Puede ser que la recaudación impositiva de mayo hoy no genere ganas de festejar, pero todo apunta a que, en los próximos meses, se la empezará a recordar con cariño como uno de los mejores resultados del año. Ocurre que, aun cuando en términos reales tuvo una caída real interanual de 5,1%, mantuvo datos positivos que difícilmente puedan sostenerse en el corto plazo.
Para empezar, claro, la recaudación por derechos de exportación, que este mes fue ayudada por la tercera versión del «dólar soja». Gracias al esquema de incentivo exportador, a la caja de la AFIP ingresó un 24,6% más de pesos en mayo que en abril. Pero los antecedentes de las primeras dos ediciones permiten avizorar lo que ocurrirá: un desplome de la recaudación en los próximos meses, ante la previsible parálisis de la venta de soja.
Así, en octubre del año pasado, después del repunte de septiembre, la recaudación de octubre tuvo una caída nominal de 7,7% respecto del mes anterior (con un desplome de 75% en el ingreso por retenciones). Y de la misma manera, en enero hubo una merma nominal de 1,8% en la entrada de impuestos, con una caída de 70,2% en el concepto de retenciones a la exportación.
Son números que no invitan al optimismo sobre lo que ocurrirá en los próximos meses, sobre todo cuando ya desde el sector agrícola se dejó traslucir una actitud defensiva para liquidar los menos de 12 millones de toneladas de soja que restan en los silobolsas -un número que representa la menos de la mitad del disponible hace un año-.
La situación de la sequía dejó en evidencia que, por más que se apliquen mecanismos de incentivo cambiario, será difícil incrementar el aporte fiscal del campo. De hecho, con la ayuda extra del dólar soja, lo ingresado por el rubro de retenciones en el bimestre abril-mayo es un 56% menor en dólares que lo recaudado en el mismo período del año pasado.
En dólares, también cae
Cuando se considera la recaudación total, medida en dólares, todavía se registra una variación positiva. Lo ingresado en mayo, convertido al tipo de cambio oficial, equivale a u$s13.271 millones, que supera en 2,8% el monto de mayo año pasado. De todas maneras, si se lo compara con la performance de septiembre, cuando se implementó el primer «dólar soja», esta vez la recaudación fue menor en u$s1.168 millones.
Y peor aun, si se considera el efecto de la inflación de Estados Unidos (4,9% anual), entonces también se puede interpretar que la recaudación de mayo, en dólares, cayó en términos de comparación internacional.
En un año crítico por la sequía, el efecto reactivador del «dólar soja» sobre la recaudación tributaria fue menor al de ediciones anteriores
El dato de la recaudación medida en dólares es fundamental en situaciones de crisis como la que atraviesa Argentina, porque ayuda a entender qué tan cerca se encuentra el riesgo de que el Gobierno deba recurrir a un mecanismo de «licuación» -sea vía inflacionaria o devaluatoria- para solventar el gasto público.
La caída de la recaudación en términos reales pone una nota de alarma, porque implica que las exportaciones argentinas -y su aporte tributario- tienen menos potencial para financiar el gasto público, justo en un año en el cual el Gobierno se comprometió a reducir el rojo fiscal desde el 2,5% del PBI del año pasado a un nuevo nivel de 1,9%.
Es un recorte que muchos economistas juzgan incumplible, dado que se prevé una caída de 3% en la actividad económica de este año -lo cual posiblemente tenga un correlato de caída real en la recaudación de impuestos-, y que además hay poco margen de recorte del gasto, dado el contexto político campaña electoral.
De hecho, la creencia de los economistas más escépticos es que el déficit fiscal de este año terminará siendo mayor que el año pasado, en el entorno de 3% del PBI, lo que implicaría otro incumplimiento de las metas acordadas con el FMI.
Hasta ahora, el ministro de economía, Sergio Massa, ha dado señales de querer ratificar el objetivo fiscal, sabiendo que el compromiso con la austeridad es uno de los temas más importantes para el staff técnico del Fondo.
Pero claro, eso requiere que con menos exportaciones que el año pasado se pueda aumentar la recaudación en términos reales, todo un desafío para el equipo de Massa. Las proyecciones de los economistas en la encuesta REM del Banco Central indican que este año se producirá un desplome exportador de 18,6% respecto de la cifra del año pasado.
En situaciones así es cuando se generan las condiciones para una devaluación, dado que únicamente con un tipo de cambio más alto es posible que un volumen más pequeño de exportaciones haga un aporte tributario mayor. Y es con ese tema en mente que el FMI redobló su presión para que Argentina corrija su problema de retraso cambiario.
La recaudación del IVA, vinculada al consumo, sigue en terreno positivo, pero los economistas son escépticos sobre que se pueda mantener en los próximos meses
¿Cuánto dura el contrapeso del IVA?
Aun con este panorama poco auspicioso, lo cierto es que hay rubros de recaudación impositiva vinculados a la actividad productiva y comercial que siguen dando buenos resultados.
El caso más elocuente es el del IVA que recauda la DGI -es decir, no incluye las el de importaciones, que recauda la Aduana-, y que sigue mostrando un crecimiento por encima de la inflación. En mayo, la suba nominal fue de 148,7% interanual, lo que equivale a una suba real de 15%.
La AFIP destacó que esa mejora muestra la incidencia positiva de medidas recientes, como la mejora en el plan de cumplimiento del IVA, el programa de monitoreo fiscal y los cambios introducidos en los regímenes de facilidades para grandes empresas.
Pero no es el único motivo: el dato del IVA parece confirmar un fenómeno adelantado por los economistas: el vuelco al «consumo defensivo» de los argentinos como forma de resguardarse de la erosión del poder adquisitivo por la alta inflación.
También el llamado «impuesto al cheque» registró una suba en términos reales, que la AFIP atribuyó al mayor movimiento bancario asociado al pago del saldo de declaraciones juradas por el Impuesto a las Ganancias.
Y el otro rubro importante asociado a la actividad económica, el de la seguridad social, también registró una mejora real -aunque leve, de 1%- por el incremento de las contribuciones patronales. De todas maneras, en este rubro se empieza a registrar una disminución en el margen de crecimiento, lo cual podría ser considerado como indicador de un enfriamiento en la economía.
Aunque Sergio Massa ha dado señales de querer ratificar la meta fiscal con el FMI, los pronósticos apuntan a que ese objetivo no se podrá cumplir y el año terminará con un rojo de 3% del PBI
Desequilibrio fiscal a la vista
De hecho, los economistas manifiestan abiertamente su pesimismo respecto de que los impuestos vinculados a la actividad interna puedan seguir compensando el derrumbe de la recaudación ligada al comercio exterior.
«La totalidad de los salarios registrados difícilmente acompañen mes a mes la suba de los precios, por lo que en el promedio del año quedarían por debajo de la inflación incidiendo sobre la recaudación de Seguridad Social. Asimismo, la pérdida del poder adquisitivo (tanto de trabajadores informales como formales) por efecto de la aceleración de la inflación tendrá incidencia sobre el consumo, retroalimentando la dinámica de los tributos asociados a la actividad interna», señala el último informe tributario de la consultora LCG.
Su pronóstico es que este año la recaudación total llegará a $38.000 millones, lo que implicaría, en términos reales, una caída de 12% respecto del ingreso del año pasado.
Esa situación reabre el capítulo de la consabida «recaudación de impuesto inflacionario», como se conoce entre los economistas al fenómeno por el cual se mejora la recaudación tributaria por la vía de la licuación inflacionaria: los impuestos suben nominalmente junto a los precios, mientras el gasto público sube más lentamente junto a salarios y pagos a proveedores.
Ese fenómeno gana importancia, desde el punto de vista fiscal, en los períodos de alta inflación. Sin embargo, los economistas advierten que, con el tiempo, su efecto empieza a disminuir.
Al respecto, un informe de la consultora Mega QM observa que el ahorro que se observa en jubilaciones y pensiones -una caída de 10% real- no será sostenible, porque se explica por el desfasaje en el tiempo de la fórmula de indexación jubilatoria. «Cuando se acelera la inflación se produce un ahorro que se revertirá necesariamente cuando se logren contener los ritmos inflacionarios», apunta el informe.
Y agrega que el rubro donde tiene más efecto el recorte del gasto es el de los subsidios, pero que también aquí surge una contradicción.
«Aquí aparece una complejidad adicional dada por la dificultad que implica bajar subsidios en períodos de aceleración inflacionaria. Porque cuando sube la inflación hay que recuperar el aumento de costos y recomponer precios para achicar el monto de subsidios, pero eso implica un aumento de tarifas que suben exponencialmente más que la inflación», señala la consultora, que pronostica «desequilibrios nominales en aumento».