Durante los primeros minutos del jueves 26 de junio, un sismo de magnitud 2,7 en la escala Richter se registró a 10 kilómetros de profundidad y a solo cinco kilómetros del pueblo de Sauzal Bonito, en el área de influencia de Vaca Muerta. El evento fue calculado y confirmado por el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES).
De acuerdo con el reporte del Observatorio de Sismicidad Inducida, el fenómeno fue percibido por un gran número de habitantes del lugar, quienes reportaron sacudidas acompañadas de ruidos en estructuras livianas. Las viviendas antisísmicas construidas en la zona también evidenciaron movimientos perceptibles.
En el área cercana al epicentro, la empresa Tecpetrol finalizó recientemente la estimulación de cuatro pozos horizontales identificados como TPT.nq.FP 1501(h), 1502(h), 1503(h) y 1504(h). Estas operaciones se llevaron a cabo hasta mediados de junio y se suman a un conjunto de intervenciones registradas durante mayo, mes en el que se reportaron cuatro eventos sísmicos (1, 3, 5 y 22) en la misma zona.
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El Observatorio sostiene que existe una correlación entre los eventos sísmicos percibidos y la actividad de extracción no convencional en la región. “Con estos últimos sismos, Vaca Muerta ya ha superado el número de temblores para los mismos periodos de años anteriores, batiendo récord de sismicidad asociada a fracking”, señalaron desde la institución a través del portal sismicidadinducida.ar.
La actividad de fractura hidráulica en Vaca Muerta ha ido en aumento durante los últimos meses. Según datos de la consultora NCS Multistage, en mayo se registró un nuevo récord con 2.588 etapas de fractura. YPF lideró el total de operaciones, pero empresas como Tecpetrol también realizaron múltiples intervenciones en zonas de alta actividad como Fortín de Piedra, ubicada en cercanías de Sauzal Bonito.
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Las investigaciones científicas sobre sismicidad inducida indican que la inyección de fluidos a alta presión puede generar modificaciones en el sistema de fallas geológicas preexistentes. Estos eventos suelen tener baja magnitud, pero su frecuencia y localización en zonas habitadas han llevado a diversos actores institucionales a demandar mayores controles y estudios.