El anteúltimo concierto fue protagonizado por el virtuosismo de Nelson Goerner y la destacada dirección del maestro Vasily Petrenko. Algunas reacciones del público que incomodaron.
Dos obras colosales protagonizaron el séptimo concierto del Festival Argerich. La primera parte de la noche estuvo dedicada a la Rapsodia sobre un tema de Paganini, Op. 43 de Sergei Rachmaninoff, una de las creaciones más aclamadas y exigentes del compositor ruso. Nelson Goerner demostró una prolífica cantidad -y calidad- de ideas sobre cómo interpretar magistralmente esta obra, plasmando con seguridad su visión en el escenario y convenciendo en cada variación que ésa era la mejor manera de tocarla.
Cada una de las variaciones fue enriquecida con un sinfín de matices provenientes de las manos de Goerner, realzando aún más el vasto nivel de exploración pianística de la obra. En esta compleja composición, Rachmaninoff logra combinar elementos románticos con aspectos de su modernidad a través de la armonía, la estructura y la expresividad.
Goerner proyectó claramente las dualidades de esta pieza, demostrando igual cuidado tanto en los pasajes virtuosos y técnicamente exigentes, como en las secciones donde prevalece el lirismo propio de las elocuentes melodías del compositor ruso.
A través de las 24 variaciones, Rachmaninoff explora diversos estilos y técnicas que suponen un verdadero desafío tanto para el solista como para la orquesta. Esto incluye el uso de patrones rítmicos complejos e intrincadas interacciones para completar melodías, que exigen especial atención por parte de los intérpretes y el director. En este sentido, Vasily Petrenko logró una fusión acertada, dirigiendo siempre a tiempo y coordinando las necesidades de la orquesta con las de Goerner.
Los contrastes fueron cuidadosamente marcados, lo que permitió una comprensión clara del carácter dramático que la obra encierra. En este sentido, la esperada y popular variación No. XVIII se destacó por su belleza lírica y expresividad, mientras que el notable diálogo entre el piano y la orquesta enriqueció aún más la interpretación.
Antes de retirarse del escenario, Goerner ofreció el Nocturno No. 20 de Chopin. La interpretación brilló por su fraseo excepcional, atención meticulosa a los matices y sutil rubato. Antes de que el pianista pudiera levantar los dedos del teclado y permitir que el sonido se desvaneciera por sí mismo, un cholulo y prematuro grito de «¡Bravo!» irrumpió en la sala, acompañado de aplausos arrebatando así la oportunidad de un momento de belleza único.
La segunda parte de la noche se dedicó exclusivamente a la colosal Sinfonía Alpina de Richard Strauss. Esta extensa obra se destaca por su amplia instrumentación, que incluye una variedad de instrumentos de percusión, dos arpas, celesta, órgano, por mencionar algunos.
Vasily Petrenko hizo un esfuerzo encomiable por guiar al público, junto a la orquesta, a través de este recorrido por los Alpes con la misma dedicación a los detalles de principio a fin, lo que representa una ardua tarea al tener en cuenta la extensión y calidad de la orquestación de Strauss.
El director se aseguró de que el desarrollo de la obra mantuviera su cohesión, y la orquesta respondió adecuadamente a los arcos narrativos generales de los 22 episodios que conforman este poema sinfónico.
La profunda evocación de la naturaleza en esta partitura se hizo sentir a través de los cuidadosamente delineados leitmotivs y los efectos especiales interpretados con precisión; un ejemplo claro se encontró en el episodio de tormenta.
Finalmente, antes de que el director descansara sus brazos y el último sonido se extinguiera, otro cholulo aplauso -seguido de más- interrumpió el final de la Sinfonía. Petrenko, en un gesto pedagógico, mantuvo sus brazos en alto, esperando a que los aplausos inoportunos cesaran para dar por concluido su enorme trabajo.
Ficha
Festival Argerich
Calificación: Muy bueno
Nelson Goerner con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) bajo la dirección de Vasily Petrenko. Programa: Rapsodia sobre un tema de Paganini, Op. 43 de Sergei Rachmaninov; Sinfonía Alpina, Op. 64 de Richard Strauss.
Sábado 29, Teatro Colón.