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El saxofonista que se impuso a la ceguera

Ciego desde los 18 años, el saxofonista alto Gerardo Kessler, solista de la Banda Sinfónica de Ciegos, que actuará el miércoles 18, en el CCK, logró salir adelante a través de la música

Gerardo Kessler a los 18 años quedó ciego. Si bien en aquel momento fue la guitarra ese cable a tierra, su vocación ya estaba encaminada.

El miércoles, a las 20, en el Auditorio nacional del CCK, la Banda Sinfónica de Ciegos Pascual Grisolía, dirigida por Agustín Tocalini, que cumplió 76 años el domingo 15 de octubre, festejará su aniversario con un repertorio que incluye Niebla y cemento, de Mario Herrerías, en el que Kessler será el solista,y dos composiciones de Vincent Persichetti, Sinfonía para banda y Pslam para banda.

Relajada camaradería

Termina el ensayo de la banda sinfónica en un marco de relajada camaradería. Los ensayos, tres veces por semana, le da a esta agrupación una fluida sonoridad, equilibrada y con una elaborada riqueza en los matices.

Gerardo Kessler tocará con la Orquesta Sinfónica de ciegos este miércoles. Fotos Juano TesoneGerardo Kessler tocará con la Orquesta Sinfónica de ciegos este miércoles. Fotos Juano TesoneKessler será solista en Niebla y cemento, una composición para flauta y banda sinfónica que grabó, entre otros, el saxofonista cubano Paquito D’Rivera. “Esta obra estaba escrita para el flautista Jorge de la Vega, pero tomó vuelo propio y la empezaron a tocar saxofonistas, muchos en dueto con piano”, explicó durante la charla con Clarín, el artista.

Tras señalar que la obra supone una verdadera exigencia, puso énfasis en lo hermoso de esta composición y su deseo de interpretarla; contó también que harán un arreglo para saxo alto y banda que ya se tocó la banda sinfónica de La Pampa.

“Me siento cómodo tocando esta obra, funciona muy bien el arreglo, aunque me asustaba un poco la sonoridad, ya que a veces cuando estoy parado delante de la banda sentía que me podía avasallar, pero lo disfruto y los nervios son inevitables”, admitió el saxofonista.

– ¿Cómo fue tu acercamiento a la música?

-Hasta que me quedé ciego, a los 18 años, no tomaba muy seriamente la música. En la secundaria comencé a tocar la guitarra que se convirtió en un verdadero cable a tierra cuando perdí la vista. Al poco tiempo conocí la existencia de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos y comencé a prepararme para poder ser parte de la banda. Ese sería mi futuro, estudié seriamente la música, la musicografía braille y me inicié con la trompeta.

Tengo una enfermedad, el Síndrome de Marfan, que acarrea ciertas cuestiones como la dilatación de los vasos sanguíneos y una cierta debilidad en las retinas que no todos los casos la tienen, pero sí en el mío. A los doce años, tuve un desprendimiento de retina y perdí un ojo y a los 18, como ya tenía experiencia, me adelanté y me operé. Quedé viendo un tiempo, un año más o menos, hasta que un derrame me dejó ciego.

-¿Te iniciaste con la trompeta, pero tu corazón estaba en el saxo?

-Arranqué con la trompeta porque la banda tenía la fila de saxos ocupada y existía la posibilidad de concursar con la trompeta, aunque en realidad siempre me gustó el saxofón; de todos modos, en ese momento no había posibilidad de que me sumará con el saxo. Dentro de las posibilidades me gustó la trompeta y estudié con el director de la banda, Edgardo Manfredi, hasta que ingresé en 2006. Después tomé clases con varios profesores de manera particular, pero recuerdo, especialmente, a Gabriel Archilla.

Una nueva consecuencia de su enfermedad, lo terminó por alejar de la trompeta. “Ingresé en la banda por contrato en 2006 y concursé para trompeta en 2009. En 2012, a raíz de mi enfermedad, que afecta los vasos sanguíneos, generalmente, tenemos que atravesar una cirugía compleja en la base de la aorta porque se dilata y hay que operar para poner una prótesis, ya que en caso contrario corremos riesgo de muerte. La trompeta podía comprometer mi salud; me hicieron pruebas y me aconsejaron que sería conveniente que cambiase de instrumento; de todos modos, no había riesgo inmediato, pero me afectaba de alguna manera y más aún con el tiempo.

Kessler se pasó entonces al contrabajo. “Sí, cambié de instrumento. Me pasé al contrabajo, mi altura me ayudaba y me puse a estudiarlo. Cuando me iba a presentar a concurso surgió la oportunidad del saxofón. Yo me había comprado un saxofón mucho antes porque me gustaba y si bien no lo estudiaba con toda la seriedad necesaria, tocaba con bandas de rock”, añadió.

Cuando tuvo la oportunidad de entrar en la banda con el saxo empezó a tomar clases con Jorge Retamoza.

-¿Por qué el saxo alto?

-Elegí el alto porque dentro de una banda sinfónica tiene las partes más lindas. Como en muchos casos reemplaza a las cuerdas, es la voz cantante de la fila de saxofones y me gusta la coloratura, es cómodo para tocar.

-En la historia del saxo sobresalen los músicos de jazz. ¿Escuchás jazz?

-Tengo un gusto musical variado, escucho jazz, pero me gusta mucho la música popular argentina, el tango, el folklore. Por ejemplo, tanto Retamoza como Fernando Lerman hacen música argentina en el saxo. Dentro del jazz escucho a John Coltrane, a Stan Getz y a Sonny Rollins, todos tenores.

Más allá de sus variados gustos, Kessler tiene toda su energía puesta en la banda sinfónica, pero tiene ganas de comenzar a hacer algunos proyectos personales. “Estuve estudiando armonía, y antes de la pandemia estábamos haciendo con compañeros algo de funk, rock, un poco de jazz».

-¿Te interesa la composición?

-Escribí para una obra de teatro para chicos en el llamado Teatro a oscuras, para ciegos. La directora me propuso escribir la música y acepté, pero quería orientarla hacia la música urbana que no conocía, es decir trap, reggaeton. Me tuve que poner a investigar y no cerrarme. La música que compuse tiene las rítmicas de la música urbana con otros condimentos armónicos y otros estilos. No sé si los seguidores de la música urbana se sentirán reflejados (sonríe).

El miércoles, a las 20, en el Auditorio nacional del CCK, toca la Banda Sinfónica de Ciegos Pascual Grisolía, dirigida por Agustín Tocalini.El miércoles, a las 20, en el Auditorio nacional del CCK, toca la Banda Sinfónica de Ciegos Pascual Grisolía, dirigida por Agustín Tocalini.Y sigue: “La composición sin duda es un espacio de mucha libertad, pero necesitaría prepararme y aprender más armonía; el jazz me gusta mucho como herramienta para orientarme hacia otros mundos musicales. Me gustaría componer con mayor formación y saber bien lo que estoy haciendo”.

Dos actividades por fuera de la banda

Kessler, además, de su participación en la banda sinfónica de ciegos, tiene dos actividades a las que dedica parte de su tiempo. Una de ellas tiene que ver con la música y es el audio digital, la mezcla, la grabación y la edición.

“Hace unos años comencé a utilizar software que me permite de manera accesible editar audio, después empecé a usar software multipista. De hecho, lo más lindo que me pasó con eso fue que en época de pandemia, cuando no podíamos ensayar trabajamos en proyectos en el que cada uno desde su casa grababa desde el teléfono sus partes y yo los editaba en mi casa”.

Entre esos proyectos, sobresale largamente el estreno de una obra interpretada por artistas de varios países acompañados por la banda sinfónica.

¿Qué escucha? ¿Qué escucha? «Tengo un gusto musical variado, escucho jazz, pero me gusta mucho la música popular argentina, el tango, el folklore». “Cometimos la locura de estrenar una obra, El Colibrí, de Gerardo Di Giusto, un compositor argentino que vive en Francia, en la que participaron coreutas de Francia, Tailandia, Singapur, España y Rusia con el respaldo orquestal de la Banda Sinfónica de Ciegos. La edición fue un trabajo enorme, porque eran más de cien pistas y todas grabadas desde celulares. Quedó bien y la estrenamos por streaming, después cuando terminó la pandemia la tocamos en Buenos Aires”.

Su otro proyecto es la programación, que también nació en tiempos de la pandemia. “A mí me gusta mucho todo lo que tiene que ver con la informática y como toda persona con discapacidad visual me encuentro con una cantidad de barreras. Se va tomando conciencia poco a poco; algunas grandes empresas comenzaron a hacer sus equipos accesibles ya desde el desarrollo y no a hacer parches posteriores. Hoy algunas empresas que desde que se crea el proyecto, tanto software como hardware, tienen en cuenta a las personas con discapacidad visual y lo hacen accesible y que pueda ser usado sin ayuda, sin asistencia.

Gerardo Kessler junto a otros integrantes de la Sinfónica, en un ensayo.Gerardo Kessler junto a otros integrantes de la Sinfónica, en un ensayo.Dentro de esa búsqueda y la frustración de no poder utilizar ciertas cosas, comencé a estudiar cómo romper esas barreras con algún script (colaborador). Comencé con los softwares multipistas y MIDI, es decir, instrumentos virtuales. Las interfaces de los instrumentos virtuales no son accesibles con lectores de pantalla que es lo que usamos las personas ciegas para interactuar y entonces desarrollé scripts para que hagan clics en algunas partes de la pantalla.

«En ese momento hacía videollamadas con mi mamá y creé un script que orientaba el mouse hacia donde tenía que hacer clic, guardaba las coordenadas y luego con atajo de teclado accedía a ese software con el clic en esa coordenada específica. Ese fue mi inicio. Después comencé a hacer desarrollo web, tengo una página en la que plasmo todo lo que aprendí y lo comparto. Es muy importante para mí poder compartir lo que voy descubriendo y que funciona.

El bastón blanco como emblema de la posibilidad

El 15 de octubre fue el Día Internacional del Bastón Blanco, una efemérides que se utiliza para visualizar la realidad de las personas ciegas o con baja visión. Sobre esta fecha, la reflexión de Cristian Alderete, trombonista de la banda sinfónica, propone un cambio en la manera de percibir la ceguera.

«Contar desde el paradigma social de la discapacidad, que los mayores factores discapacitantes son los entornos y no la discapacidad en sí misma y por eso es fundamental replantearnos cómo construimos ese entorno cada uno desde su lugar, involucrándonos en las instancias que se necesite alzar barreras para construir una sociedad más inclusiva-dice-«.

«Hay bastones de diversos colores que indican diferentes cuestiones. Los más utilizados son el blanco, indicador de que la persona es totalmente ciega y el verde, utilizado por personas con baja visión. Creo que es importante dejar de ver el bastón como un emblema de la discapacidad y pasar a verlo como un emblema de la posibilidad de caminar y superar así lo que en principio parecía una adversidad».

Información

La Banda Sinfónica de Ciegos Pascual Grisolía se presentará el miércoles 18 de octubre, a las 20, en el Auditorio Nacional del CCK, Sarmiento 151. La entrada es gratuita.

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