Después de la amenaza de bomba que habría hecho la azafata Daniela Carbone (47) al vuelo de Aerolíneas Argentinas, que el 21 de mayo debía viajar a Miami, la empresa estatal «vive un momento de implosión«, dice Octavio, comisario de abordo que lleva más de treinta años prestando sus servicios. «Esto que sucedió es de una gravedad mayúscula que puede significar un golpe de nocaut para Aerolíneas«.
Octavio es el nombre de fantasía de un experimentado tripulante de Aerolíneas Argentinas que accedió a hablar con Clarín para compartir su asombro y desasosiego. «No logro entender cómo pudo pasarle esto a Daniela (Carbone), una trabajadora intachable, cumplidora, comprometida, que no faltaba nunca. Algo le tiene que haber pasado, por más despecho que haya sufrido, no puede reaccionar como lo hizo».
El tripulante de Aerolíneas la conoce a Carbone desde la época en la que la azafata, que lleva 25 años en la empresa, vivía en Quilmes. «Hay un afecto, un aprecio hacia ella, fueron muchos viajes juntos. Horas y horas hablando, escuchando nuestras vidas… Me la imagino ahora en un calabozo frío en Ezeiza, intentando darse cuenta de lo que hizo. Sólo quisiera verla, abrazarla y no decirle nada».
Carbone quedó alojada en un calabozo de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini. Está imputada por los delitos de «coacción agravada», «intimidación pública» y «entorpecimiento de servicio público». Aunque los delitos que se le imputan pueden tener una condena de hasta seis años de prisión, es muy probable que, de ser condenada, reciba una pena excarcelable.
Octavio compartió hace unos meses un vuelo con Carbone y no la encontró del todo bien. «No le pregunté nada, pero la noté mal, muy delgada, nerviosa, no sé. Hoy me preocupa su salud, qué pueda pasarle, qué se pueda hacer ella. Como primera comisario e instructora, ella debería haber manejado la situación hasta con cierta comodidad. Estamos hablando de una profesional que forma futuros jóvenes tripulantes y que no pudo capear una tormentita doméstica».
Casi como una humorada, Octavio desliza que «no es la primera vez que Antonella –nombre ficticio de la tercera en discordia– se pone en pareja con alguien de la tripulación. Donde pone el ojo, pone la bala. Es una diosa total, él se topó con un Alfa Romeo».
«Más que superarla, la desbordó la situación -prosigue- y eso es lo preocupante para una profesional de su expertise… Que haya planificado este horror es imperdonable, porque ni siquiera fue un instante de calentura. Una vez que le llenaron la cabeza a Daniela, porque seguro que algún compañero lo hizo, ella googleó la manera de hacer lo que hizo distorsionando su voz y poniendo un chip prepago en el teléfono de su hija».
Por su experiencia en la empresa, Octavio está convencido que «este tsunami se llevará puesto a varios actores de este culebrón. Hay mucha bronca en Aerolíneas, en los empleados, que nos rompemos para salir adelante y esto es un mazazo que nos hunde. Entiendo que Picho quedó marcado, lo mismo que Antonella… Hay que pensar que en Aerolíneas todavía hay un ambiente castrense. Estas cosas no se digieren».
Suspira Octavio pensando en su compañera. «Si entró en razón, ni ella lo debe poder creer. No estamos hablando de una loquita improvisada, Daniela es una mujer que, como yo, tiene la camiseta puesta por la empresa, más allá de la cuestión política, que no vamos a ser hipócritas. Pero Daniela jamás pasó un parte médico, por esto no podemos salir de la consternación. Hablo en plural porque el repudio es unánime en el chat grupal de la empresa, de donde sacamos a Daniela para protegerla».
En más de tres décadas en Aerolíneas, Octavio asegura, que nunca vivió «una situación de tamaña gravedad como ésta. Nunca me imaginé que lo viviría desde adentro, que alguien de nosotros provocaría esta implosión. Si lo pienso fríamente, si veo el contexto preelectoral, siento que este daño será irreparable. Y el vínculo entre Picho y Antonella, como es de esperar, terminará por la misma onda expansiva».
MG / AS