¿Por qué estamos tan solos?, ¿por qué nos sentimos tan solos? El Periódico de España ha lanzado esta pregunta a cuatro organizaciones que trabajan con quienes están o se sienten solos: personas sin hogar o en riesgo de exclusión, con discapacidad migrantes en situación irregular, personas mayores -por supuesto-, pero también cada vez más jóvenes… en busca de respuestas. Acostumbrados a trabajar, día a día, a pie de calle, con quien más lo necesita portavoces de Cáritas, Solidarios para el Desarrollo, Cruz Roja y la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP) contestan a la gran pregunta de qué piensan que ha sucedido para que, en los últimos años, la soledad no deseada ya se considere una epidemia. Y advierten: se está cronificando. Como si fuera una enfermedad. La única receta: juntarse, pese a todo. Para eso, aseguran, hacen falta tiempo y recursos.
Cada vez hay más personas viviendo solas. Son muchas más que hace apenas medio siglo, como señala el último informe ‘La soledad en España’, elaborado por el Observatorio Demográfico CEU-CEFAS, que muestra cómo el número de hogares unipersonales se multiplicó por 8,2 desde 1970. Si se mira el Censo de Población y Viviendas de 1970, del Instituto Nacional de Estadística, durante aquella época vivían en España 660.000 personas solas de los más de 34 millones de habitantes que había. Más de medio siglo después, y con una población de cerca de 49 millones de habitantes, son 5,4 millones.
Epidemia de soledad
La soledad no deseada despunta entre los problemas que ya se sitúan como de primerísimo orden. Otro reciente informe, esta vez el STADA Health Report 2024, sobre la visión de los europeos acerca de la salud, cita la soledad como un fenómeno universal: 1 de cada 2 europeos se ha sentido solo. En España, el 48% de los ciudadanos también afirman experimentar sentimientos de soledad y, llamativamente, los jóvenes de entre 18 y 34 años son el grupo de edad que más experimenta este sentimiento (65%).
Los expertos ya hablan de epidemia. Cuando se les pregunta a quienes trabajan muy cerca de quienes padecen esta lacra, como Teresa Villanueva, responsable del programa de Mayores de Cáritas Española, establecen diferencias entre estar y sentirse solos. «Es cierto que, cada vez, la sociedad en la que vivimos facilita menos los espacios públicos en compañía, en la calle, para echar el rato. Desde los niños y las niñas hasta las personas mayores. Hay menos actividades comunitarias, gratuitas, públicas, en las que poder encontrarnos», dice.
«Y luego también es verdad que, pensando en las personas mayores, pues también lógicamente es más probable que les vayan faltando sus seres queridos: su pareja si la tuvo, familia, etc. También que cada vez es más difícil que, por ejemplo, las familias puedan nacer y vivir en el mismo sitio, porque la vida hay que buscársela», empieza argumentando la responsable de Cáritas.
Las relaciones
¿Por qué nos sentimos más solos y solas?. «Sentirse solo tiene que ver con la cantidad y con la calidad de las relaciones. Esto para pequeños y para mayores. La sociedad en la que vivimos, cada vez premia más la productividad, la individualidad, lo independiente, y facilita menos espacios y lugares de encuentro«, señala Teresa Villanueva que, insiste, «si nuestro modelo social cada vez pasa menos por un ocio comunitario -me da igual, el gimnasio, el cine, el bar, lo que sea- pues se va complicando«.
Respecto a los adolescentes y los adultos jóvenes, habla de «una dificultad añadida que tiene que ver con consecuencias de la pandemia. Es decir, quien no pudo socializar bien en el tiempo que tocaba, porque tenía que estar en casa, es como una capa más, son todo cosas que van sumando. Y como luego, cuando se acaba la pandemia, seguimos sin ofrecer cómo encontrarnos, pues claro, así tenemos a un grupo de adolescentes jóvenes que ha tenido muy poco acceso a un intercambio más comunitario«.
El etiquetado
Desde Solidarios para el Desarrollo, Jose Luis Pol, técnico del programa de acompañamiento a personas mayores, enumera las pérdidas de relaciones en todas las esferas: «Estas causas son más palpables en las grandes ciudades, ya que se añade la pérdida de relaciones vecinales que se tenían cuando la persona era joven (se ha perdido lo comunitario), las distancias son más grandes por lo que se recibe menos número de visitas, en definitiva, una sociedad más individualista».
En la misma organización, María Puertas, del programa de Salud Mental, sentencia: «Todas las personas experimentamos la soledad. Quienes tienen problemas diagnosticados de salud mental además viven un proceso de etiquetado y encasillamiento. A esto se suman los prejuicios y estigmas, que perpetúan la idea de que son individuos violentos, inestables e incapaces de mantener conversaciones ‘normalizadas’».
Lo duradero
La doctora Sacramento Pinazo-Hernandis, presidenta de la Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología, profesora titular de Psicología Social de la Facultad de Psicología (Valencia) y presidenta de la Comisión de Soledad no Deseada de la PMP, por su parte, cita a distintas autoras que, argumentan, vivimos en «sociedades líquidas donde cada vez es menos fácil el compromiso, la responsabilidad por el otro, por la otra persona, sociedades y mundos inciertos donde ya nada se espera que dure: el amor, la pareja, el trabajo, la estabilidad económica, la vivienda… Es difícil comprometerse y permanecer»
«Si no tenemos la presencia, falta el calor humano. En lo digital, podemos suplantar nuestro yo, podemos cortar la conversación en el momento que queramos, iniciarla en cualquier momento de las 24 horas del día, poner filtro a nuestras imágenes y mostrarnos como queramos, no tenemos por qué sonreír a alguien que no nos apetece, ni conversar con quien no queremos. Basta con darle a la tecla de borrar contacto o eliminar…», añade la profesora.
E insiste: las relaciones interpersonales «requieren tiempo, dedicación, afecto, escucha y responsabilidad por el cuidado del otro. Estamos perdiendo mucho de todo esto, pero, por otro lado, necesitamos de los vínculos, de las otras personas». Necesitamos las relaciones, repite.
Las relaciones interpersonales requieren tiempo, dedicación, afecto, escucha y responsabilidad por el cuidado del otro. Estamos perdiendo mucho de todo esto
Doctora Sacramento Pinazo-Hernandis
«Por eso cuando no las tenemos, nos sentimos tan mal, con una profunda soledad… «, abunda Sacramento Pinazo-Hernandis que, además, habla de soledades que se deben a la discriminación y el estigma (personas LGTB, con discapacidad, migrantes, víctimas de bullying o acoso). Otras, con la falta de acceso a recursos (por dificultades económicas, bajo nivel educativo, o pocos recursos sociales de interacción). «Hay muchos factores», resume.
Ministerio de la Soledad
«La problemática de la soledad ha pasado a formar parte de la agenda mediática, a pesar de que las organizaciones sociales hemos alertado previamente sobre ello, a raíz de una decisión política tomada en Reino Unido (en 2018): la creación de un Ministerio de la Soledad«, señala Joaquín Pérez, responsable del Programa de Personas Mayores de Cruz Roja.
Los datos indican un nivel de apoyos bajo y una vida social poco activa y, además, la situación empeora con el tiempo, dicen desde Cruz Roja
«Los datos indican un nivel de apoyos bajo y una vida social poco activa y, además, la situación empeora con el tiempo. Entre personas de ambos sexos y al margen de los distintos niveles socioeconómicos», abunda Pérez. En el entorno urbano, por supuesto, pero también en el rural, añade. El responsable de Cruz Roja habla de algo que es «una causa social, porque tiene un profundo impacto en la vida de las personas. La soledad se puede superar si se atiende desde la comunidad y si la propia comunidad se involucra en la respuesta».
Y recuerda: la soledad no deseada tiene amplias implicaciones negativas en la salud física y mental y a la calidad de vida de las personas. «Las situaciones de pobreza, de desempleo, los problemas de vivienda, de salud o los conflictos familiares son factores que afectan el equilibrio emocional y repercuten en la autoestima y provocan un sentimiento de vergüenza, de aislamiento, que hace que las personas reduzcan sus contactos sociales», apunta Pérez.
¿Cuál es la salida a todo esto en un país donde el Ministerio de Derechos Sociales ya ha adelantado que implementará una Estrategia Nacional contra la Soledad?. «Obviamente, mejorando las condiciones laborales, el sistema de pensión, la situación económica y de transporte de la gente, también se va mejorando esto. El milagro es quien consigue, pese a todo, poder desarrollar vínculos. Porque el sentimiento de soledad tiene que ver con el sentimiento de pertenencia. Eso se consigue rozándose. Con el encuentro, además, de relaciones entre iguales. No hay nadie contratando los servicios de nadie. Tenemos que juntarnos más y para eso hacen falta tiempo y recursos», concluye Teresa Villanueva desde Cáritas.