Se fue Silvio Berlusconi. Il Padrone , que murió este lunes a los 86 años, fue quien vio antes que nadie el potencial del fútbol como espectáculo y negocio. Con el showbusiness como espada, resucitó al Milan y al Calcio. Lo hizo a golpe de cheques pero la materia fundamental fue el juego.
“El Milan debe ir al ataque en cualquier lugar, jugar con tres o cuatro delanteros”, fue una de sus primeras declaraciones cuando tomó el control del club el 24 de marzo de 1986 después de bajar del helicóptero en la Arena Cívica de la capital lombarda mientras sonaba La Cabalgata de las Walkirias, de Richard Wagner.
Toda una puesta de escena, después de todo venía del show que conocía bien desde su empresa de TV, Mediaset. También una declaración de principios. Desde aquel día hasta el 13 de abril de 2017, Berlusconi comandó el Milan con mano de hierro. El club fue el pasaporte hasta el gobierno de Italia.
En 31 años, el Milan obtuvo 29 títulos: 8 Scudettos, 5 Copas de Europa (hoy Champions League), 2 Intercontinentales, un Mundial de Clubes, 7 Supercopas de Italia, 5 Supercopas de Europa y una Copa Italia. Lo hizo con 14 entrenadores, desde Nils Liedholm, una gloria del club de los 60, hasta Vincenzo Montella, de los cuales tres fueron los que dejaron su sello: Arrigo Sacchi, Fabio Capello y Carlo Ancelotti.
La revolución milanista empezó cuando reemplazó a Liedholm por Sacchi, un casi desconocido entrenador que no había sido futbolista pero había eliminado al Milan en una Copa Italia dirigiendo al Parma. Dicen que todo se resolvió en una cena cuando Berlusconi le explicó qué tipo de juego quería. Sacchi calzaba justo. Il Padrone sacó la billetera y compró a los neerlandeses Frank Rijkaard, Marco Van Basten y Ruud Gullit. La base la tenía: Mauro Tasotti, Alessandro Costacurta, Franco Baresi, Paolo Maldini…
Tuvo un grano aquel Milan: Diego Maradona, que desde la pobreza franciscana del Napoli lo desafió fuertemente a fines de los ’80 y le ganó dos campeonatos: 86-87 y 90-91. Y hubo un tercero que no se le podía escapar al Napoli y se le escapó a manos del Milan. Los escritorios y las influencias también jugaban en esa época donde tras bambalinas se cocinaba la mugre de las apuestas clandestinas, la mafia y los intereses políticos.
Tal vez porque la alargada sombra de Maradona se proyectaba desde Napoli, no reparó en muchos jugadores argentinos. Temía que las excentricidades vinieran impresas en el pasaporte. Aún así llevó a Claudio Borghi, “el nuevo Diego”. Pero el Bichi no rindió, lo cedió al Como y el argentino después hizo su vida de trashumante de la pelota. En 1998 compró a Roberto Ayala y Andrés Guglielminpietro. Más adelante llegarían Fabricio Coloccini, José Chamot, Fernando Redondo, Hernán Crespo, Leandro Grimi, Maxi López, Alessio Innocenti, Matías Silvestre y Juan Alberto Mauri.
Durante su mandato se creó Milanello, el centro deportivo ejemplar que fue espejo para que el Inter reacondicionara Apianno Gentile y Juventus lo que hoy es la Continasa. En tres décadas innumerable cantidad de jugadores llegaron al club, además de los rutilantes holandeses. La primera gran compra fue la de Lentini al Torino, en 50 millones de dólares, una fortuna para los 80. Todavía se investiga si hubo dinero ilegal saliendo de Fininvest, el corazón financiero del conglomerado de empresas que fue sumando Berlusconi.
“Los jugadores del Milan deben entrar al campo peinados como para ir a misa”, les decía. Ya en la última época, cuando compró al Monza junto a su Sancho Panza, el eterno gerente Adriano Galliani les prometió “camión de putas” si lograban el ascenso. Monza ascendió.
Su última aventura fue el Monza. Lo compró un año despues de vender al Milan. Puso 3 millones de euros por las acciones e invirtió 116 en jugadores para subir de Tercera a la Serie A. En la última temporada el Monza terminó un digno undécimo puesto, en mitad de tabla. Nadie vio el camión lleno de putas prometido a los jugadores. Pero es probable que haya llegado, discretamente, a la ciudad que con Berlusconi dejó de ser famosa por la Fórmula 1 y reconocida por su equipo de fútbol.