Aclamado como un héroe por los vecinos de Rostov, el líder de los Wagner abandona la ciudad en la que empezó su rebelión contra el Ejército ruso.
Un levantamiento de 24 horas en el que sus tropas lograron situarse a 200 kilómetros de Moscú. En ese punto Yevgueni Prigozhin decide parar el avance para evitar -según sus palabras-«el derramamiento de sangre» y ordenar a sus columnas dar media vuelta.
Sus tanques se retiran de Rostov, tras un acuerdo logrado con la mediación del presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko. ¿En qué términos? Prigozhin consigue no ser procesado por rebeldía, inmunidad para los paramilitares que han participado en la sublevación. Los que no lo han hecho podrán alistarse en las filas rusas. Él, sin embargo, tendrá que exiliarse en Bielorrusia, según el portavoz del Kremlin.
Mientras las fuerzas rusas rellenan las zanjas cavadas ayer para impedir el avance de los mercenarios, Rostov recupera la normalidad. «Todo ha acabado bien, gracias a Dios», dice este vecino.
El fin de una insurrección exprés que ha puesto en jaque a Vladimir Putin.