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Por qué es importante hablar de fascismo?

En el discurso de la Fundación Faro, el presidente Javier Milei anunció que dejaría de insultar a sus adversarios. Lo hizo en el contexto de una serie de aseveraciones ideológicas y políticas que deberían ser tomadas en cuenta. Milei se dirigió a los “abanderados de la forma”. Dijo que “ahora vamos a usar las formas que a ustedes les gustan. ¿Saben para qué? Para que quede en evidencia que son una cáscara vacía”.

Gestalt es un término en alemán que abrió toda una serie de reflexiones y propuestas, tanto en psicología como en filosofía. Normalmente se traduce como forma. Pero también como “configuración”. La Gestalt no sería una cáscara (lo saben muy bien los ultraderechistas del mundo; lo sabe muy bien Santiago Caputo, que eligió el logotipo del Nunca Más para la primera foto propangandística de la Alianza La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires), sino la manera en la que se conforma un pensamiento.

JD Vance dice que hay algo del liberalismo occidental que parece parasitario.

Esto no les gusta a los autoritarios

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Milei explicó en el mismo discurso que “la gran gesta para cambiar la Argentina tiene tres frentes de batalla que, si bien son distintos el uno del otro, son igualmente indispensables. El frente de la gestión para diseñar e implementar las reformas profundas que el país necesita, el frente de la política donde construimos el poder institucional necesario para impulsar esas reformas y sostenerlas políticamente. Y por supuesto la batalla cultural, donde aseguramos que estos cambios sean sostenibles en el largo plazo educando al soberano; dicho de otra manera, que quienes tengan ojos empiecen a verla de una vez por todas”. Gesta, gestión: su Gestalt.

Alcanza con prestar atención al discurso que dio en el mismo lugar el ministro de Economía, Luis Caputo. Su mención a los “parásitos mentales” de Axel Kaiser, el escritor chileno, pone de manifiesto algo que es clave: el proyecto que sostiene a Javier Milei es esencialmente ideológico. Es un proyecto de poder, como el de Donald Trump, o Nayib Bukele. Las ideas más o menos nacionalistas en economía o las liberales son cuestiones en algún punto secundarias: de lo que se trata es de una relación particular con el poder, con la democracia. Y sobre todo con el pluralismo.

Volvamos sobre Radiografía del fascismo, de Robert Paxton. El historiador señala tres elementos claves para el análisis. El primero es que los fascismos nacen en sociedades asustadas y necesitan de niveles de sumisión. El segundo es que llegan al poder demostrando flexibilidad ideológica. Y el tercero: la tibieza de los moderados es una condición para su avance. La experiencia italiana y la alemana lo demuestran. Hay que hablar de fascismo, sí. Pero mirar los años que van de 1918 a 1933 para buscar analogías en lo que sucede.

La Gestalt alemana tuvo su eco norteamericano en la Escuela de Palo Alto. La idea de comunicación humana es su eje. Para ellos, la comunicación humana es una suerte de estructura que “conforma” nuestro sentir y nuestro pensar.

Muy cerca de Palo Alto, a 12 minutos en auto, está Silicon Valley. Precisamente allí es donde debieran enfocarse las miradas. Porque el proyecto de poder cobra ahí un aspecto particularmente ideológico.

Palantir, la empresa de inteligencia artificial de Peter Thiel y de Alex Kar, que creció exponencialmente en los últimos años, brindando apoyo a la CIA y al gobierno de Israel, se autopercibe como un proyecto “ontológico”. Una metafísica de la superioridad, expresada sin pruritos por sus dueños. Como dice la revista Le Grand Continent: “La empresa, que superará los 400 mil millones de capitalización bursátil, tiene ahora un nuevo proyecto. Vender ‘ontología’ para acabar con los ‘hombres sin pecho’”.

Su CEO, Alex Karp, se formó con los últimos filósofos de la Escuela de Frankfurt. Estudió en Alemania con Jürgen Habermas. No es ingenuo. En la última carta a los accionistas dice: “The Technological Republic ofrece una exposición más completa de las causas y consecuencias de esta deficiencia. Sin embargo, en resumen, la tolerancia sin discernimiento, esa aceptación superficial de todas las opiniones como igualmente válidas, conduce a menudo, y lamentablemente, a no creer en nada”. Para Karp, se necesita una sociedad de fuertes por un lado y de sumisos por el otro.

Un exempleado de Peter Thiel también es el vicepresidente de los Estados Unidos. J.D. Vance. Su discurso en otra fundación, la Clarence, es un documento clave. Centrado en la imagen del demócrata Zohran Mamdani, a quien no considera un norteamericano, dice varias cosas inquietantes: “Hay algo en el liberalismo occidental que parece casi suicida, o al menos socialmente parasitario, una dinámica que se alimenta de un cuerpo social sano hasta que no queda nada. Por eso son tan preocupantes las tendencias demográficas en todo el mundo occidental. Por eso tantos jóvenes –en niveles históricamente altos en todos los países de Europa– dicen que no estarían dispuestos a morir por su propia patria: porque en 2025 algo en el proyecto liberal se rompió”.

Sí, parásitos: los de Kast. Pero también los de Caputo y Milei. Allí es donde hay que poner foco. Sabido es que la batalla cultural es por la hegemonía. Por eso, la pluralidad de opiniones resulta tan esencial como disruptiva.

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