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La caída de la natalidad desafía el futuro de la escuela rural: «Queremos ver las aulas repletas de adolescentes sin sillas vacías»

España tendrá, en un cuarto de siglo, unos 800.000 estudiantes de entre tres y 15 años menos que ahora. Pero no hace falta irse tan lejos: el pasado curso hubo 160.247 alumnos y alumnas menso matriculaciones que hace cinco años. Y entre 2013 (el máximo histórico) y 2023 el país habría perdido 450.000 niños menores de 16 años. Esto abre varios interrogantes, sobre todo en el mundo rural. Si las aulas continúan vaciándose, ¿podrán seguir abiertos los centros educativos de municipios pequeños? ¿O tendrán que cerrar?

El informe ‘Educación rural. Entre el olvido y la reivindicación’, que ha presentado la ONG Entreculturas este martes, destaca que las escuelas rurales suelen ser muy pequeñas, a menudo con una única aula, y con un solo maestro o maestra a cargo de estudiantes de diferentes edades.

Ya a día de hoy, muchos de estos pueblos con poca población no cuentan con alumnos y alumnas suficientes como para mantener un colegio tradicional abierto, por lo que se establecen colegios rurales de pocas aulas, generalmente entre una y tres, donde se imparten varios niveles educativos de forma simultánea. Cada una de estas escuelas puede tener desde 5 a 20 alumnos, con edades que varían entre los 3 y 12 años. 

Según datos de 2023 del Consejo Escolar del Estado, 71.537 estudiantes se escolarizaron en centros rurales agrupados en España durante el curso 2021-2022. Castilla y León, con 14.536 alumnos y alumnas, es la comunidad autónoma con más alumnado en centros rurales agrupados. Allí, una encuesta realizada el pasado 3 de octubre de 2023 reveló las denuncias de 700 maestros: se quejaban de goteras, desperfectos en el tejado, deficiente aislamiento térmico, radiadores en mal estado y desprendimientos de cornisas, entre otros, pese a ser una de las comunidades que más cuidan sus centros. Le siguen Andalucía (11.463) y Cataluña (10.015). 

Natalidad y dispersión geográfica

«Mi deseo e ilusión es el de ver las aulas repletas de adolescentes sin sillas vacías, pero las tasas de natalidad y de emigración nos indican todo lo contrario», lamenta a El Periódico de España María José Hernández, profesora de instituto de Villanueva del Fresno, localidad extremeña de poco más de 3.000 habitantes. Aunque las previsiones son pesimistas, José Luis Valero, responsable del gabinete de estudios del Sector de Enseñanza de UGT-Servicios Públicos, explica que si bien el curso 2020-2021 fue crítico, con la pérdida de unos 11.000 alumnos, en 2021-2022, el último curso del que tienen cifras, se han vuelto a los niveles anteriores.

En España, la despoblación rural se achaca, sobre todo, a la reducción en la tasa de natalidad. En solo cinco años se ha pasado de haber 1.750.579 de niños y niñas en educación infantil (curso 2018-2019) a 1.590.332 (curso 2023-2024). Entre 2013 y 2023 se registró un descenso poblacional de 450.000 niños y niñas menores de 16 años, potencialmente estudiantes, y se prevé que para 2037 la cifra sobrepase el millón. Actualmente este alumnado representa solo el 1,6% del total matriculado en educación infantil y primaria.

Otra de las consecuencias es la migración hacia áreas urbanas y la falta de oportunidades laborales y sociales. Algunas proyecciones estiman que, para 2050, el 88% de la población española residirá en ciudades, lo que podría llevar a la pérdida de casi la mitad de la población rural actual.

También dispersión geográfica de la población rural, que abarca el 92% de todo el territorio español, plantea desafíos en el acceso a la educación, infraestructura escolar y la calidad educativa. Como respuesta, apunta el informe de Entreculturas, «la legislación educativa española ha buscado mejorar la calidad y la equidad en la educación rural. Desde la década de 1980, se han implementado políticas y estrategias específicas para atender las necesidades educativas de las zonas rurales. La Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE) ha avanzado en la concreción de medidas destinadas a la educación rural. Sin embargo, persisten varios retos como la brecha digital, que sigue siendo significativa en algunas áreas rurales donde la conectividad y el acceso a Internet son limitados».

Para UGT faltan medidas concretas. «Sería muy bueno que al profesorado de entornos rurales se les incentivara. Estar en esos centros tiene sus dificultades. También sería positivo que se les favoreciera la formación, porque tienen unos condiconantes específicos y unas realidades pedagógicas a las que no es fácil adaptarse si no cuentan con esos recursos y habilidades», indica el responsable del gabinete de estudios del Sector de Enseñanza.

Hernández cree que el «estar en una zona distanciada geográficamente implica tener una serie de desventajas en relación a las infraestructuras y demás». «Pero considero que la mayor necesidad es la falta de personalm tanto docente como laboral, especializado en determinadas necesidades que tienen nuestros alumnos y alumnas y que el resto no podemos llegar porque no somos especialistas en todas las materias», añade.

Valero también considera que no estaría de más que hubiera algo de formación específica y de prácticas en estos entornos, ya que la estabilidad de las plantillas es otro de los problemas a los que se enfrenta la escuela rural.

Desafíos

En el informe de Entreculturas aparecen las declaraciones de Damián García Ramos, un joven estudiante del Centro Público Integrado Virxe da Cela donde en 2022 solo había siete estudiantes de 41 de la ESO. Entonces, solicitan una oferta de actividades extraescolares que les permitiera socializar, así como una opción de transporte para volver a casa. La Nueva España, periódico del crupo Prensa Ibérica, contó esta semana cómo Iris Álvarez, de tres años, se quedó el pasado martes sin su primer día de cole porque no había una ruta prevista para recoger a la pequeña en su casa de Lendelforno, un pueblo de Asturias. «Queremos que la gente se quede en el medio rural y este es el ejemplo de la ayuda que nos dan», lamentaba su padre Jorge Álvarez.

Laura, alumna del IES Virgen de Gracia, en Oliva de la Frontera, un pueblo de Badajoz de unos 5.000 habitantes, explica que, aunque no sea su caso, sí tiene compañeros y compañeras con dificultades para transportarse desde sus pueblos hasta su instituto, o hasta el centro donde pueden cursar Bachillerato. Otra de las contrariedades tiene que ver con la conectividad. «Noto que en mi pueblo, a la hora de usar internet o simplemente estando en clase, muchas veces se va la luz. Eso es algo que nos dificulta a la hora de usar pantallas digitales», asegura.

Con todo, los datos sugieren que la brecha educativa que existe entre las zonas rurales y las urbanas es una de las más reducidas del mundo. Los estudiantes más desfavorecidos social y económicamente de Castilla y León recibieron los mejores resultados de toda España en pensamiento creativo, en el informe PISA 2022, por encima de países como Alemania, Francia y Países Bajos.

Además, tanto Laura como la profesora María José Hernández apuntan que la educación rural permite una cercanía y proximidad entre el alumnado y el profesorado que no pueden permitirse en sitios más grandes. «El hecho de trabajar con pocos alumnos y alumnas hace que el proceso de enseñanza y aprendizaje se convierta en oportunidad de estar mejor atendidos de manera indivualizada», asegura Hernández.

«Por eso -apunta la profesora- debemos apostar por el progreso de los pueblos y qué mejor manera que hacerlo desde una educación en ciudadanía global para convertir nuestro ámbito rural en fuente de oportunidad. Así nuestros jóvenes encuentran la manera de desarrollar su potencial y capacidades y se sienta apoyados desde su formación academica pasando por sus inquietudes hasta llegar al desarrollo de sus profesiones y convertirse en personas humanizadas y competentes para que puedan devolver a sus entornos y a las sociedad lo que ella les ha dado».

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