Encuestas y analistas políticos coinciden en que la candidata demócrata Kamala Harris ha sido la clara vencedora del debate presidencial a las elecciones de Estados Unidos. A continuación hacemos un repaso de los puntos fuerte de la actual vicepresidenta, que le han permitido ponerse por delante de Donald Trump en este choque televisado.
Si en el post debate se hablaba de Trump, es que Harris había hecho un buen trabajo, y viceversa, decían algunos analistas políticos en las vísperas del encuentro. De la misma manera que los focos se cernieron sobre la desastrosa actuación del presidente Joe Biden en el anterior debate – y por ende, pasó a segundo plano la pobre actuación de Donald Trump– la misma lógica se aplicaba a este choque de nuevas caras. En efecto, todos los focos están puestos en las mentiras y las salidas de tono de Trump, algo que estaba en los planes de Harris: dejarlo en evidencia.
Establecer la agenda del debate es tan importante como establecer la agenda política. Algunos de los temas candentes eran clave para los dos, como inmigración y aborto, lucieron más para Harris: igual que Biden desaprovechó la oportunidad de recalcar que su administración está en defensa del derecho al aborto, Harris supo sacar pecho y poner a Trump contra las cuerdas: Calificó su postura sobre el aborto de “insulto a las mujeres de Estados Unidos” y afirmó que había conocido a mujeres de todo el país cuya salud y vida se habían visto amenazadas por las restricciones al aborto. Además, Harris puso sobre la mesa otros temas incómodos para Trump, como el asalto al Capitolio al que él mismo animó o sus vínculos con líderes autoritarios, desde Putin hasta los talibanes en Afganistán.
Entre los planes de Trump estaba acusar a Harris del legado de Biden que considera (exageradamente) negativo en el plano económico, ya que si bien la inflación ha aumentado, esta variable no está en manos del presidente sino de la Reserva Federal, mientras que asuntos sobre los que sí tiene agencia, como el empleo, han mejorado. Harris tenía la respuesta clara: “No estás compitiendo con Joe Biden, están compitiendo conmigo”. De esta forma, la vicepresidenta daba con una salida elegante en la que no menospreciaba al que sigue siendo su jefe en el Despacho Oval, mientras que se centraba en reivindicarse como la persona al cargo ahora.
Donald Trump habló más minutos que Kamala Harris. Pero eso no fue una ventaja. Las intervenciones de ella fueron más certeras. Esta estrategia ya se había empezado a perfilar en las últimas semanas, cuando a Harris se le preguntó sobre las declaraciones de Trump en las que acusaba a la vicepresidenta de identificarse como mujer negra con fines partidistas, Harris respondió “sin comentarios”, en lugar de entrar al trapo. Dejó que las declaraciones de Trump cayeran por su propio peso. Así, en el debate, tampoco entró en las acusaciones de Trump sobre cómo el padre de Harris, académico de la Universidad de Berkeley, favorecía ideas marxistas en los años 60, algo que pretendía ser un argumento definitivo de cómo la vicepresidenta es una extremista de izquierdas.
Desde el primer momento en que se estrecharon las manos, la vicepresidenta quiso explicitar cómo de hecho esa era la primera vez que lo hacían. “Kamala Harris”, dijo ella, presentándose a sí misma. “Diviértete”, le respondió él. Y lo cierto es que la vicepresidenta pareció que lo pasaba bien, a juzgar por su sonrisa, a ratos satisfecha, a ratos burlona. En cambio, Trump, pareció agresivo y desesperado, chillándole al micrófono y evitando mirar a los ojos a su rival. Ella, sabedora del poder del lenguaje no verbal y disciplinada con su preparación, usó gestos como ponerse la mano debajo de la barbilla para mostrar su incredulidad a diferentes argumentaciones tramposas que él hacía mientras que Trump apretaba los labios con tensión. Y la carcajada de Harris, de la que Trump se ha burlado repetidamente, fue de nuevo un aliado de la demócrata para demostrar los disparates del republicano.