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Las reservas en baja y los enigmas de cepo

La duda iba desde el tiempo en que el cepo cambiario se mantendrá tal cual está hasta la posibilidad de que sea profundizado, con nuevas y más rigurosas restricciones. En el medio, la caída de las reservas del Banco Central que sostienen la estructura del sistema, ya frágil y muy expuesta, le agregaba pimienta al debate.

Todo ocurrió estos días durante una teleconferencia que mantuvieron los jefes de una consultora muy consultada, ex funcionarios para más datos, y un grupo de operadores financieros de los considerados “gente fuerte del mercado”. Pese al hermetismo con el que se pretendió rodear al encuentro, buena parte de los actores descontaba que en el Ministerio de Economía estaban al tanto de la reunión.

Sobre esta encrucijada sin salida a la vista ha dicho José Luis Espert, el presidente de la Comisión de Presupuesto de Diputados con chapa de liberal de la primera hora: “No estamos enamorados del cepo, pero sí estamos preocupados porque su eliminación puede provocar una zozobra en el precio del dólar y eso poner más nerviosa a la gente. Se necesita un mínimo de 10.000 millones de dólares netos adicionales para acelerar la salida del cepo”.

El punto, aquí, es que no sólo faltarían US$ 10.000 millones sino que además las reservas netas del BCRA, digamos disponibles, están en rojo, y en rojo creciente. Hoy negativas en alrededor de US$ 5.000 millones, un informe de la Fundación Capital calcula que, incorporado el pago de deudas por importaciones y otras operaciones, a fines de 2024 rondarán US$ 7.500 millones y siempre con el mismo signo.

Algunas consultoras van más lejos todavía y llevan la cifra hasta las cercanías de los US$ 12.000 millones para los últimos días de enero 2025.

Así, los montos en juego y las necesidades derivadas van pareciéndose cada vez más a los US$ 15.000 millones con los que el ministro Luis Caputo pensaba contar, de entrada, para liberar a la economía del corset que el gobierno había heredado del kirchnerismo reciente. Según fuentes del mundillo financiero, eso mismo habría comprometido Caputo ante el propio Javier Milei.

Especialistas entrenados en el arte de lidiar con problemas semejantes llegan a una conclusión casi cantada: los libertarios deben encontrar el o los instrumentos que aseguren un incremento de la oferta de divisas, verdadero, constante y rápido.

Un dato, a cuento: pese a la caída del 27,7% que la recesión provocó en las importaciones, en el primer semestre de este año el superávit comercial apenas sumó US$ 237 millones y apenas entró se fue. Así, la mira vira hacia la necesidad de levantar las exportaciones o, si se prefiere, de articular una política exportadora que no sea sólo agroindustria sino industria-industria.

Vale aclarar que las reservas netas surgen de descontarles a las reservas brutas una serie de activos de los llamados intocables o propiamente indisponibles si se cumple la regla. Van desde los encajes por los depósitos en dólares en los bancos, el swap-préstamo de China siempre funcional a los proyectos de Beijing en la Argentina y las obligaciones con organismos financieros internacionales, hasta las tenencias en oro.

El monto real, neto, es una medida del poder de fuego del Banco Central para enfrentar presiones sobre el dólar oficial y sobre las propias reservas, si vienen en caída. Puesto de otro modo, también significa una muestra de la capacidad de pago del país que repercute en el costo del financiamiento del mismo país.

Todo en equilibrio inestable, esta vez la gran paradoja fue que el cepo funcionó semejante a una pared contra la que chocaron la fuga de divisas y la búsqueda de refugios más seguros que habría provocado aquí el cimbronazo exterior de estos días. Claro que no había capitales que pudieran salir por culpa del cepo, sencillamente porque no habrían entrado.

En cualquier caso, tenemos el riesgo país arriba de los 1.500 puntos básicos que es como hablar de una tasa de interés por encima del 10% anual en dólares para el crédito externo a la Argentina. Y tenemos, también, una brecha entre el tipo de cambio oficial y los dólares financieros que se mantiene en torno del 40%; ahora, especulación por un ajuste cambiario potencial y por lo que eso trae a la rastra.

Bien concreto y del mismo palo, en el horizonte cercano aparecen vencimientos con bonistas privados que entre capital e intereses representan unos US$ 9.000 millones. Nada de largo plazo, están concentrados en dos grandes pagos, uno cae en enero y el otro en julio, ambos de US$ 2.900 millones. Más US$ 3.400 millones por intereses.

La ventaja del caso, si es posible llamarla ventaja, es que la mitad corresponde a obligaciones de las llamadas intra sector público, o sea, del Tesoro Nacional con organismos estatales y por lo tanto fácilmente renovables.

Números de consultoras especializadas siguen con los aproximadamente US$ 8.300 millones que le tocan al Club de Paris y a organismos internacionales de crédito como el BID y el Banco Mundial. También son renegociables y a veces repagables con fondos que prestan los propios acreedores.

Anticipos formales e informales, o más bien promesas de Luis Caputo a propósito de la deuda externa. Uno: “Tenemos asegurados los fondos para pagarles a los bonistas incluyendo hasta enero de 2026”. Otro: la negociación avanzada con un grupo de bancos, entre ellos el Santander, alrededor de un préstamo de US$ 2.800 millones.

Repo, en la jerga de los financistas, la operación estará garantizada con títulos públicos y activos del Estado atados a compromiso de recompra a precios y en fechas determinados. En algún lugar entre tantos lugares puede haber entrado, si no entró ya, la garantía de las tenencias en oro que salieron del Banco Central.

Finalmente, el acuerdo con el Fondo Monetario y la mano amiga de Donald Trump. Es la carta fuerte que el Gobierno ya negocia, aunque a fuego lento y en los tiempos que impone el calendario norteamericano: las elecciones son el 5 de noviembre y la asunción del candidato triunfador, el 20 de enero de 2025.

En el mientras tanto, Toto Caputo y el Banco Central seguirán animando la función con anuncios, mediosanuncios, miniflexibilizaciones del cepo y anticipos de fuentes oficiales o confiables. Todo junto, detrás de un gran operativo orientado a sembrar confianza y aplacar incertidumbres en un mar nunca calmo o pocas veces calmo.

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