed ya hubiera retomado la senda descendente de tasas que estrenó con Biden en septiembre último. Pero Trump quiere el oro y el moro. La suba de aranceles y la baja de tasas. Y pretende más: que la política monetaria se fije a su antojo. Wall Street, que asistió en abril a este mismo doble entuerto, entiende que la historia se repite como farsa. Y la sucesión de récords confirma que descarta una tragedia. Como se vio, con la insoportable levedad que lo caracteriza Trump ya arrugó con Powell. ¿Qué pasará con la brega por los aranceles recíprocos? La fecha límite (que siempre puede postergarse) es el 1 de agosto. Para desdecirse todavía hay tiempo.
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La Bolsa se arregla con poco. Esencialmente, que Trump se pavonee, que se vaya de boca, si quiere; pero que no le haga una zancadilla.
Ámbito
La Bolsa se arregla con poco y los balances corporativos ayudan
Wall Street se abre paso triunfal munida de una agenda positiva. Claro que, a diferencia de Trump, su cumplimiento se facilita por una notable poda previa de sus ambiciones. Los mercados quieren creer y se conforman con poco. La economía ya no lleva el ritmo vibrante del segundo semestre de 2024. Se desaceleró, pero la expansión persiste. Las ventas minoristas repuntaron 0,6% en junio luego de dos meses en retroceso. Es más de lo esperado, en parte porque no se esperaba mucho. También se registró una suba leve de la confianza del consumidor, la segunda mensual consecutiva, aunque permanece en un rango deprimido. Sus expectativas de inflación se redujeron sí de forma significativa. Si en algún momento excedieron 7% a un año vista, ahora se ubican a 4,4%. Lo que no deja de ser un escalón muy elevado. El mercado de trabajo, donde titila una luz amarilla, aportó una merma alentadora en los pedidos de subsidios de desempleo. Pero la demanda laboral se enfría, el total de los subsidios vigentes crece y converge, lentamente, hacia el umbral crítico de los 2 millones. Es un vaso medio lleno. Para la Bolsa -de momento- alcanza y sobra. Que el CEO de American Express pondere la resiliencia del gasto de consumo de su cartera de clientes es un aliciente. Y la mitad vacía no hace mucho daño: alimenta la expectativa de una baja preventiva de tasas en un futuro no muy distante.
Contra lo que podía pensarse, los balances corporativos son otro sostén del rally. La temporada oficial arrancó esta semana con el pie derecho gracias a los buenos números que aportaron los grandes bancos. Pero a nadie escapa la fuerte incidencia negativa que tendrán los aranceles y las tensiones comerciales sobre los márgenes de rentabilidad y las proyecciones de las compañías. Sin embargo, las expectativas ya se ajustaron convenientemente. Si las ganancias por acción crecieron 13,3% interanual en el primer trimestre, lo que se descuenta es una fuerte desaceleración: 5,6% en el segundo. Será el ritmo más lento desde fines de 2023. Pero la rentabilidad se preserva y los inversores no exigen nada más. Y una vara tan baja bien podrá superarse. Los bancos, por caso, esta semana, contribuyeron a elevarla desde 4,4%.
Las ganancias se ralentizan, las cotizaciones son las más elevadas de la historia. Es decir, la valuación de las acciones también está en un techo: 22,3 veces las utilidades esperadas en los próximos doce meses. Sortear una recesión parece ser, en última instancia, la auténtica prueba de fuego. Y para ello las tasas de interés juegan un papel fundamental. No obstante, la Bolsa carece de las pretensiones urgentes de Trump. Confía en que habrá un recorte, o dos, antes de fin de año. No lo espera a fin de mes, aunque el alegato del gobernador Waller la entusiasme. En rigor, sumó buenos argumentos para que la baja se produzca en septiembre. Es necesario, explicó, apuntalar rápido al mercado de trabajo. Sin embargo, la data de junio se interpone. Trajo los primeros indicios sólidos de un repunte de la inflación por culpa de los aranceles. En los mercados de futuros, las chances de septiembre son ahora una moneda al aire. Aun así, a los toros no los frenó en su embestida alcista. Ya se dijo, la Bolsa se arregla con poco. Esencialmente, que Trump se pavonee, que se vaya de boca, si quiere; pero que no le haga una zancadilla.