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Las insólitas cinco horas en las que la alianza de Javier Milei y Mauricio Macri pudo volar por el aire

Alas cuatro de la tarde del miércoles, Mauricio Macri recibió un mensaje por WhatsApp de Javier Milei. El primer mandatario lo trataba de usted, como siempre, y con mucho respeto. “¿Puede hablar, presi?”, le preguntó.

La Cámara de Diputados venía de rechazar ese mediodía el decreto que le otorgó 100 mil millones de pesos de fondos reservados a la SIDE, una votación que contó con el aval de los diputados del PRO, por primera vez, en contra de una iniciativa oficialista. Se trataba del segundo mazazo para La Libertad Avanza en menos de 24 horas: un día antes, el kirchnerismo y el radicalismo habían tejido una alianza para despojar a los libertarios de la presidencia de la Bicameral de Inteligencia, que quedó en manos de Martín Lousteau. El segundo golpe arrastraba un impacto todavía mayor: podría convertirse en la única vez que el Congreso le rechace un DNU a un presidente. El PRO ya avisó que también lo resistirá en el Senado.

—¿Por qué no nos vemos hoy? —le propuso Milei a Macri en la conversación por teléfono.

En ese momento, el fundador del PRO era tendencia en las redes sociales, denigrado por los militantes mileístas. No había pasado nunca desde la alianza que los dos espacios construyeron luego de que Patricia Bullrich se quedó afuera del balotaje y las opciones para sustituir a Alberto Fernández pasaron a ser Milei o Massa.

Los macristas suponían que la campaña contra su líder era orquestada -y tal vez lo era- desde el propio Gobierno y, en especial, por Santiago Caputo, el zar de la comunicación de los libertarios.

—¿Hoy? ¿Te parece que es el día para vernos?—se sorprendió Macri ante el llamado de Milei.

—Sí, hoy, ¿por qué no? Esta noche estoy solo en Olivos.

En los teléfonos de los principales colaboradores del ingeniero se acumulaban pedidos y enojos. “Lo están matando a Mauricio, ¿nos vamos a quedar callados?”, se consultaban. El desconcierto crecía. Algunos pedían prudencia, otros se mostraban dispuestos a hacer volar por los aires la alianza. Uno de los asesores del ex presidente hizo un resumen con los tuits. A medida que se acercaba la hora de la cena las reacciones se tornaban peores.

Macri presta poca atención a esas cosas. Pero esta vez era distinto. Las críticas se volvían despiadadas y se buceaba en el archivo -desde Boca hasta sus primeros años en política- para intentar dañarlo. Hasta llegaron al despropósito de querer asociarlo con el kirchnerismo.

“¿Vas a ir igual?”, le preguntaban a Macri. De pronto, los ataques dejaron de ser desde cuentas anónimas o de fanáticos. El que había hablado era Guillermo Francos. “Mauricio tiene bastante experiencia en estos temas de inteligencia y está equivocado. Su Gobierno ha tenido cantidad de fondos para aplicar a las tareas del Estado y fue criticado por eso”, dijo el jefe de Gabinete.

“¿Voy o no voy? Yo voy a ir, de última no me dejarán entrar”, bromeó Macri. A las 20.45, ni un minuto antes ni uno después de la hora pactada, el chofer que lo llevó a la Residencia de Olivos ingresó por la Avenida del Libertador, la puerta por la que están habilitados a transitar los jefes de Estado. Francos hablaba con Milei en el chalet principal. Se habían reunido para analizar el impacto por el revés en el Congreso. Varios senadores habían llamado al jefe de Gabinete para avisarle que se venía un tercer cimbronazo. La oposición estaba lista en el Senado para sancionar una modificación en la manera de calcular los aumentos de los jubilados, una iniciativa que ya tenía media sanción de Diputados. Francos se lo contó a Milei.

“Tranquilo, Guillermo, la batalla es por la inflación. A mí me votaron para eso. Vamos a vetar todo lo que nos haga ruido y nos afecte el equilibrio de las cuentas”, sostuvo Milei. En público, al otro día, sería mucho más duro contra los legisladores.

De todo eso hablaban cuando les avisaron que el invitado estaba en la puerta. “Quedate, que ahora viene Mauricio, así lo saludás”, le dijo Milei a su funcionario. “¿Mauricio?”, preguntó Francos. No podía creerlo. Menos mal que es un hombre que hace esfuerzos por no perder la templanza.

Se saludaron los tres con un abrazo. Francos se fue en seguida. “Los dejo para que coman milanesas”, ironizó.

—Todo esto pasa por mala praxis, Javier —le dijo Macri en la cena.

—Salió mal, pero ya está. No me van a convencer de que nos tenemos que pelear, Presi. Soy el más macrista de mi Gobierno.

—Si hubiese coordinación esto no pasaba —insistió Macri.

Milei no se la siguió. El Presidente, en su particular manera de analizar la política, le restaba importancia. No fue Macri el único que le hizo advertencias. Hace dos semanas, cuando los senadores del PRO se enteraron de que Santiago Caputo proponía al peronista entrerriano Edgardo Kueider para la Bicameral de Inteligencia, Luis Juez acudió a la Casa Rosada para anticipar que cometerían un error. Juez, con el guiño de Patricia Bullrich y del PRO, impulsó al misionero Martín Göerling. “Nos gusta más Kueider”, insistieron en el Ejecutivo.

“Ustedes sigan boludeando que esto termina con Lousteau como presidente”, les dijo Juez. Miguel Pichetto también hizo gestiones para tratar de ayudar a los libertarios con los gastos reservados de la SIDE. “Esto no se puede hacer por DNU y el PRO no lo va a acompañar”, les anticipó. Hasta se produjo un pequeño milagro: Elisa Carrió llamó a Fernando de Andreis para decirle que le transmitiera a Macri que no podían acompañar semejante cosa. Los libertarios, igual, aceleraron. El paredón estaba cerca.

Milei asumió el golpe, pero en su cabeza está instalada la idea de que todo se debe a una debilidad de origen y que esos obstáculos se van a empezar a resolver el año próximo, cuando haya elecciones y su fuerza pueda potenciarse en el Parlamento.

El jefe de La Libertad Avanza suele decir que su intención de voto orilla los 55 puntos. “Cuarenta y cinco son míos y diez son tuyos, por eso tenemos que ir juntos”, le dijo a Macri en la charla del miércoles. A Macri no le gustó la cifra, pero le resulta simpática la manera de expresarse de Milei. Lo considera auténtico.

Los números que menciona Milei coinciden con el último trabajo del consultor Federico Aurelio, con el que el mandatario se reúne de modo periódico para ver tendencias. Son largas charlas de análisis. En una de las últimas, Milei preguntó por la sensibilidad social. Aurelio exhibió cifras. El 53% de la gente tiene una imagen positiva de la administración libertaria, pero solo el 16% ya ve cosas que “se están haciendo bien”; quiere decir que el resto del apoyo se sustenta en la esperanza de que el futuro será mejor. Aunque también hay un número rojo: el 44% de los consultados asegura que su situación personal y/o familiar “no puede esperar más”. Para ese amplio abanico los resultados económicos deben ser inmediatos.

El reloj apura al Gobierno, mientras las divergencias en su propia tropa complican su funcionamiento. Esta semana, Victoria Villarruel blanqueó que no apoyará el deseo de su jefe de convertir a Ariel Lijo en juez de la Corte Suprema y un senador afín a la vicepresidenta, Francisco Paoltroni, le pidió a Milei que mande a Santiago Caputo “a fumar al rincón”. Nunca había pasado que Villarruel desafiara tan fuerte a quien la eligió para compartir la fórmula y, tampoco, que un libertario atacara de modo directo al gurú mileísta.

Las internas se libran a cielo abierto. En Diputados hubo otro escándalo en la reunión de bloque, cuando, entre acusaciones y gritos, varios diputados -con la orden de Martín Menem- encararon de mal modo a Rocío Bonacci y a Lourdes Arrieta, las dos libertarias que están en pie de guerra con la bancada porque denuncian que fueron “engañadas” para participar de la visita al penal de Ezeiza en la que se fotografiaron con represores. Luego, se filtraron audios, que fueron registrados del otro lado de la puerta por quienes escuchaban los insultos. Uno de ellos fue el padre de Arrieta, que entró a la reunión a defender a su hija, que estaba con un ataque de nervios. Tuvo que intervenir la Policía.

“Tenés que conducir. Incluso tenés que conducir al PRO. Yo no era de la UCR ni de la Coalición Cívica y tuve que conducirlos también a ellos”, le pidió Macri a Milei. “Lo vamos a ordenar pronto”, contestó Milei. Quedaron en volver a verse, mañana, si ningún cisne negro irrumpe en el camino.

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