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Las causas de la crisis china son estructurales

Por

Jorge Castro

Analista Internacional

En los últimos 10 años, el crecimiento económico de China está directamente vinculado con las características del conflicto con EE.UU., que se ha notoriamente exacerbado en el gobierno de Joe Biden lanzado a una ofensiva generalizada ante todo en el plano decisivo de la alta tecnología.

Esto ocurre cuando la República Popular ha ingresado en una etapa de extraordinario cambio estructural, con una caída significativa y persistente de sus principales indicadores económicos en especial 3 cruciales:

*El Índice de Precios al Consumidor cayó en julio -0.3% anual, que coincide con una expresión generalizada de la disminución de la demanda doméstica; y esto ha provocado un debilitamiento de la confianza de los consumidores, en el contexto de un auge persistente de una incertidumbre generalizada, vinculada entre otros aspectos a la ofensiva estratégica norteamericana.

*Esto sucede con una tendencia a la baja de la segunda economía del mundo (US$18,6 billones/19% del PBI global), que el año pasado se expandió solo 3%, y que en 2023, tras crecer 3,5% en el primer trimestre, se ha elevado un escaso 0,8% anual en el segundo, con un auge excepcional del desempleo juvenil, especialmente en la franja de 18 a 29 años de alto nivel de calificación.

* A esto hay que sumarle la brusca caída experimentada por las exportaciones de 14,5% en julio, que es el efecto combinado de la disminución de la demanda mundial por la recesión en Europa y las perspectivas semejantes en EE.UU., y la reducción de los precios internos de las exportaciones para permanecer competitivas en este negativo contexto global.

Hay que advertir que la economía china depende cada vez más del consumo doméstico, pero la caída de las exportaciones coincide con la débil expansión de la demanda interna; el resultado es una percepción generalizada de la aparición de una tendencia a la baja de carácter potencialmente depresivo en el mediano plazo.

El otro factor de esta situación crítica es el que surge de la industria de la construcción, que representa 25% del PBI y responde por 30% de las inversiones; y que ha experimentado en los últimos 6 meses una contracción de 9% anual.

Lo notable es que aun en estas condiciones, la economía china se expandiría entre 4% y 5% anual, el mayor nivel de lejos entre los principales países del mundo.

Siempre hay que advertir que estos datos económicos tienen como fundamento un cambio demográfico fundamental; y es que la población de 1.400 millones de habitantes está experimentando en forma aguda la tendencia generalizada del mundo contemporáneo, que es el envejecimiento poblacional; y es en este aspecto crítico que la República Popular tiene como punto de partida una drástica particularidad, que es la política del “hijo único” impuesta por Deng Xiaoping en la década del ’80, y que implicó una disminución de 500 millones de personas en el haber demográfico de sus actuales 1.400 millones de habitantes.

El indicador más revelador de la actual crisis china es el alza de la desocupación de 21,4% entre los jóvenes de 18 a 29 años altamente calificados, que se contrapone con el desempleo de solo 5% en los grandes centros urbanos.

Es lo que ha advertido el nuevo premier Li Qiang que señaló que China se encuentra en la fase inicial de la transformación estructural de su gigantesco mercado interno, tendiente a su conversión en una “economía digital” unificada, que es la digitalización completa de la manufactura y los servicios.

El dato básico de este problema es el siguiente: solo 40% del PBI es actualmente “economía digital”, en tanto que el restante 60% está todavía sumergido en la economía industrial; y esto significa que la fuerza de trabajo que reclama exige menores niveles de calificación; y de ahí la paradoja de un alto desempleo entre los sectores jóvenes más calificados.

Esto sucede cuando el eje de la competencia mundial entre EE.UU. y China está centrado en el dominio de la alta tecnología; y en este plano decisivo de la puja mundial entre las 2 superpotencias, EE.UU. lleva una diferencia a su favor de por lo menos 10 años a la República Popular.

Lucidamente, el gobierno chino advierte que esto ocurre en el momento en que EE.UU. como sistema –gobierno/Congreso/medios de comunicación– acelera su ofensiva con el objetivo de recortar/frustrar su desarrollo en alta tecnología, el arma decisiva de la época.

La respuesta de China es ante todo la expansión y transformación de la economía privada, que representa 70% del PBI y 80% del empleo, y donde reside 2/3, o más, del auge de la productividad.

La vanguardia del sector privado está constituida por las plataformas digitales, lideradas por Alibaba, Tencent, y Baidú; y que, tras un periodo conflictivo y de restructuración que ya ha terminado, el gobierno de Beijing ha vuelto a otorgarle un carácter absolutamente prioritario.

A esto hay que sumarle la condición imperiosa que el gobierno de Xi Jinping otorga a la participación prácticamente sin limitaciones del capital extranjero, sobre todo el proveniente del mundo avanzado, y en primer lugar de EE.UU.

Estos son los principales datos estructurales de la crisis económica de la República Popular, una de las claves de la situación mundial en el siglo XXI.

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