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De Comodoro a Nueva York: la historia de Cecilia, la biotecnóloga que dejó la ciencia por el teatro

Tenía todo para dedicarse a la investigación. Había estudiado Biotecnología, trabajado en laboratorios y se había especializado en ensayos clínicos. Sin embargo, un día decidió ir por aquel arte que la conmovió en su adolescencia y le dio un cambio rotundo a su vida. Cecilia Wisky es comodorense, tiene 34 años y el año pasado creó una compañía de teatro en Nueva York, un proyecto independiente donde trabajan actores de diferentes países.

Hace cuatro años, la comodorense emigró a Estados Unidos junto a su pareja, un periodista que quería buscar otros rumbos. Admite que cruzar la frontera no formaba parte de su proyecto. Sin embargo, está agradecida por esta oportunidad que le dio la vida y que la llevó a meterse de lleno en las tablas.

Cecilia estudió biotecnología pero decidió volcarse al teatro: su pasión. Foto: Archivo personal.

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Cecilio descubrió el teatro en su adolescencia, gracias a una profesora que tuvo en el Colegio Universitario Patagónico (CUP). María Inés Quevedo era profesora de literatura y en paralelo realizaba un taller extracurricular para aquellos alumnos que quisieran hacerlo fuera de clase, y un día Cecilia decidió ir.

“Yo me llevaba muy bien, me encantaban sus clases y un día me anoté en el curso de teatro extracurricular y ahí empecé a descubrir un mundo, porque yo era muy de las ciencias naturales. Empecé a leer un montón de teatro, a ver qué había en Comodoro y cuando me mudé a Buenos Aires empecé a ser una gran espectadora de teatro. Iba mucho a ver obras hasta que decidí comenzar a estudiar”, cuenta a ADNSUR.

La joven se formó en el Savio y en el CUP eligió el estudio de entrenamiento de Julio Chávez. Mientras tanto, seguía en la Universidad de Quilmes con la licenciatura en biotecnología, pensando que los escenarios iban a ser un hobby y no una profesión.

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Así, su vida pasaba entre está ciencia dura que estudia los microorganismos, las bacterias y  los virus y el arte de convertirse en otra persona durante el desarrollo de una obra. Pero el teatro la apasionó y poco a poco comenzó a dedicarle más tiempo a la actividad.

Cecilia protagonizando “Venecia” de Jorge Accame, en el Estudio de entrenamiento Actoral Julio Chávez. Foto: Archivo personal.

A la distancia, Cecilia cuenta que en Argentina es difícil poder vivir del teatro independiente. En su caso, se dedicaba en paralelo a la biotecnología y, mientras hacía de asistente de dirección o actuaba en alguna obra, también trabajaba en investigación. 

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Es que Cecilia hizo de todo relacionado con su carrera, hasta trabajó en investigación clínica durante la pandemia. De forma remota, trabajaba en un área de datos, colaborando en el procesamiento de información que debía volcarse al mundo digital por todo lo que estaba sucediendo. Pero hace cuatro años, cuando su pareja le planteó la idea de inmigrar todo cambió.

“Mi idea era seguir en investigación clínica. Siempre trabajé en empresas internacionales y quería seguir en eso. Pero cuando llegué acá y vi todo el desarrollo que había en relación con lo artístico y las diferentes escuelas de teatro, fue como que me enchufó de nuevo con el teatro y comencé a buscar un lugar para estudiar.”

Así, cinco meses después de que llegó a Nueva York, Cecilia comenzó a estudiar en la escuela de actuación fundada por la actriz y profesora Stella Adler, quien impuso su propia técnica para hacer teatro. Su idea era hacer un curso de verano para probar, principalmente porque las clases eran en inglés, y se terminó metiendo de lleno. 

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“Fue básicamente venir pensando en otra cosa, en otro estilo de vida y terminé reencontrándome con el teatro. Hice un curso de verano y después la misma escuela tenía el conservatorio profesional de 2 años. Hice las audiciones, entré y cuando terminé empezamos a ver con qué podíamos hacer. La escuela tiene muchos estudiantes internacionales; la idea era insertarnos en el ámbito laboral acá y vimos que lo mejor era poder fundar nuestra compañía, hacer nuestros proyectos y buscar financiación a partir de nuestras propuestas culturales.”

En Estados Unidos Cecilia decidió volver a incursionar en teatro con un curso de verano y terminó dedicándose de lleno a la actividad. Foto: Archivo personal.

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Cambalache Company se fundó en agosto de 2024. Cecilia y Carmen Ezcurra, una actriz nacida en Buenos Aires, son las dueñas y directoras artísticas del emprendimiento independiente que cuenta con un ensamble de actores de Colombia, Venezuela, Polonia, Estados Unidos e Inglaterra.

“Somos como un grupo bien heterogéneo”, dice Cecilia con orgullo. “Lo primero que hicimos fue una producción de ‘Mucho ruido y pocas nueces’, una obra de Shakespeare en la que los mismos profesores nos ayudaron a conseguir el teatro, y con lo recaudado en las entradas pudimos financiar otros proyectos.”

Recientemente, “Cambalache”, junto a otra compañía, realizó “Bodas de sangre”, una obra más compleja que requiere otro tipo de financiamiento y puesta en escena. Se presentó en el Teatro Círculo, una sala para 60 personas que forma parte del circuito de recintos donde suelen presentarse obras en español y teatro latino.

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El equipo de “Mucho Ruido y Pocas nueces”, la obra de Shakespeare en la cual Cecilia fue co directora. Foto: Cambalache Theatre Company.

Cecilia está contenta por todo este crecimiento. Admite que no puede creer el giro que dio su vida. “Hay días en los que digo que no lo puedo creer, cómo llegué hasta acá, y hay otros días que se hace muy difícil, este, porque, bueno, si bien podemos hacer esto y estamos teniendo rédito económico para llevar a cabo los siguientes proyectos, también se hace difícil en ese sentido. Pero la verdad es que me da mucha alegría, porque soy una privilegiada también de que la vida me trajo hasta acá. Estoy muy agradecida por la gente que se cruzó en mi camino y que se copa con los proyectos, le gusta el trabajo y apoya siempre para que podamos seguir creciendo”, dice con un profundo agradecimiento.

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La actriz y productora tiene fe en que podrá vivir del teatro. Sabe que es difícil porque la competencia es mucha, pero no imposible. “Es una ciudad muy grande, con mucha cultura, pero también hay mucho público hispano y un gran gusto por la cultura hispana. Entonces, tenemos que encontrar esos espacios y hacer proyectos que sean atractivos tanto para el público español como para el público estadounidense”.

Por supuesto, siempre extraña Argentina, su ciudad, los abrazos y esas charlas eternas entre mates con sus afectos, porque, como dice, allá el tiempo se mide distinto. “Se extraña

“Siempre que me preguntan de dónde soy, digo: ‘Soy de la Patagonia. Allá nieva como nieva acá, hace este frío, hace este viento.’ Eh, porque en Nueva York, en invierno, es muy hostil también. Pero se extrañan los amigos, la familia, la cultura en sí, porque tenemos una cultura hermosa. Pero bueno, lo lindo es poder hacer obras, trabajar de lo que me gusta. Ya tenemos varios proyectos para esta mitad de año y la idea es poder seguir trabajando acá”, dice esta mujer que se animó a romper sus propias barreras, cambiar el rumbo e ir detrás de su pasión: el teatro.

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