«Colossus», de Stephanie Lake, se verá en la sala Martín Coronado desde el 6 de julio. Y está pensada como una puesta colosal.
En una de las salas de ensayo del Teatro San Martín los integrantes de su Ballet Contemporáneo, más un número de alumnos y egresados del Taller de Danza, se sientan en ronda apoyados contra la pared. Son cincuenta personas en total las que conforman este elenco en proceso de ensayo.
En el centro de la sala, una de las bailarinas de la compañía repite una y otra vez una secuencia muy exigente de movimientos imitando a la hiper energética Nicole Muscat.
Muscat es asistente de la coreógrafa australiana Stephanie Lake, cuya obra Colossus está a punto de estrenarse este jueves 6 de julio en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín después de un montaje acelerado de dos semanas (hay que recordar que la compañía viene de un éxito descomunal con Folia, del coreógrafo francés Mourad Merzouki, y que bajó de cartel hace apenas quince días).
Los bailarines que rodean a la intérprete solista la acompañan con la voz, castañeteos y palmas, recursos sonoros no demasiados utilizados en la danza contemporánea y que aquí proporcionan una atmósfera muy sugerente.
Repetir hasta dominar
El ensayo de una obra de danza consiste en gran medida en repetir incansablemente una misma secuencia hasta poder dominarla; y es con la incesante repetición -que podría parecer mecánica, pero no lo es– como el bailarín va dominando aquello que finalmente expresará en esto tan evanescente que es la danza.
Colossus fue estrenada en la ciudad de Melbourne en 2018 y es una obra fundamentalmente colectiva, aunque incluye algunos solos y dúos. No cuenta ninguna historia; pero si bien la coreógrafa dice que no se propuso crear una obra argumental, en el momento en que los bailarines entraron en relación entre ellos, algo, inevitablemente, comenzó a narrarse.
Hablamos entonces con la coreógrafa australiana Stephanie Lake.
-Inicialmente el deseo de crear una pieza de gran volumen con mucha gente. Al principio como algo abstracto, un experimento sobre qué ocurriría reuniendo tantos bailarines en un escenario. Pero desde que comenzaron a establecerse vínculos entre ellos también aparecieron situaciones de intimidad, de manipulaciones, de poder, de control.
-¿La obra se creó a partir de las improvisaciones de los bailarines?
-Sí, fue muy colaborativa y muy a la medida de los intérpretes originales, de sus juegos y sus experimentaciones. Pero también había momentos en que yo tenía muy claro lo que quería.
Una coreografía muy precisa
-¿”Colossus” es siempre la misma coreografía, independientemente de la compañía con que la monte?
-La coreografía es muy precisa y está muy establecida. Sin embargo, hay aspectos de la interpretación que dan cierta libertad al bailarín y en ese sentido nunca es exactamente igual en cada uno de los países donde la monté. Incluso el público la mira de distinta manera según la cultura a la que pertenezca.
-En Alemania, el público encontró que una escena que para mí tenía un carácter de juego, era como una protesta. Y en cuanto a los bailarines, en algunos lugares les resulta fácil trabajar colectivamente y en otros aparecen más fuertemente las individualidades.
-¿El título?
-Sólo alude a lo grande, lo voluminoso. Sólo eso.
-Llegó hace pocos días a Buenos Aires, con «Colossus» prácticamente montada por sus asistentes. ¿Cuál es su tarea principal en los días que quedan hasta el estreno?
Me ocupo de la precisión, la claridad y la intención. Y de cómo hay momentos en que la energía tiene que crecer y en otros, desvanecerse.
Información
Colossus se estrena el jueves 6 de julio a las 20, con el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Habrá funciones de jueves a domingo a las 20 hasta el 30 de julio. Plateas: $ 3.000 Pullman: $ 2.200.
WD