Javier Milei transitó la última semana bajo un oscilamiento permanente de su estado de ánimo. Insultó, gritó, se indignó, celebró, se rio a carcajadas y lloró. Siete días que se parecen demasiado a los anteriores y, acaso, a los que vendrán. Un Milei como el que irrumpía hasta hace tres años en los estudios de TV para pelearse con panelistas o modelos se mantiene en guardia, en actitud desafiante, desde la cima del poder.
Ni las buenas noticias lo conducen hacia un semblante de sosiego. Y eso que en los últimos días tuvo varias. En medio de un paisaje tenebroso por los niveles de pobreza y de angustia social, el Gobierno alcanzó el viernes una merma importante del riesgo país -967 puntos, la cifra más baja en cinco años-, los mercados se mantuvieron calmos y el Indec difundió algunos datos económicos positivos, como el crecimiento de la actividad por segundo mes consecutivo y la suba del salario de agosto del 5,7%, por encima del 4,2% del índice de precios. Pero es como si no hubiera catalizadores posibles. Ni los brindis por su cumpleaños número 54 ayudaron a disminuir las disputas.
El Presidente no deja de construir o de potenciar enemigos. Ayer mismo, sábado, dio una entrevista en Radio Mitre y, ante una consulta sobre la resistencia de la UBA a ser controlada por la SIGEN, prometió “auditar” y “meter presos” a “los chorros”. En los últimos días retomó con insultos, si es que alguna vez los abandonó, el embate contra el periodismo.
Sus asesores volvieron a recibir pedidos -algunos de modo discreto, como si fueran parte de una negociación secreta- para explorar una suerte de pacto de buena convivencia con la prensa. La respuesta fue invariable: “No busquen cambiar a Javier. Tómenlo o déjenlo: será siempre así”. Lo mismo sucedió hace un tiempo, e incluso en la campaña, cuando ciertos operadores quisieron hacer de intermediarios para amigarlo o, al menos, para enfriar sus enojos con algún candidato.
Puesto a elegir, Milei prefiere ser un líder que se construye y convive con la crispación. “Nos queda más cómodo el conflicto que la paz”, admite uno de los hombres que mejor lo conoce. La confrontación exacerbada fue uno de los ejes que lo condujo a la Casa Rosada y así piensa gobernar hasta el último día. Los libertarios, además, se sienten amenazados, aun cuando aseguran haber superado todas las metas que se habían trazado para el primer año de gestión.
¿Amenazados por qué? ¿Amenazados por quién? Todavía impera en el Gobierno la sensación de que un sector de la política, alimentado por economistas, sindicalistas y otros protagonistas del Círculo Rojo, trabajan para hostigar de modo recurrente las iniciativas gubernamentales, sean buenas o malas, con el único fin de desgastar a Milei para, de modo inconfesable, impedir que termine su mandato. Hay quienes se tomaron el trabajo de seguir los pasos de los opositores que participaron del Coloquio de IDEA, que se realizó hace diez días en Mar del Plata. Cuentan que un diputado recorrió las mesas copadas por empresarios poderosos para instalar la idea de que el modelo libertario se agota, que su jefe tiene problemas emocionales y que, más temprano que tarde, el mix derivará en una gran crisis.
El propio Milei suele recordar que le auguraban su despedida para marzo pasado. Un dejo de rencor lo persigue. Es posible que hoy entienda que ya no hay riesgos de semejante cosa, pero aquellas profecías alimentan su relato y el de quienes velan por su popularidad. Cerca de él, sostienen: “Nos da rédito”.
El peronismo, que es hoy el principal partido opositor, colabora para que quienes se empiezan a sentir desencantados con La Libertad Avanza no avizoren la conformación de una alternativa. Está muy fresco el desastre que dejó la última administración kirchnerista conducida por Alberto Fernández y Cristina. La apatía con la clase dirigente crece. Encuestas que maneja el Ejecutivo establecen que en diciembre pasado el interés por la política estaba en torno al 55 por ciento; hoy el número se desplomó por debajo del 40.
La UCR también hace su aporte gratuito a los libertarios. El miércoles, auspiciados por el presidente partidario, Martín Lousteau, y con el peso de Facundo Manes, se fracturó el bloque de 33 Diputados. Los radicales quedaron divididos entre quienes promueven una fuerza con grupos peronistas no kirchneristas y ex integrantes de Juntos por el Cambio y los que coquetean con algún tipo de acuerdo con el mileísmo o con el PRO de Mauricio Macri.
Cristina y Axel Kicillof volvieron a brindar un espectáculo de desencuentros en el Teatro Argentino de La Plata, epicentro de mejores épocas para el cristinismo. En ese escenario Cristina se lanzó como postulante a la presidencia en 2007 y allí se hicieron muchos actos de relevancia para la mitología K: la presentación de la Ley de Medios, por ejemplo, que Sergio Massa presentó en 2009. Ahora, Cristina y Kicillof, que no pudieron resistirse a la invitación de Estela de Carloto para festejar los 47 años de la creación de Abuelas de Plaza de Mayo, ni se miraron.
En un momento, el gobernador intentó un acercamiento; ella ni lo registró. “Daban pena”, se sinceró un viejo peronista que, a pesar de todo, trabaja para la reconciliación. La jefa considera que Kicillof es un traidor; el mandatario hace todo lo que está a su alcance para no quedar pegado con ese mote, pero no sabe cómo salir del laberinto. Estela de Carloto intercedió. ¿Avances? Cero. Ya dijo Máximo Kirchner que no se puede confiar en Kicillof. Los que quieren a Axel le piden que se haga a la idea de que en 2025 tendrá que tomar una decisión drástica: se somete a los designios de Cristina o rompe con ella y arma sus propias listas. Basta con repasar la entrevista de Máximo en Radio 10: sus palabras delatan resentimiento y sed de venganza.
No hay semana en la que el Gobierno no reciba buenas noticias de parte de sus rivales. El desconcierto opositor les permite ganar tiempo hasta que las variables de la economía devuelvan la esperanza de que el futuro será mejor, si es que eso ocurre. En el Ejecutivo se aferran a la baja de la inflación y a las mejoras de la macroeconomía.
“Momento Bullrich”, escribió Milei en el chat que reúne a los miembros del Gabinete, cuando se conoció que el riesgo país había perforado los mil puntos. Frente a sus pares, la ministra de Seguridad había pronosticado que el riesgo país tocaría un número particular: 999. El viernes, antes de seguir bajando y anclarse en 967, tocó aquella cifra y el chat se llenó de comentarios, memes y stickers. En el Gabinete hay una adulación constante hacia Milei y, cada tanto, emergen burlas para los contrincantes.
Los festejos por las noticias que traen los mercados coincidieron con el cumpleaños del Presidente. Milei nunca fue afecto a las grandes celebraciones, pero esta vez aceptó varios brindis. Arrancó el lunes por la noche en la Residencia de Olivos, con su pareja, Yuyito González, y un grupo de íntimos, a la espera de la medianoche. Al otro día, a las 9.25, llegó a la Casa Rosada y la fanfarria del Regimiento de Granaderos tocó en su honor el feliz cumpleaños. Los granaderos le regalaron luego un morrión y Milei rompió en llanto. Luego celebró con los ministros y funcionarios de confianza y, por la noche, hizo el último brindis.
Dicen que recibió más regalos que nunca. Entre ellos, uno muy particular, que llegó a la Casa Rosada de modo misterioso y que llamó la atención del personal de seguridad: un busto hecho de bronce, de casi cien kilos y un metro de alto, que el viernes era trasladado con sumo cuidado por cuatro personas. El busto tiene de frente la cara de Milei y, de espaldas, la silueta y el pelo largo de un león. ¿Quién se lo habrá enviado?